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Lecciones básicas acerca del serviciopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8284-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 20 Sección 2 de 3

I. LA IGLESIA ES LA ASAMBLEA,
LA CONGREGACIÓN DE LOS QUE HAN SIDO
LLAMADOS A SALIR

A fin de comprender la importancia que tienen las reuniones y la manera en que debemos reunirnos, debemos ver que, en el sentido más elemental, la iglesia es la asamblea, la congregación de los que han sido llamados a salir. En griego el término ekklesía traducido “iglesia” indica una asamblea de los que han sido llamados. En la antigüedad, cuando la ciudad convocaba al pueblo a congregarse para cierto propósito, a esto se le llamaba una ekklesía, la cual era una asamblea, una congregación de los que habían sido llamados a salir. La Biblia usa la palabra ekklesía para referirse a la iglesia, porque esto corresponde con el significado de la iglesia. La iglesia es la congregación de los que Dios ha llamado a salir. Nosotros fuimos llamados a salir del mundo para congregarnos. Siempre que nos reunimos, esa reunión es la iglesia.

Debemos señalar que el Señor Jesús, en los Evangelios, menciona dos veces a la iglesia, una vez en Mateo 16:18, refiriéndose a la iglesia universal, y otra en Mateo 18:17, refiriéndose a la iglesia local. Cuando el Señor Jesús mencionó la iglesia por segunda vez en Mateo 18:17, fue en el aspecto local e hizo alusión al tema de las reuniones. En el versículo 20 el Señor dijo: “Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. Cuando el Señor Jesús mencionó el asunto de la iglesia en el sentido local, Él hizo hincapié en la necesidad de congregarse, de reunirse. Si hemos de tener la presencia del Señor, ciertamente necesitamos reunirnos.

II. REUNIRSE ES ADORAR A DIOS Y SERVIRLE

Ya dijimos que reunirse es adorar a Dios y servirle. Pero es menester recalcar, una y otra vez, que si el creyente no se reúne con la iglesia, eso significa que no está adorando ni sirviendo a Dios de una manera adecuada.

III. REUNIRSE ES MINISTRAR CRISTO A OTROS

Reunirse es ministrar a Cristo a otros. Este punto es sumamente crucial. La mayoría de cristianos tienen el concepto de que uno viene a las reuniones para recibir ayuda. Ellos no perciben, no consideran ni conceptualizan que es necesario ministrar Cristo a los demás. Todo creyente debe tener en sí algo de Cristo. Así, al congregarnos, venimos a compartir Cristo con los demás, a ministrar Cristo a los demás, ya sea mediante nuestra oración, o al darles nuestro testimonio o una palabra en forma de un breve mensaje. Siempre debemos estar preparados para ministrar Cristo en una reunión. Es necesario que sigamos hablando de este punto para que los jóvenes y los nuevos entre nosotros sean impresionados. El concepto erróneo que ellos tienen al respecto debe ser corregido.

Incluso nosotros mismos, por mucho tiempo estuvimos inmersos en una atmósfera contaminada por tales enseñanzas erróneas. Debido a ello, no nos damos cuenta de que asistir a una reunión y no ministrar Cristo a los demás sea una deficiencia total. De acuerdo con el tipo hallado en el Antiguo Testamento, Dios mandó que Su pueblo no debía llegar a las reuniones con las manos vacías (Dt. 16:16). Cuando usted llega a las reuniones, tiene que traer consigo algo para ofrecer. Asimismo, si el sacerdote en el Antiguo Testamento no ofrecía algo en el altar, él no podía entrar en el tabernáculo. Si no tenemos nada que ofrecerle a Dios, jamás podremos entrar en el tabernáculo, así que esto resulta indispensable. Si no le ofrecemos nada a Dios, y procuramos entrar en Su presencia, esto denota una gran deficiencia.

IV. REUNIRSE ES EDIFICAR LA IGLESIA

Además, necesitamos ver que al reunirnos, edificamos la iglesia (1 Co. 14:26). En 1 Corintios 14 leemos que en la reunión lo mejor es profetizar (v. 31). Esto se debe a que profetizar edifica la iglesia (v. 4b). Esto nos dice claramente que cuando asistimos a la reunión, edificamos la iglesia. Reunirse es un servicio y éste es el servicio que edifica, el ministerio que edifica.

Es necesario invertir más tiempo en esta palabra para recalcar una sola cosa: cada uno de los santos tiene que edificar la iglesia. Según Efesios 4:16, el Cuerpo de Cristo es edificado no sólo por medio de las coyunturas del rico suministro, sino también por la función de cada miembro en su medida. Esto indica que cada santo debe participar en la edificación del Cuerpo. Esto se lleva a cabo principalmente al asistir a las reuniones. Reunirse es la manera de edificar la iglesia.

Todo el que asiste a la reunión debiera ser una persona que edifica, que hace la obra de edificación. Sin embargo, debemos examinar nuestra situación actual. Muchos santos asisten a nuestras reuniones y no hacen absolutamente nada. Ellos simplemente permanecen ahí sentados esperando recibir algo. En cambio, si todos los santos se ejercitan en edificar la reunión, ciertamente tal reunión será prevaleciente, rica y muy elevada. Supongamos que ningún santo ejerciera su función en la reunión; todos vienen a la reunión para permanecer sentados y en silencio. Tal reunión sería la más deficiente y pobre de todas, sería una reunión vacía. Cuanto más abramos nuestra boca para hablar por el Señor, más se hará la obra de edificación. Cuanto más nos ejercitemos todos en hablar impartiendo a Cristo en las reuniones, más ricas, elevadas y vivientes serán éstas. Necesitamos alentar a todos los santos a ministrar, a servir, a fin de edificar la iglesia. (1 Co. 14:3-5).


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