Mensajes para creyentes nuevos: Amor a los hermanos, El #22por Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-0063-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Se nos dice en 1 Juan 3:16: “En esto hemos conocido el amor, en que El puso su vida por nosotros”. ¿Qué significa amar a los hermanos? Juan lo explica. No sabemos que es el amor hasta que vemos que el Señor puso Su vida por nosotros. Juan añade: “También nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”. Amar a los hermanos es estar dispuestos a negarnos a nosotros mismos para servir y perfeccionar a los demás, y es estar dispuestos incluso a dar nuestra propia vida por los hermanos.
El versículo 18 dice: “Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y con veracidad”. El amor fraternal no está compuesto de palabras vacías; es la manifestación en hechos y en veracidad. Y en 1 Juan 4:10-12: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y Su amor se ha perfeccionado en nosotros”. Esto nos muestra que nuestro amor hacia Dios y nuestro amor para con los demás no se pueden separar. El amor de Dios se perfecciona en nosotros cuando nos amamos unos a otros. Dios ha puesto hoy muchos hermanos frente a nosotros para que pongamos en práctica el amor que tenemos para con Dios. No podemos decir de una manera teórica que amamos a Dios. Debemos aprender a amar a los hermanos con hechos. Es vanidad limitarnos a hablar de amor. Nuestro amor por Dios debe expresarse en nuestro amor por los hermanos.
Leemos en 1 Juan 5:2-3: “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y cumplimos Sus mandamientos. Pues éste es el amor a Dios, que guardemos Sus mandamientos”. Si amamos a Dios, debemos guardar Sus mandamientos. Por ejemplo, los mandamientos de Dios dicen que debemos ser bautizados por inmersión, pero muchos hijos de Dios tienen diferentes puntos de vista al respecto. Ellos dicen: “No estoy de acuerdo con el bautismo por inmersión; si usted me ama, no se debe bautizar por inmersión, porque esto me herirá”. ¿Qué debemos hacer? Dios nos manda que salgamos de las denominaciones y no pertenezcamos a ninguna secta; sin embargo, muchos hijos de Dios promueven las denominaciones. Ellos dicen: “No abandone las denominaciones. Nos herirá si sale de nuestra denominación”. ¿Qué debemos hacer? Debemos salir de las denominaciones si queremos mostrar nuestro amor a Dios, y debemos permanecer en ellas si deseamos mostrar nuestro amor a los hermanos. Esto nos pone en un dilema. Pero el versículo 2 dice: “En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y cumplimos Sus mandamientos”. En otras palabras, no podemos decir que amamos a los hijos de Dios si no guardamos los mandamientos de Dios. Supongamos que Dios guía a un hermano a bautizarse por inmersión. El se debe bautizar si ama a los hijos de Dios. Si no se bautiza, afectará a otros hijos de Dios, pues éstos tal vez decidan no bautizarse, lo cual les impedirá obedecer a Dios. Esta no sería la manera de amarlos. Si guardamos todos los mandamientos de Dios, sabremos que amamos a Sus hijos, pues habremos tomado el camino de la obediencia, lo cual permite que otros puedan seguir el mismo camino. Si escogemos no obedecer porque tememos que nuestra obediencia los ofenda, no avanzaremos ni nosotros ni ellos. Debemos aprender a amar a Dios, y debemos guardar todos Sus mandamientos. Sabemos que amamos a los hijos de Dios porque amamos a Dios y guardamos Sus mandamientos. Guardar todos los mandamientos de Dios es la única manera de dirigir a los hijos de Dios por el camino de la obediencia. Supongamos que los padres de una persona no le permiten creer en el Señor. ¿Qué debe hacer esa persona? ¿Negar al Señor por amor a sus padres? Si los complace a ellos y niega al Señor, no está practicando el amor en lo absoluto; si no los complace y cree en el Señor, ellos se enojarán por un tiempo, pero esa persona ha abierto el camino para que ellos crean en el Señor. ¡Esto sí es amor!
Sin embargo, no debemos ofender a nuestros padres ni con nuestra actitud ni con nuestras palabras. Es correcto que obedezcamos y sigamos los mandamientos de Dios, pero no debemos ofender a nuestros padres ni con nuestra actitud ni con nuestras palabras. Debemos asirnos de la verdad de Dios, pero al mismo tiempo necesitamos mantener el amor. Desde el comienzo de nuestra vida cristiana debemos aprender a ser justos. Sin embargo, no debemos hacer a un lado el amor. No haga énfasis en la santidad de la vida de Dios a expensas del amor que se encuentra en la vida de El. Estos dos aspectos se deben mantener en equilibrio. Deseamos obedecer a Dios, pero debemos hacerlo con humildad. No ofenda al amor. Si debe hacer algo, hágalo, pero nunca haga nada que ofenda al amor. Debemos mantener una actitud amable. Incluso cuando haya diferentes opiniones entre los hermanos, debemos seguir siendo amables. Debemos estar llenos de amor cuando le digamos a nuestro hermano: “Hermano, cuánto quisiera ver lo que tú has visto, pero Dios me lo ha mostrado de diferente manera, y no puedo hacer otra cosa que obedecerlo a El”. No rebaje la norma de la Palabra de Dios ni ofenda al amor. Sea obediente a Dios y, además, ame. Debemos mostrarle a nuestro hermano que no estamos haciendo algo por interés personal, sino porque Dios lo ha dicho. Debemos mantener la debida actitud, y debemos estar llenos de humildad. Esto ganará el favor de muchos hermanos y hermanas.
En 1 Juan 4:16 leemos: “Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. Esta es la segunda vez en esta epístola que vemos la oración Dios es amor. Debido a que Dios es amor, El desea que amemos a los hermanos y permanezcamos en amor. Mientras permanezcamos en amor, permaneceremos en Dios.
En los versículos 17 y 18 dice: “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, en que tengamos confianza en el día del juicio ... En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. Solamente en 1 Juan 4 se nos dice cómo permanecer confiadamente ante el tribunal divino. La clave es permanecer en amor, ya que permanecer en amor es permanecer en Dios. Tendremos confianza en el día del juicio cuando este amor se haya perfeccionado en nosotros.
Debemos tener una sola actitud para con nuestros hermanos y hermanas, una actitud de amor. Debemos ganárnoslos y buscar el mayor beneficio para ellos. No debemos tener ningún rencor, solamente amor. Practicar esto es un verdadero ejercicio. Un día todo nuestro ser permanecerá en amor, y el amor permanecerá en nosotros. Entonces nuestras vidas en la tierra estarán libres de todo temor. No hay temor cuando amamos. Cuando estemos delante del tribunal de Dios, no tendremos temor de nada. Esta vida de amor operará entre nosotros hasta que el temor haya desaparecido. El fruto del Espíritu, el amor, nos dará la confianza para estar delante del tribunal de Dios.
Ya vimos que amar a los hermanos equivale a amar a Dios. Nuestro amor por los hermanos hará que el amor de Dios se perfeccione en nosotros. Debemos amar a los hermanos al punto que no haya temor en nosotros hacia ellos. Amar a Dios y amar a los hermanos son dos cosas inseparables. Debemos amar a los hermanos si deseamos amar a Dios. Al hacer esto, el amor se perfecciona en nosotros, y estaremos confiados el día del juicio. Esto es maravilloso.
Ojalá que todos podamos aprender a amar a los hermanos desde el comienzo mismo de nuestra vida cristiana, y que la vida de Dios encuentre un canal por el cual fluir en nosotros.
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