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Aspecto orgánico de la obra salvadora de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-1-57593-318-4
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La transformación requiere que
el hombre exterior de los creyentes
se desgaste a fin de que su hombre interior
se renueve de día en día

Finalmente, la transformación requiere que el hombre exterior de los creyentes se desgaste (sea consumido) a fin de que su hombre interior se renueve de día en día (2 Co. 4:16). Esto no requiere que nosotros lo hagamos por nuestros propios medios; al contrario, el Señor obra en nuestras circunstancias para consumir nuestro hombre exterior. Cuando el hombre exterior es consumido, se desgasta, el hombre interior se renueve de día en día. Dios siempre nos da el cónyuge apropiado en nuestro matrimonio. Cuando una persona joven empieza a escoger su cónyuge, se esfuerza mucho y sigue muchos principios. Después de mucha consideración, con el tiempo escoge a alguien. Aunque las personas a su alrededor no estén de acuerdo con su elección, no saben que es el arreglo de Dios. Después de que los dos se casan, empiezan a tener encuentros desde la primera noche. Uno no puede dormir si las ventanas no están abiertas, mientras que el otro se resfría cuando las ventanas están abiertas. Cuando no encuentran una solución en su conversación, empiezan a discutir. En esto consiste el consumir mutuo entre el esposo y la esposa. Cuanto más el esposo es consumido por la esposa, más espiritual llega a ser. Lo mismo es válido en la vida de iglesia. Cuando algunas personas sirven en coordinación, siempre hay alguien con una personalidad insoportable. Aun si éste es el caso, usted no debe enojarse, así que tiene que perseverar, a veces hasta el punto de enfermarse. El Señor dispone esta clase de situación para que se desgaste nuestro hombre exterior a fin de que nuestro hombre interior se renueve. De este modo somos transformados.

LA EDIFICACION

Después de la transformación, veremos la edificación en el aspecto orgánico de la obra salvadora de Dios.

La edificación consiste en que
los Dios-hombres son unidos y entrelazados
con otros Dios-hombres en la vida divina
por su crecimiento en ella

La transformación de los creyentes en la vida divina los une y los entrelaza con otros creyentes como comiembros de Cristo por su crecimiento en la vida divina. Cuando son unidos y entrelazados así, esto llega a ser la edificación de Dios-hombres con otros Dios-hombres en la vida divina.

La edificación es producida al unirlos y entrelazarlos el Espíritu transformador

La edificación en la vida divina es la edificación del muro de jaspe en la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, la cual no es resultado de poner una pieza de jaspe sobre otra, sino de la unión de todas las piedras de jaspe por el Espíritu transformador. Esta edificación también es la edificación a la cual se refiere Efesios 4:15-16, el resultado de que en la Cabeza, Cristo, los miembros crezcan en todo, es decir: “todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”.

Para llevar a su consumación
la ciudad santa, la Nueva Jerusalén

La edificación del Cuerpo de Cristo mencionada en el Nuevo Testamento es la edificación producida al ser unidos y entrelazados en la vida divina los creyentes. Esta clase de edificación que es primeramente llevada a cabo en el Cuerpo de Cristo tendrá su consumación en la edificación de la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Esta clase de edificación es un testimonio y una gran manifestación de la vida divina en función, es decir, la manifestación de la gloriosa imagen de Dios que se parece al jaspe (Ap. 4:3a).

La revelación en el Nuevo Testamento

En cuanto al edificio de Dios en la tierra hoy, la Nueva Jerusalén contiene suficiente revelación, enseñanza, instrucción y advertencia. Las mencionamos ahora brevemente.

Primero, en Mateo 16 después de que el Señor nos condujo a conocerlo a El como el Cristo, el Hijo del Dios viviente, inmediatamente nos dijo que sobre el fundamento de que le conocemos, El edificaría Su iglesia para prevalecer sobre las puertas del Hades (vs. 13-18).

