Visión que nos rige y nos regula según se halla en la Biblia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4973-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Regresemos a la economía de Dios. En la economía de Dios hay cinco grandes misterios: el primero es el Dios Triuno; segundo, Cristo como la corporificación de Dios; tercero, el Espíritu como Cristo hecho real a nosotros; cuarto, el Cuerpo de Cristo; y quinto, la Nueva Jerusalén. Ustedes hermanos deben aprender a presentar estos cinco misterios de una manera detallada. Hemos visto la economía de Dios, el Cuerpo de Cristo y la Nueva Jerusalén. Ahora proseguiremos para ver algo en cuanto al misterio del Espíritu.
En síntesis, el Espíritu fue procesado para llegar a ser el Espíritu consumado, compuesto, todo-inclusivo, vivificante, que mora en nosotros y ha sido siete veces intensificado. Cuando ustedes hablen del Espíritu, deben abarcar estos seis puntos. Este Espíritu fue consumado y, por tanto, llegó a ser compuesto y todo-inclusivo. Una vez que el Espíritu cumple estos tres requisitos, llega a ser el Espíritu vivificante a fin de impartirnos la vida; como resultado, este Espíritu vivificante llega a ser el Espíritu que mora en nosotros. No sólo eso, sino que desde que la iglesia cayó en degradación, el Señor intensificó al Espíritu siete veces en Su economía a fin de que nosotros venzamos la degradación de la iglesia por medio del Espíritu siete veces intensificado.
Juan 7 dice que antes de la resurrección de Cristo “no había el Espíritu” (v. 39). ¿Qué significa esto? Prácticamente nadie en el cristianismo hoy es capaz de dar una explicación clara al respecto. La frase aún no había el Espíritu significa que el Espíritu aún no había sido consumado. A fin de ser consumado, el Espíritu tuvo que pasar por varios procesos. El Espíritu fue consumado en la resurrección de Cristo. La resurrección de Cristo fue la culminación de los procesos por los que el Dios Triuno pasó. El primer paso que dio el Dios Triuno fue que llegó a ser carne, el segundo paso fue que llevó una vida humana, el tercero fue que sufrió la muerte, y el cuarto fue que entró en resurrección. Cada uno de estos pasos fue un proceso. Cuando Dios se hizo hombre, Él no simplemente se hizo hombre en un abrir y cerrar de ojos, aunque por ser el Dios todopoderoso ciertamente pudo haberlo hecho. En vez de ello, entró en el vientre de una virgen y permaneció allí por nueve meses, siguiendo el proceso apropiado según la manera humana apropiada. Mateo 1:20 dice claramente: “José [...] no temas recibir a María tu mujer, porque lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es”. Antes de que Cristo naciera, Dios primero había nacido en María por medio de Su Espíritu. Él estuvo en el vientre de María por nueve meses; esto fue un proceso. Después de que nació, este hombre Jesús vivió en la tierra por treinta y tres años y medio; éste fue otro proceso. Las aflicciones, problemas y dificultades humanas que Él experimentó también fueron procesos. Luego en determinado momento, Él se entregó a los hombres. Los hombres no lo atraparon, sino que más bien Él mismo se entregó voluntariamente (Jn. 10:17-18; 18:1, 11). Cuando los que le arrestaban dijeron que buscaban a Jesús el Nazareo, Él en seguida les dijo: “Yo soy”. Ellos sabían que “Yo Soy” era el nombre de Jehová; por lo tanto, cuando Jesús dijo “Yo soy”, ellos retrocedieron atemorizados y cayeron a tierra (18:5-6). Finalmente, el Señor se entregó a los que venían a arrestarle; Él fue juzgado por el sanedrín judío y más tarde llevado ante Herodes y Pilato, los gobernadores romanos, para ser juzgado durante toda la noche (Lc. 23:6-12). Al día siguiente, ellos lo obligaron a cargar Su propia cruz hasta llegar a Gólgota, donde fue crucificado (Jn. 19:17-18). Éste fue un proceso por el cual pasó. Además de esto, fue crucificado y puesto en la tumba. Él estuvo en la tumba por tres días, y después resucitó. ¿No fueron todos éstos procesos por los cuales pasó? Fue por medio de todos estos procesos que Dios entró en la resurrección y llegó a ser el Espíritu consumado.
