Mensajes para creyentes nuevos: Libres del pecado #15por Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-0094-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el mismo momento en que una persona cree en el Señor Jesús es librada del pecado. No obstante, puede ser que ésta no sea la experiencia común de todos los creyentes. Algunos, en lugar de ser librados, persisten en pecar. Son salvos, pertenecen al Señor y poseen vida eterna, pero todavía son asediados por el pecado sin poder servir al Señor como desean.
Para alguien que recién ha creído en el Señor Jesús es una experiencia muy dolorosa ser acosado continuamente por el pecado. La persona a quien Dios ilumina, tiene una conciencia sensible. Es sensible al pecado y tiene una vida que condena el pecado, pero todavía peca. Esto da como resultado frustración y desánimo.
Muchos cristianos tratan de vencer al pecado usando sus propios esfuerzos. Creen que si renuncian al pecado y rechazan sus tentaciones, serán librados. Algunos son conscientes de que el pecado debe ser vencido y luchan constantemente contra éste con la esperanza de vencerlo. Otros piensan que el pecado los ha hecho cautivos y que tienen que emplear todas las fuerzas para librarse de sus ataduras. Pero éstos son pensamientos humanos, no es lo que la Palabra de Dios nos enseña. Ninguno de estos métodos conducen a la victoria. La Palabra de Dios no dice que luchemos contra el pecado con nuestras propias fuerzas, sino que seremos rescatados del pecado, es decir, puestos en libertad. El pecado es un poder que esclaviza al hombre, y la manera de acabar con éste no es destruyéndolo por nosotros mismos, sino permitiendo que el Señor nos libere de él. El pecado está en nosotros y no podemos separarnos de él. El Señor no vence el pecado, sino que nos salva anulando el poder que éste tiene sobre nosotros. El creyente debe conocer el camino correcto que conduce a la liberación del pecado en el mismo instante que cree, sin necesidad de atravesar un camino largo y tortuoso. Podemos tomar el camino a la liberación tan pronto creemos en el Señor Jesús. En Romanos 7 y 8 vemos cómo puede lograrse esto.
Romanos 7:15-25 dice: “Porque lo que hago, no lo admito; pues no practico lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago ... porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso practico. Mas si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo ... así que yo, queriendo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está conmigo. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que está en guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros ... así que yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”.
En los versículos del 15 al 20, Pablo usa repetidas veces las expresiones querer y no quiero y hace mucho énfasis en esto; pero, en los versículos del 21 al 25 hace hincapié en la ley. Estos dos asuntos son la clave de este pasaje.
Primeramente necesitamos entender lo que denota la palabra ley. La ley es algo inmutable e invariable; es algo que no da lugar a excepciones. Además, el poder de la ley es natural, no artificial. Todas las leyes del universo tienen poder. Por ejemplo, la gravedad es una ley. Si lanzamos un objeto al aire, inmediatamente se precipita al suelo. No necesitamos tirar el objeto hacia abajo para que esto suceda, ya que la fuerza que ejerce la tierra hace que caiga. Si tira una piedra hacia arriba, ésta cae de nuevo al suelo. Lo mismo sucede si tira una plancha, un plato o cualquier otro objeto, no importa si lo hace en China o en otro país, ni si lo hace hoy o mañana. Cualquier objeto lanzado al aire, mientras nada lo sostenga, cae, independientemente del momento y el lugar. Una ley es una fuerza natural que no necesita el esfuerzo humano para continuar operando.
Romanos 7 nos muestra que Pablo trataba de ser victorioso. El trataba de librarse del pecado por sí mismo porque deseaba agradar a Dios. El no quería pecar ni cometer faltas. No obstante, al final tuvo que admitir que era vano tomar la determinación de hacer el bien. El dijo: “Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo”. No quería pecar, pero seguía pecando. Quería hacer el bien y andar según la ley de Dios, pero no podía; aunque se lo proponía no lo lograba. Una y otra vez Pablo decidía no pecar, pero no lo conseguía. Esto nos muestra que el camino a la victoria no reside en la voluntad ni en la firmeza del hombre. El deseo está en uno, pero no el hacerlo. Lo máximo que el hombre puede hacer es tomar decisiones.
Debido a que el pecado es una ley, aunque deseamos hacer el bien no podemos. Después del versículo 21, Pablo nos muestra que permanecía en derrota aun después de intentar innumerables veces de hacer el bien. Esto se debe a que el pecado es una ley. La ley del pecado estaba en él y le impedía hacer el bien. En su corazón, él estaba sujeto a la ley de Dios, pero su carne se rendía ante la ley del pecado. Cada vez que quería obedecer la ley de Dios, se levantaba una ley diferente en sus miembros, que lo sujetaba a la ley del pecado.
Pablo fue la primera persona en la Biblia que dijo que el pecado era una ley. Este es un descubrimiento de suprema importancia. Es una lástima que muchos que han sido cristianos por años, aún no se den cuenta de este hecho. Muchos saben que la gravedad es una ley y que la dilatación de los gases con el calor es otra ley, pero no saben que el pecado también es una ley. Pablo no sabía esto al principio, pero después de ser arrastrado constantemente por una potente fuerza en su cuerpo que lo hacía pecar, descubrió que el pecado es una ley.
Nuestra lista de fracasos nos demuestra que cada vez que las tentaciones aparecen y tratamos de resistirlas no tenemos éxito. Muchas veces tratamos de rechazarlas, pero siempre nos derrotan. Fracasar vez tras vez es nuestra historia. Esto no sucede por casualidad; hay una ley detrás del fracaso. Si en toda nuestra vida sólo pecáramos una vez, esto podría considerarse un percance imprevisto. Sin embargo, para aquellos que han pecado millares de veces, el pecado es una ley que continuamente los empuja a obrar mal.
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