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Estudio-vida de Marcospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1437-4
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Los enfermos tienen necesidad de médico

El versículo 15 indica que Mateo no sólo siguió al Señor, sino que también le dispuso una gran fiesta: “Aconteció que estando Jesús reclinado a la mesa en casa de él, muchos recaudadores de impuestos y pecadores estaban también reclinados a la mesa con Jesús y Sus discípulos; porque había muchos que le seguían”. Mateo invitó a muchos recaudadores de impuestos y pecadores a la cena. Si a nosotros se nos hubiera invitado, probablemente habríamos rechazado la invitación, por no querer cenar con esta clase de personas. Pero el Señor sí asistió a la cena.

Si leemos el Evangelio de Marcos detenidamente, nos daremos cuenta de que los escribas seguían al Señor como espías por dondequiera que El iba. El versículo 16 dice: “Y los escribas de los fariseos, viéndole comer con los pecadores y con los recaudadores de impuestos, dijeron a Sus discípulos: ¿Cómo es que El come con los recaudadores de impuestos y los pecadores?” Ya vimos que los escribas, como fanáticos de la religión vieja y muerta, fueron motivados y usados por Satanás, el enemigo de Dios, para oponerse, resistir y estorbar el servicio evangélico del Esclavo de Dios durante todo Su ministerio (2:16, 24; 3:22; 7:5; 8:11; 9:14; 10:2; 11:27; 12:13, 28). En el versículo 16 vemos que los escribas se consideraban justos al condenar al Salvador-Esclavo por cenar con los recaudadores de impuestos y con los pecadores. Lo que los escribas, quienes se creían justos, dijeron a los discípulos del Señor indica que no conocían la gracia de Dios. Suponían que Dios se relacionaba con el hombre solamente basado en la justicia. En el versículo 16, continúan la oposición que iniciaron en 2:6-7.

El Señor, al oír lo que los escribas habían dicho, les dijo: “Los que están fuertes no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (v. 17). Esto indica que el Salvador-Esclavo se consideraba el Médico de la personas enfermas de pecados. El Señor, al llamar a la gente a seguirle, ministraba como Médico, no como juez. Un juez emite sentencia según la justicia, pero el Médico sana motivado por la misericordia y la gracia. El Señor vino a ministrar como Médico, es decir, vino a sanar, recobrar, reanimar y salvar a las personas.

Las palabras del Señor, cuando dijo que los que están fuertes no tienen necesidad de médico, implicaban que los escribas, quienes se creían justos, no se daban cuenta de que necesitaban al Señor como su Médico. Ellos se consideraban fuertes; por tanto, cegados por su sentimiento de justicia propia no se daban cuenta de que estaban enfermos.

En el versículo 17, el Señor dijo que no había venido a llamar a justos, sino a pecadores, lo cual indica que el Salvador-Esclavo es el Salvador de los pecadores. En realidad no hay justo, ni aun uno (Ro. 3:10). Los que se creen justos, son justos en su propia opinión. El Salvador-Esclavo no vino para llamar a estos, sino a los pecadores.

El Señor parecía decir a los escribas: “Los que están fuertes no tienen necesidad de médico, pero los enfermos, reconocen que lo necesitan. Ustedes, los escribas, ¿están fuertes o débiles? ¿Están enfermos o sanos? Ustedes están más enfermos que los recaudadores de impuestos, pero no están dispuestos a reconocerlo. Y puesto que no reconocen su necesidad, no puedo sanarlos. Yo he venido como Médico para sanarlos, pero no quieren reconocer que están enfermos. Además, no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”.

El gozo de ser salvos

En los casos que se relatan en 2:1-12 y 2:13-17, en los cuales el Señor perdonó los pecados al enfermo y cenó con los pecadores, vemos la mejor manera de llevar a cabo el servicio evangélico, la cual consiste en ayudar a las personas a recibir el perdón de sus pecados a fin de traernos a disfrutar a Dios. Cenar con el Señor Jesús equivale a disfrutar a Dios junto con El.

Todos los pecadores perdieron a Dios y dejaron de disfrutarle. Fueron llevados cautivos, separados de Dios y privados del disfrute que se halla en El; y se convirtieron en esclavos de Satanás. Los pecadores son esclavos que están bajo la potestad de Satanás. Debido a esto, no encuentran satisfacción ni paz. Lo primero que hizo el Señor Jesús al llevar a cabo el servicio evangélico, fue perdonar nuestros pecados y traernos a disfrutar a Dios.