Algunos nos critican, diciendo que erramos al decir: “El Señor es pequeño y nosotros somos grandes”. Tales personas tienen un conocimiento muy limitado y toman las cosas fuera de contexto. Es con base en Juan 6 que decimos que el Señor es pequeño y nosotros grandes. Las personas vinieron y quisieron hacerle Rey, pero el Señor dijo que Él no era un rey sino “el pan que descendió del cielo” (v. 41). Un rey viene para gobernar a las personas, mientras que un pan es para ser comido por las personas. Por lo tanto, el Señor dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (v. 57). ¿Quiénes son más grandes, los que comen el pan o el pan? Hay un buen himno en el cristianismo que habla de lo grande que es el Señor. Puesto que me gusta mucho la melodía de ese himno, la usé para escribir otro himno que habla de cuán pequeño es el Señor (Himnos, #107). El Señor es tan pequeño que llegó a ser nuestro alimento. Eso significa que Su intención es que nosotros le recibamos como nuestra vida. Si Cristo no fuera más pequeño que nosotros, ¿cómo podría ser nuestro alimento? Cristo no sólo es más pequeño que nosotros, sino que aun se hizo más pequeño que los que lo arrestaban y los que lo crucificaban. Si los que lo arrestaban no fueran más grandes que Él, ¿cómo pudieron arrestarle? Si los que lo crucificaban no fueran más grandes que Él, ¿cómo pudieron crucificarle? El libro de Hebreos nos dice que Él fue hecho un poco inferior a los ángeles (2:9); de hecho, Él se hizo más pequeño que todos los hombres. Temporalmente se hizo más pequeño que los hombres para llegar a ser su alimento a fin de darles vida y salvarlos. Por lo tanto, nadie puede refutar el que nosotros digamos que Cristo es pequeño. Sólo aquellos que no han estudiado la Palabra de manera profunda dirían que estamos equivocados.
Cristo es la corporificación de Dios, el Espíritu es Cristo hecho real a nosotros, el Cuerpo de Cristo es el producto del Espíritu, y la Nueva Jerusalén es la consumación del Cuerpo de Cristo. La teología tradicional que actualmente prevalece en el cristianismo no puede explicar claramente estos cinco misterios. Aquello de lo cual hemos tenido comunión hoy es sumamente serio, y espero que todos comprendamos que nuestra comisión hoy no es tan sencilla. La carga que el Señor nos ha encomendado es que seamos portadores del testimonio de Su recobro, y uno de los principales aspectos es refutar y corregir los defectos y errores de la teología cristiana tradicional. No podríamos afirmar que toda la teología tradicional está equivocada, pues de hecho parte de ella es correcta. Sin embargo, está incompleta. El Credo de Nicea es excelente, y hasta el día de hoy, tanto la Iglesia Católica como las iglesias protestantes se basan en él. Sin embargo, este credo es deficiente, pues no hace referencia alguna al Espíritu compuesto, al Espíritu consumado, al Espíritu todo-inclusivo ni al Espíritu siete veces intensificado. Tampoco nos explica el significado de la frase “aún no había el Espíritu” (Jn. 7:39).
Hermanos, esto no es nada insignificante, sino que implica una batalla. Martín Lutero peleó en su época contra las doctrinas católicas, e introdujo el recobro de la justificación por la fe. Pero hoy nosotros somos portadores del testimonio del recobro del Señor en contra del judaísmo, el catolicismo, el protestantismo y el cristianismo. El judaísmo es satánico (Ap. 2:9), el catolicismo es diabólico (vs. 20, 24), el protestantismo no tiene vida (3:1b) y el cristianismo no tiene a Cristo (v. 20). Es preciso que hoy todos los ancianos y colaboradores aprendan las verdades. Debemos refutar y corregir la teología tradicional, no en relación con asuntos secundarios, sino en cuanto a los puntos fundamentales. Debemos, por tanto, presentar la verdad en cuanto a la economía de Dios punto por punto a la luz de toda la Biblia. Ésta es la comisión especial que el Señor nos ha encomendado.
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