Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7893-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el libro de Romanos, el hecho de que el Espíritu es el Espíritu de vida, el Espíritu de Cristo y el Espíritu del Hijo de Dios para nuestra filiación tiene como fin hacernos los verdaderos hijos de Dios a fin de que Cristo sea el Primogénito entre muchos hermanos. Estos muchos hijos de Dios y hermanos de Cristo son los miembros vivos que conforman el Cuerpo de Cristo como Su expresión corporativa. Luego, en 1 Corintios el Espíritu es el Espíritu que mora en nuestro interior, quien nos revela todas las cosas de Cristo para introducirnos en el disfrute, la comunión, de todas Sus riquezas, y por medio de este disfrute Él nos edifica juntamente como un solo Cuerpo. Por ende, Él es el Espíritu que edifica. Como Espíritu que realiza nuestra filiación en Romanos, Él es el Espíritu de vida, y como Espíritu que edifica en 1 Corintios, Él es el Espíritu que revela y que mora en nuestro interior. Éste es el mensaje hallado en Romanos y 1 Corintios concerniente al Espíritu.
En 2 Corintios el Espíritu es el Espíritu que transforma (3:18). A fin de llevar a cabo la edificación de la casa de Dios, necesitamos la transformación. Esto significa que todos nosotros debemos experimentar un cambio metabólica e internamente en vida, naturaleza y manera de ser, y debemos ser renovados en nuestra mente, voluntad y parte emotiva. De este modo, somos completamente transformados en nuestra alma. Entonces seremos los materiales preciosos que son útiles para la edificación de la morada de Dios.
El pensamiento de la transformación también se halla en Romanos. Romanos 12:2 dice “Transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”. Somos transformados en nuestra alma por medio de la renovación de nuestra mente, parte emotiva y voluntad. En 1 Corintios 3 se encuentra el pensamiento de la transformación, aunque tal término específico no se halla en esta epístola. Este capítulo nos dice que debemos edificar el templo de Dios con oro, plata y piedras preciosas, en lugar de madera, hierba y hojarasca (vs. 12, 16). Junto con el Espíritu que edifica en 1 Corintios se nos presenta que se necesita la transformación para el edificio. Ahora el libro siguiente, 2 Corintios, nos dice que este Espíritu que mora en nuestro interior y que edifica es el Espíritu que nos transforma. Por lo tanto, podríamos declarar de manera sencilla que en Romanos Él es el Espíritu del Hijo que realiza nuestra filiación, en 1 Corintios Él es el Espíritu que edifica y en 2 Corintios Él es el Espíritu que transforma.
En 2 Corintios 1:21 y 22 se nos dice: “El que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones”. Deberíamos resaltar las palabras ungió, ha sellado y arras. Éstas son palabras preciosas. Arras equivale a las expresiones modernas garantía, depósito de seguridad o pago inicial. Un pago inicial es el primer pago y sirve como garantía de pagos futuros. El Espíritu Santo dado a nosotros por Dios hoy es el pago inicial, el depósito y la garantía de un pago futuro. Efesios 1:13-14 también nos dice que Dios nos ha sellado con el Espíritu Santo y nos ha dado el Espíritu como arras de nuestra herencia. Además de sellar y dar en arras, 2 Corintios habla de un tercer asunto, que es la unción. Dios nos ha ungido con el Espíritu, nos ha sellado por el Espíritu y con Él, y nos ha dado en arras el Espíritu.
Según la secuencia vista en los versículos 21 y 22, la unción viene primero, seguida por el sellar y las arras. En tipología, el aceite del ungüento para la unción representa al Espíritu. Podríamos comparar el ungüento a la pintura. En este sentido, ungir es pintar. Cuanto más pintamos algo, más es añadida la pintura a ese objeto. Es posible que originalmente sólo haya sido madera con un color natural, pero a medida que lo pintamos, la pintura es añadida a la madera e incluso se forja en ella. Dios mismo es el ungüento para la unción, la “pintura”. Que Dios nos unja significa que Él nos pinta consigo mismo, y cuanto más Él nos unge, más Su elemento se añade a nosotros y se forja en nosotros. Además, los ingredientes de esta unción son todos los elementos de Dios. Por ende, Él nos unge consigo mismo, Sus “ingredientes” están siendo forjados en nosotros; es decir, tenemos más de Su elemento en nuestro interior.
Luego de cierta cantidad de pintura, la pintura y el objeto que se pinta se mezclan como una sola entidad. Igualmente, Dios está en nosotros en Cristo como Espíritu de Dios y Espíritu de Cristo para ungirnos. Es por esta unción que Dios se forja a Sí mismo en nosotros y se mezcla con nosotros. Dios nos ha ungido y sigue ungiéndonos consigo mismo, es decir, con Su Espíritu como ungüento, para que tengamos Sus elementos, Sus ingredientes. Esto tiene que quedar muy claro para nosotros; es algo de vital importancia para la vida cristiana.
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