En segundo lugar, en Juan 1:51 el Señor nos dijo de modo implícito que el pueblo errante de Dios en la tierra necesitaba una casa edificada de Dios en la tierra que sirviera como base de Su escalera celestial en la tierra, para traer el cielo a la tierra y unir la tierra con el cielo. En el capítulo dos declaró que la casa de Dios es edificada por El en resurrección con Su vida y poder de resurrección (vs. 16-22). Luego en 14:23 les dijo a Sus discípulos íntimos que El y Su Padre irían a los que les aman para hacer una morada con ellos (cfr. 14:2).

En tercer lugar, en Romanos 12 el apóstol nos exhortó a pensar de nosotros con cordura, conforme a la medida de fe que Dios ha repartido a cada uno, para que podamos ser coordinados con todos los miembros como un solo Cuerpo, a saber, el edificio de Dios (vs. 3-5).

En cuarto lugar, en 1 Corintios 1 el apóstol condenó el sectarismo y nos instó a guardar la unidad en Cristo (vs. 10-13). En el capítulo tres dijo que éramos la tierra cultivada de Dios, el edificio de Dios. Necesitamos cultivar a Cristo como trigo y ser transformados en oro, plata y piedras preciosas, el elemento de la Trinidad Divina, y así edificar la iglesia de Dios sobre el fundamento que ya fue puesto, el cual es Jesucristo. De otro modo, si participamos en la obra edificadora de Dios por la carne (la madera), conforme a la voluntad del hombre (el heno), y conforme a las prácticas de la gente mundana (la hojarasca), nuestra obra será consumida por el Señor, y nosotros sufriremos pérdida (vs. 9-15).

En quinto lugar, Gálatas nos muestra que todo nuestro proceder y obra debe pasar por la muerte y la resurrección en Cristo para que seamos librados de la vieja creación y lleguemos a ser la nueva creación con miras al edificio de Dios en la tierra (6:14-15).

En sexto lugar, Efesios, un libro que trata específicamente de la iglesia como Cuerpo de Cristo, recalca la edificación del Cuerpo. Efesios 3:17-19 dice que Cristo desea hacer Su hogar, edificar Su morada, en nuestros corazones para que seamos llenos de Dios hasta Su plenitud para Su expresión.

Además, el capítulo cuatro nos revela que el Cuerpo de Cristo es un organismo constituido y edificado con el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— y Su pueblo redimido, con el Padre como fuente, el Señor como elemento y el Espíritu como esencia, los factores intrínsecos, y con los creyentes que Dios escogió, regeneró y transformó a fin de que sean la estructura exterior. Sin duda, esto es el edificio que resulta de la coordinación de los creyentes que Dios escogió y transformó y el Dios Triuno procesado (vs. 4-6).

El capítulo cuatro también nos muestra que necesitamos ser perfeccionados hasta que lleguemos a ser maduros en Cristo y uno en la fe, sin ser sacudidos o zarandeados por los vientos de las enseñanzas diferentes. Sólo de este modo puede el Cuerpo de Cristo ser edificado (vs. 11-14). El mismo capítulo también nos exhorta a crecer en todo en la Cabeza, Cristo, para que a partir de El “todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, cause el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor” (vs. 15-16).

En séptimo lugar, en Apocalipsis 3:12-13 el Señor prometió al que venza que lo haría una columna en el templo de Su Dios para que fuera uno con Dios, con la Nueva Jerusalén y con el Señor en Su nuevo nombre.