Después de que usted fue salvo, ¿acaso no experimentó un disfrute, algo semejante a un banquete? Si fue salvo y no gustó de tal fiesta, quiere decir que no recibió el gozo de la salvación de Dios. En este sentido, la salvación que experimentó no fue adecuada ni completa. La salvación completa incluye el perdón de pecados así como el gozo que se encuentra en Dios. Este gozo es el disfrute que tenemos de Dios, y dicho disfrute es un banquete.

Todavía recuerdo la experiencia que tuve cuando fui salvo. Aunque nací, fui criado e instruido en el cristianismo, no fui salvo sino hasta la edad de diecinueve años. ¡Qué gozo experimenté el día que fui salvo! Me sentía tan alegre, y todas las cosas del cielo y de la tierra me parecían muy agradables. No era otra cosa que el deleite que se halla en Dios, el gozo de la salvación, el cual es un banquete. Cuando experimentamos el gozo de la salvación, cenamos con el Señor Jesús.

Muchos podemos testificar que cuando recordamos nuestra experiencia de salvación, todavía gustamos del gozo que tuvimos. Después de ser salvos y de saber que nuestros pecados habían sido perdonados, experimentamos el gozo en nuestro interior. Para nosotros, el Señor Jesús era la persona más maravillosa, y nos gozábamos en El y cenábamos con El.

El gozo de la salvación, que es disfrutar a Dios, es una prueba contundente de que hemos vuelto a Dios. El gozo de la salvación testifica que ya no estamos lejos de Dios, sino que hemos vuelto a El. La manera apropiada de llevar a cabo el servicio evangélico es ayudar a las personas a experimentar el perdón de pecados para que obtengan el gozo de la salvación, para que disfruten a Dios.

TRES CASOS DE ENFERMEDADES

Hasta ahora hemos abarcado tres casos de enfermedades contenidos en el Evangelio de Marcos. El primero fue el de la suegra de Pedro (1:30-31), quien estaba enferma de fiebre. Esta fiebre, como dijimos, puede referirse al mal genio desenfrenado, el cual es anormal y desmesurado. Marcos emplea a una mujer para presentar esta condición, ya que esta clase de fiebre les da especialmente a las mujeres, y hace que se pongan muy susceptibles. Para poder ayudar a alguien que tiene esta fiebre, es necesario que nosotros mismos estemos sosegados. Entonces, poco a poco la persona también se sosegará.

En este evangelio el segundo caso de enfermedad es el del leproso (1:40-45), el cual representa a un pecador típico. La lepra es la enfermedad más contaminadora y contagiosa, y hace que la persona sea aislada de Dios y de los hombres; priva a su víctima de la comunión con Dios y con el hombre. Limpiar al leproso según se narra en 1:40-45, indica restaurar al pecador a la comunión con Dios y con los hombres. El leproso no sólo necesitaba ser sano, sino también ser limpio. Este caso era mucho más grave que el de la suegra de Pedro, pues ella no necesitaba ser limpia, sólo sana.

El tercer caso de enfermedad que se relata en este evangelio es el del paralítico (2:1-12), un hombre que estaba incapacitado como resultado de sufrir un parálisis. El caso de la suegra de Pedro y el del paralítico indican que los hombres son incapacitados por el pecado y que las mujeres tienen fiebre como resultado del pecado. En otras palabras, el mismo pecado que incapacita al hombre, también hace que la mujer “se encienda” en fiebre. Por tanto, podemos decir que las mujeres están enfermas de fiebre, y los hombres, de parálisis, o sea, que están incapacitados. Además, tanto los hombres como las mujeres son leprosos que necesitan ser limpiados.

Estos tres casos revelan que el Salvador-Esclavo sirve a los enfermos de fiebre, a los paralíticos y a los leprosos. El Señor nos sirve con Su potestad para perdonar y con su poder para limpiar. El perdona nuestros pecados, nos limpia y nos hace volver a Dios. Restaura nuestra comunión con Dios y con el hombre. Por El, nuestros pecados han desaparecido y tenemos a Dios como nuestro todo. Ahora disfrutamos a Dios como nuestra vida, nuestra luz y como el todo para nosotros. Nos deleitamos con el Señor. Este es el evangelio, y ésta es la manera de llevar a cabo el servicio evangélico.


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