Información del libro

Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7893-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 8 Sección 3 de 4

El Espíritu del Hijo de Dios
es para nuestra filiación

Romanos 8:14-15 dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido espíritu filial, con el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”. El espíritu filial es nuestro espíritu humano regenerado que ha sido mezclado con el Espíritu del Hijo de Dios. La filiación es la realidad de ser un hijo; por lo tanto, el espíritu de filiación es el espíritu de la realidad de que somos hijos. El versículo 16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. El Espíritu del Hijo de Dios da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos los hijos de Dios.

Las primicias (el anticipo) del Espíritu

El versículo 23 dice que junto con este Espíritu de vida y de filiación están las primicias, que son un anticipo, así como las primicias de un huerto son el anticipo de la cosecha. La frase las primicias del Espíritu indica que el Espíritu de vida, el Espíritu a quien disfrutamos y que realiza nuestra filiación, es el anticipo y aún no es el sabor pleno del disfrute pleno que tendremos de Dios. Mientras alguien está en la cocina preparando alimentos, antes que ella traiga la comida a la mesa del comedor, quizás ella pruebe un poco de lo que está preparando. Esto es un anticipo. Más tarde, el disfrute pleno estará sobre la mesa. Hoy en día disfrutamos mucho al Espíritu de vida, al Espíritu que realiza nuestra filiación, pero aun esto es sólo un anticipo. En el futuro tendremos el disfrute pleno del Espíritu. Además, el versículo 26 dice que el Espíritu nos ayuda mediante la intercesión, y en el versículo 29 es el Espíritu quien nos hace conformes a la imagen del Hijo de Dios.

Todos los asuntos anteriormente mencionados están incluidos en la única frase salvos en Su vida. Ser salvos en Su vida significa ser salvos en Cristo mismo, quien es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). La primera parte de Romanos nos dice que Cristo nos redimió en la cruz. Ahora la parte central de este libro nos dice que este mismo Cristo redentor hoy está en nosotros. “Cristo está en vosotros” (8:10). Aquel que murió en la cruz para redimirnos ahora está en nosotros. En el pasado Él estaba en la cruz para efectuar la redención, pero ahora Él está en nosotros para impartirnos vida como Espíritu. Ahora el Cristo redentor es uno con los pecadores redimidos. Él está en nosotros los redimidos como nuestra vida, el Espíritu vivificante, a fin de hacer muchas cosas maravillosas para nuestra salvación.

Tenemos que entender claramente que el Cristo en Romanos es uno con nosotros porque está en nosotros. Si Cristo no se hubiese hecho carne, no podría haber muerto en la cruz por nuestros pecados como Cordero de Dios. Él necesitaba hacerse carne para ser el Cordero de Dios. Si Cristo no fuese el Espíritu vivificante, no podría estar en nosotros. Actualmente, Cristo es el Espíritu vivificante en nuestro interior a fin de ser nuestra vida. En Romanos 8 este Espíritu es llamado el Espíritu de vida, el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo y el Espíritu mezclado con nuestro espíritu para ser un espíritu filial.

LA OBRA CUÁDRUPLE DEL ESPÍRITU DE VIDA
EN ROMANOS

El Espíritu que liberta

Según el libro de Romanos, el Espíritu de vida está efectuando una obra cuádruple en nosotros, una obra de cuatro aspectos. Primero, el Espíritu de vida nos liberta, es decir, Él nos pone en libertad. Romanos 8:2 dice: “La ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte”. El Espíritu de vida en nosotros hoy nos pone en libertad todo el tiempo. Los cristianos hablan acerca de identificarse con la muerte de Cristo según Romanos 6. Luego, ellos aprenden a considerarse muertos (vs. 6, 11), y creen que es al considerarse muertos que ellos serán libertados del pecado. Sin embargo, esto no funciona. No somos libertados al considerarnos muertos; somos libertados en el Espíritu de vida. Cuando andamos en el Espíritu de vida, somos libertados. No hay necesidad de meramente intentar identificarnos con la muerte de Cristo o considerarnos muertos. Hace más de treinta años a menudo me consideraba de esta manera. A la postre, descubrí que esto sencillamente no funciona. Ser libertados no se trata de identificarnos o considerarnos muertos, sino de estar en el Espíritu de vida.

Además, el hecho de ser libertados no se encuentra en ninguna clase de doctrina. Ni siquiera se halla en la doctrina del Espíritu de vida. No es la doctrina ni la enseñanza lo que nos liberta; más bien, es el propio Espíritu de vida. Tenemos que andar y tener nuestro ser en el Espíritu de vida. Sea que alguien conozca esta doctrina o no, mientras él esté en el Espíritu de vida, se ha puesto en libertad. Podríamos comparar esto con la electricidad. Independientemente de si alguien conoce el poder de la electricidad o no, si él sencillamente toca la electricidad, será quemado. No es el conocimiento lo que nos liberta; es este Espíritu de vida. Por lo tanto, necesitamos orar, y no para que el Señor nos liberte; más bien, necesitamos orar hasta estar completamente en esta libertad, es decir, hasta estar completamente en el Espíritu que nos liberta. El Espíritu de vida nos liberta de toda clase de cautiverio. Cuando estamos en el Espíritu de vida, estamos en libertad.


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