Finalmente, en Apocalipsis 21 y 22 el Dios escondido y misterioso presenta al apóstol Juan la Nueva Jerusalén en su totalidad como consumación de todas las revelaciones, visiones, tipos y profecías de las santas Escrituras, incluyendo tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo. La ciudad santa, la cual estaba escondida desde los siglos en Dios, quien creó todas las cosas y al hombre, y que fue vista por Juan, es la morada (el tabernáculo) del Dios Triuno en la eternidad. Está constituida del Dios Triuno procesado y consumado como la ciudad misma —la naturaleza del Padre como oro es la base; las perlas producidas por el Hijo en la secreción de Su vida de resurrección por medio de Su muerte y resurrección son las puertas, y las piedras preciosas, específicamente el jaspe, transformadas por el Espíritu transformador son el muro y los fundamentos— y Sus elegidos redimidos, regenerados, santificados, renovados y transformados. En la ciudad hay un trono como centro para el reinado del reino eterno de Dios; Dios y el Cordero son el templo en la ciudad como el lugar donde Sus elegidos pueden adorarle y servirle y como su morada; Dios y el Cordero están allí como la luz de la ciudad; el río del agua de la vida (el Espíritu) fluye del trono, del centro, para regar toda la ciudad y satisfacer su sed; y Cristo está allí como el árbol de la vida que crece en el río del agua de la vida y produce nuevo fruto en abundancia como la suministración para toda la ciudad a fin de satisfacerla y darle gozo. Esta ciudad santa maravillosa e inescrutable llega a ser la morada mutua de Dios y Sus elegidos en la eternidad como el agrandamiento y la expresión de Dios por la eternidad.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre la santificación del modo de ser y la transformación?

Respuesta: La santificación del modo de ser es un cambio en la manera de ser, un cambio específico de ésta. Todos tienen un modo peculiar y raro de ser, y no hay excepción. Después de ser santificados, nuestro viejo modo de ser peculiar y raro es cambiado y llega a ser apropiado y corresponde a la naturaleza de Dios. Mientras que la transformación es la manifestación exterior como resultado del metabolismo de la vida en nosotros. La santificación de nuestro modo de ser cambia nuestra manera rara de ser, mientras que la transformación absorbe todas nuestras debilidades por el metabolismo, produciendo así una manifestación exterior.

Pregunta: ¿Cuándo alcanzamos la madurez en vida? ¿Cuando el Señor regrese u hoy?

Respuesta: La madurez es un asunto diario, pero nadie se atreve a determinar el grado de madurez. Pablo dijo: “Porque no estoy consciente de nada en contra mía, pero no por eso soy justificado; pero el que me examina es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor” (1 Co. 4:4-5). Si un mes después de oír este mensaje usted piensa que ha madurado mucho, esto demuestra que no es maduro. Los inmaturos siempre piensan que son maduros. Por el contrario, los maduros son humildes y piensan que no son maduros y les falta mucho.

Pregunta: Fuimos regenerados en la vida y cambiados en nuestra manera de ser por la vida y la naturaleza de Dios. Entonces, ¿por qué todavía necesitamos ser transformados en nuestra mente durante toda nuestra vida?

Respuesta: Dios no usa nuestra vida natural; sólo usa Su propia vida. Dios nos generó en la vida, pero nuestro modo de ser no es apropiado, así que nos santifica con Su naturaleza santa. Además, nos transforma metabólicamente desde nuestro interior para que tengamos la expresión exterior de la imagen divina. Esta es la obra del aspecto orgánico de la obra salvadora de Dios. Dios lleva a cabo esta obra orgánica con Su vida, con Su naturaleza y con la expresión de Su imagen. La consumación de la obra de Dios consiste en que seamos conformados y glorificados. Pero todo esto se tiene que llevar a cabo mediante la transformación por la renovación de la mente. Por ejemplo, la Biblia nos muestra claramente que [los tres del] Dios Triuno coexisten y moran mutuamente por la eternidad, pero muchos de los que están en el cristianismo insisten en que existen tres Dioses separados. Otro ejemplo está relacionado con 1 Corintios 15:45, el cual dice claramente que el postrer Adán se hizo Espíritu vivificante, pero muchos de los que están en el cristianismo dicen que Cristo y el Espíritu Santo son dos. Esto muestra que si nuestra mente no se vuelve, no se renueva y no es transformada, no podemos entender la Biblia. La transformación de nuestra mente requiere la vida entera.


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