Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 001-020)por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6771-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Un número de versículos en el Nuevo Testamento indican que Dios es el Señor (Mt. 1:20, 22; Hch. 3:19-20; Ap. 1:8). Dios, el Todopoderoso, es el Señor. El hecho de que Él sea el Señor significa que Él es el Dueño del universo. Podríamos decir que Él es el “Propietario” del universo entero. Él es el Gobernante, la Autoridad. Lo que nosotros u otros podamos decir no significa nada, pero lo que Dios dice lo es todo debido a que Él es el Señor. Cuando Él dice “sí”, es sí, y cuando Él dice “no”, es no. Dios es el Señor, el Dueño, la Autoridad.
Hebreos 11:10 indica que Dios es el Arquitecto y Constructor de la Nueva Jerusalén. En referencia a Abraham, este versículo nos dice que él “esperaba con anhelo la ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios”. Ésta es “la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (12:22), “la Jerusalén de arriba” (Gá. 4:26), “la santa ciudad, la Nueva Jerusalén” (Ap. 21:2; 3:12), la cual Dios ha preparado para Su pueblo (He. 11:16), y el tabernáculo de Dios en donde Dios morará con los hombres por la eternidad (Ap. 21:3). Tal como los patriarcas esperaron por esta ciudad, nosotros también la buscamos (He. 13:14).
La palabra griega traducida “Arquitecto” en Hebreos 11:10 es tecnites, que denota un artífice, alguien que produce una obra siguiendo las reglas del arte; por tanto, un arquitecto. La palabra griega traducida “Constructor” es demiourgós, que literalmente significa uno que trabaja para el pueblo. En el uso general, estas palabras pasaron a referirse a un edificador o constructor. En Hebreos 11:10 tanto tecnites como demiourgós son usados para referirse a Dios. Tecnites hace referencia a Dios como Arquitecto, Aquel que diseñó la Nueva Jerusalén; demiourgós se refiere, concretamente, al Hacedor o Artífice de la ciudad.
Algunas traducciones de Hebreos 11:10 oscurecen el hecho de que Dios es un Arquitecto, el Arquitecto de la Nueva Jerusalén. Consideremos la Nueva Jerusalén tal como está revelada en el Nuevo Testamento. ¿Quién sino Dios mismo podría haber diseñado semejante ciudad? Únicamente Dios como supremo Arquitecto podría haberla diseñado. La Nueva Jerusalén fue diseñada por el Arquitecto divino y eterno.
La persona de Dios también es revelada en las parábolas del Nuevo Testamento. En la parábola de los viñadores malvados (Mt. 21:33-46), Dios es el Dueño de casa. Al respecto, Mateo 21:33 dice: “Oíd otra parábola: Había un hombre, dueño de casa, el cual plantó una viña, la cercó con un seto, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos viñadores, y se fue al extranjero”. El dueño de casa es Dios, la viña es la ciudad de Jerusalén (Is. 5:1) y los viñadores son los líderes de los israelitas (Mt. 21:34). En esta parábola vemos que Dios, el Dueño de casa, envió a Sus esclavos, los profetas. Después, el Dueño de casa envió a Su Hijo, el Señor Jesús. Finalmente, el Dueño de casa destruyó a los viñadores malvados y arrendó la viña a otros viñadores. Esto se cumplió cuando Tito y su ejército destruyeron Jerusalén en el año 70 d. C. Los “otros viñadores” en esta parábola eran los apóstoles, quienes cuidaron de la iglesia, el reino de Dios (v. 41) en el Nuevo Testamento.
Dios es el Rey en la parábola de la fiesta de bodas (Mt. 22:1-14). Al respecto, Mateo 22:2 dice: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un rey que hizo fiesta de bodas para su hijo”. El “rey” aquí es Dios, y el “hijo” es Cristo. Primero, según esta parábola, Dios envió a “sus esclavos”, el primer grupo de apóstoles del Nuevo Testamento, a fin de que éstos llamen a quienes fueron invitados a la fiesta de bodas (v. 3). Después, Él envió “otros esclavos”, es decir, los apóstoles que el Señor envió después (v. 4). En los versículos 6 y 7 vemos que el Rey se enojó con quienes maltrataron a Sus esclavos y los mataron, por lo cual Él, “enviando sus tropas, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad”. Éstas fueron las tropas romanas lideradas por Tito, que destruyeron Jerusalén en el año 70 d. C.
Lucas 11:5-8 presenta la parábola de la oración persistente. En esta parábola Dios, a quien oramos, es comparado a nuestro amigo, y nosotros somos comparados a Su amigo, lo cual indica que en oración Dios es un amigo íntimo para nosotros y nosotros somos amigos íntimos para Él en mutuo amor. Este cuadro de intimidad entre amigos anula el concepto religioso de supuesta “reverencia” en nuestra oración a Dios.
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