Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-9033-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Ahora veamos cómo podemos experimentar el hecho de que Cristo mora en nosotros. El Señor Jesús era considerado. Él hizo muchas cosas, de las cuales nada fue necio. Él habló muchas palabras, de las cuales ninguna fue insensata. Cada vez que hablaba, Él hablaba justo lo apropiado, no hablaba demasiado ni hablaba muy poco. Sus emociones estaban bien balanceadas. Él ejerció Su ira cuando era merecida pero con restricción, y Su amor también era atemperado. Además, Su voluntad era firme. Todas Sus expresiones eran amor, luz, santidad y justicia. Él era verdadero, honrado, justo, puro, amable y de buen nombre. Además, Él era virtuoso y digno de alabanza. Él era la verdadera bondad y la hermosura genuina; Él era Dios. En cierto sentido, somos como Él. Él tiene pensamientos y nosotros también. Él tiene emociones y nosotros también. Su voluntad es firme y también lo es la nuestra. Jesús ama y nosotros también amamos. Jesús es sincero y recto y nosotros también. Jesús es santo y nosotros también. Jesús es justo y nosotros también. Aunque hay una diferencia en el grado de estos asuntos, somos de la misma especie porque fuimos creados a Su imagen.
El Señor Jesús no sólo es maravilloso, sino también misterioso. Cuando usted abre su corazón y le recibe como su Salvador, Él entra en usted y mora en usted a fin de ser su vida y su todo. ¿Cómo entra Él en usted? La Biblia dice que Él murió por nosotros, fue sepultado y resucitó. Ahora Él ha llegado a ser el Espíritu vivificante. Hoy en día Él es el Espíritu omnipresente; Él está en todos lados. Él entrará en todo aquel que crea en Él e invoque Su nombre para ser la vida y el contenido de esa persona. Esto es lo más maravilloso del mundo. El Señor entra en nosotros para morar en nosotros, y esto es a lo que nos referimos con el hecho de que Él “mora en nosotros”. El Cristo que mora en nosotros es la corporificación de Dios y es el Espíritu vivificante y omnipresente. Él tiene una mente, parte emotiva y voluntad; Él también es amor, luz, santidad y justicia. En el principio fuimos creados a Su imagen, así que también tenemos una mente, parte emotiva y voluntad, así como amor, luz, santidad y justicia. No obstante, sólo éramos una cáscara vacía carente del contenido y la realidad. Éramos exactamente como el guante vacío que fue hecho con la forma de una mano. Un día Dios llegó a ser carne en el Señor Jesús. Él vivió la vida humana, murió, resucitó y llegó a ser el Espíritu vivificante. El Espíritu vivificante es el Señor Jesús con Su mente, parte emotiva y voluntad, y el Dios que es amor, luz, santidad y justicia. El Espíritu entra en nosotros como la mano que entra al guante para llegar a ser su contenido y realidad. Por ende, ya no somos aquellos que estamos vacíos y sin contenido. Nuestras virtudes humanas creadas ya no son meramente una cáscara, porque Cristo está en nosotros como la realidad.
En 2 Timoteo 4:22 se nos dice: “El Señor esté con tu espíritu”. Este Señor es el Espíritu vivificante. Cuando oramos y hacemos una petición delante del Señor, el Espíritu entra a nuestro espíritu y mora en nosotros para siempre. Además, Él espera que nosotros lo amemos. Él toma posesión de nosotros siempre que decimos: “Señor Jesús, te amo”. Cuanto más lo amamos, más somos poseídos por Él. La última estrofa de Himnos, #175 dice: “¡Ser como Tú! Y mientras te imploro, / Manda Tu Espíritu con amor. / Hazme un templo, digna morada, / Para que gane Tu aprobación”. Llevar una vida aprobada por el Señor significa que hacemos la mente del Señor nuestra mente, hacemos la parte emotiva del Señor nuestra parte emotiva y hacemos la voluntad del Señor nuestra voluntad. También hacemos el amor, la luz, la santidad y la justicia del Señor nuestro amor, luz, santidad y justicia. El Señor y nosotros, nosotros y el Señor, somos completamente uno. Somos iguales a Él. Para nosotros, el vivir es Cristo.
Los antiguos sabios en China enseñaron que el hombre es bueno de forma innata. Esto es correcto. Lo que Dios creó era bueno originalmente. Él nos creó con la virtud resplandeciente, la bondad innata, que necesita ser desarrollada. Sin embargo, si Cristo no está en nosotros, todo sigue siendo un cascarón carente de realidad. Somos como un guante vacío. Cuando la mano entra en el guante, entonces el guante tiene contenido y realidad. Además, el guante y la mano llegan a ser uno solo; ellos son una combinación perfecta. Esto demuestra la unidad entre Dios y el hombre. Dios y el hombre, el hombre y Dios, están completamente satisfechos. Si el hombre no tiene a Dios, ni Dios ni el hombre están satisfechos; ésta es la raíz de la insatisfacción en la vida humana. Cuando el hombre tiene a Dios, tanto Dios como el hombre están satisfechos; ésta es la fuente de la verdadera satisfacción en la vida humana.
¡Aleluya! Cristo desea llegar a ser nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Él también desea ser nuestro amor, nuestra luz, nuestra santidad y nuestra justicia. Aún más, Él desea ser en nosotros todo lo que es verdadero, honorable, justo, puro, amable, de buen nombre, virtuoso y digno de alabanza. Luego, Cristo podrá ser expresado mediante nuestras virtudes humanas creadas por Dios.
Cada uno de nosotros posee las virtudes creadas por Dios, las virtudes humanas inherentes. Pero es muy difícil expresar estas virtudes por nosotros mismos, y aun si fuésemos capaces de hacerlo, la expresión no sería completa ni perfecta. Necesitamos ser llenos por Cristo. Nuestras virtudes deberían ser vasos que son llenos con Cristo a fin de manifestar la esencia misma de Cristo. Ésta es la virtud más elevada y perfecta. Ésta es la justicia de Dios a la cual se refirió Pablo en Filipenses 3:9. Anteriormente, él iba en pos de la justicia que él obtenía al guardar la ley; a la postre, él fue en pos de la justicia de Dios, la cual el Cristo que estaba en él expresaba en su vivir. Anteriormente, él deseaba el guante, pero finalmente él deseó la mano. La mano en el guante es el contenido y la realidad del guante. Finalmente, la mano y el guante son una sola entidad, y el guante llega a ser la expresión de la mano. Somos el guante, y Él, nuestro amado Señor, es la mano. Nuestro corazón está lleno de Su amor y nuestra vida es uno con Él. Por ende, para nosotros el vivir es Cristo.
Cristo vive en nosotros. Él es nuestra vida, y nosotros somos Su vivir; Él es nuestro contenido, y nosotros somos Su expresión. Él y nosotros, nosotros y Él, correspondemos exactamente el uno al otro. Él y nosotros llegamos a ser una sola entidad. Éste es el disfrute de Cristo, la expresión de Cristo en nuestro vivir. En esto consiste la experiencia que tenemos del hecho de que Cristo mora en nosotros.
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