Hombre espiritual, El (juego de 3 tomos)por Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-0699-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La intuición es el lugar donde la unción de Dios nos enseña. “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y todos vosotros tenéis conocimiento ... la unción que vosotros recibisteis de El permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; pero como Su unción os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, así como ella os ha enseñado, permaneced en El” (1 Jn. 2:20, 27). Este pasaje nos muestra de qué modo nos enseña la unción del Espíritu Santo.
Antes de examinar estos versículos, debemos diferenciar entre “conocer” y “entender”. El espíritu “conoce”, mientras que la mente “entiende”. El creyente llega a “conocer” algo mediante la intuición de su espíritu, mientras la mente sólo puede “entender”. Técnicamente, la mente puede “entender”, mas no “conocer”. (Sobra decir que nos referimos a la relación entre nosotros y Dios.) En la actualidad los creyentes se confunden en su búsqueda del pensamiento del Espíritu Santo, debido a que no distinguen entre “conocer” y “entender”. Según el uso secular, no hay gran diferencia entre conocer y entender, pero en el terreno espiritual, conocer y entender son dos cosas tan distantes entre sí como los cielos y la tierra. Conocer es obra de la intuición, y entender es obra de la mente. El Espíritu Santo hace que nuestro espíritu “conozca”, y éste, por su parte, instruye a nuestra mente para que “entienda”. Es difícil distinguir entre estas dos palabras, pero en la experiencia son tan diferentes como el trigo y la cizaña.
Muchas veces tenemos un sentimiento indescriptible en nuestro interior, el cual nos hace aptos para saber si hemos de hacer algo o no. Es cierto que en nuestro espíritu podemos conocer el pensamiento del Espíritu Santo, pero en muchas ocasiones sabemos en nuestra intuición lo que debemos hacer, pero nuestra mente entiende por qué. En cuestiones espirituales es posible saber algo sin entenderlo. Hay ocasiones en que, habiendo llegado al límite de nuestra capacidad intelectual, recibimos la enseñanza del Espíritu Santo en nuestro espíritu, y entonces gritamos con júbilo: “¡Ahora lo sé!” Muchas veces cuando rechazamos los pensamientos y los raciocinios de nuestra mente y obedecemos el pensamiento del Espíritu Santo expresado en la intuición, debemos esperar bastante tiempo antes de que nuestra mente sea iluminada y podamos entender las razones por las cuales el Espíritu Santo nos guía cierto rumbo. Sólo entonces podremos decir: “¡Ahora lo entiendo!” Por medio de estas experiencias nos damos cuenta de que “conocemos” el pensamiento del Espíritu Santo en la intuición, en nuestro espíritu, pero “entendemos” la guía del Espíritu santo en la mente, en nuestra alma.
El apóstol Juan nos dice que la unción del Señor Jesús permanece en nosotros y nos enseña para que conozcamos todas las cosas y no tengamos necesidad de que nadie nos enseñe. Esto se refiere a la función de la intuición. El Señor concede el Espíritu Santo a todos los creyentes, el cual mora en nuestro espíritu y nos guía a toda la verdad. ¿Cómo nos guía? Nos guía por medio de la intuición de nuestro espíritu. En el espíritu, El expresa Sus pensamientos. La intuición posee la habilidad de detectar el sentir del Espíritu Santo. Así como la mente le permite al hombre comprender las cosas del mundo, la intuición le permite comprender lo pertinente a la esfera espiritual. Ungir significa aplicar un ungüento. El Espíritu Santo actúa, nos enseña y nos habla en nuestro espíritu humano. El no habla desde el cielo con voz de trueno ni como llama de fuego, y tampoco arroja al suelo al creyente con Su poder; sino que obra silenciosamente en nuestro espíritu, haciendo que lo percibamos en nuestra intuición. Así como un ungüento que al aplicarse produce cierta sensación en el cuerpo, cuando se aplica la unción del Espíritu Santo, da al espíritu de los creyentes cierta sensación. Cuando la intuición es consciente de ello, llega a conocer lo que el Espíritu Santo dice.
Si el creyente quiere hacer la voluntad de Dios, no necesita preguntarles a otros, ni siquiera a sí mismo; sólo debe andar según el rumbo que le indique la intuición. La unción le enseñará al creyente “todas las cosas”. No dejará lugar a que el creyente especule; todo el que quiera andar conforme al espíritu debe tener esto presente. Nuestra responsabilidad no es que nos enseñen, ni tenemos que decidir a nuestro antojo; de hecho, El no nos lo permitirá. Lo que el Espíritu no nos indique es nuestra propia acción. La unción opera independientemente y no necesita nuestra ayuda; no necesita el examen de nuestro intelecto ni la agitación de nuestras emociones; la unción por sí sola expresa el pensamiento del Espíritu, quien opera independientemente en el espíritu y da a conocer Su voluntad a los hombres mediante la intuición. Luego, hace que los hombres lleven a cabo Sus instrucciones.
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