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Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7932-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 17 Sección 3 de 4

CELEBRAR LA FIESTA AL COMER A CRISTO

Luego, Pablo dice que Cristo es nuestra Pascua (5:7). La pascua tenía dos aspectos: el aspecto de la sangre para la redención y el aspecto de la carne para la alimentación (Éx. 12:3-10). Durante la pascua el pueblo de Israel primero rociaba la sangre sobre el dintel de sus casas. Después que rociaban el dintel de sus puertas con la sangre, ellos no ayunaban ni oraban; más bien, empezaban a comer. El rociamiento era necesario para que ellos comieran, y el objeto de que comieran era para que salieran de Egipto (vs. 11, 31). ¿Cómo podían los israelitas dejar Egipto? Lo hicieron no sólo mediante el rociamiento de la sangre, sino al comer el cordero. Al comerlo tenían las fuerzas para dejar Egipto. En el pasado yo escuché muchos mensajes en el cristianismo acerca del rociamiento de la sangre, pero no oí un solo mensaje acerca de comer del cordero. Pablo dijo que Cristo es nuestra Pascua, no sólo para redimirnos, sino también para alimentarnos. Él derramó Su sangre para redención; ahora Él se ofrece a Sí mismo como alimento. Todos debemos alimentarnos de Jesús. Debemos comer del Cordero con panes sin levadura.

Pablo dice: “Así que celebremos la fiesta” (1 Co. 5:8). Después de la pascua entramos en una fiesta. Día tras día disfrutamos de los panes sin levadura. Los que estudian la Biblia coinciden que en tipología el pan sin levadura es Cristo. Por consiguiente, disfrutamos de un banquete al comer a Cristo como el pan sin levadura. Éste es el espíritu del escritor de este libro. No debemos aportar nuestros propios conceptos a este libro. Tenemos que desechar nuestros conceptos y entrar en el espíritu del escritor. El espíritu del escritor era que los corintios carecían de Cristo. Estaban carentes del disfrute de Cristo; a ellos les hacía falta comer de Cristo. Debían darse cuenta de que todos ellos habían tomado a Cristo como su Pascua, el cual no sólo redime, sino que también alimenta. Después de esto, ellos celebraron la fiesta al tomar a Cristo como los panes sin levadura. No se debe aprender meramente las enseñanzas. Esto traerá muerte. Más bien, celebremos la fiesta. Tenemos una fiesta los trescientos sesenta y cinco días del año. Todos los días los cristianos tenemos fiesta, y celebramos esta fiesta al comer a Jesús como los panes sin levadura.

COMER A JESÚS Y BEBER DEL FLUIR
QUE PROCEDE DE ÉL

En 10:3-4 Pablo dice: “Todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”. Esto nuevamente se refiere a nuestro disfrute de Cristo. El pueblo de Israel comenzó su vida espiritual, su jornada espiritual, el día en que ellos comieron la pascua, y en el desierto comieron el maná día tras día. Esta tipología indica que día a día debemos comer a Jesús y beber del fluir que procede de Él. No sólo aprendamos enseñanzas, y no tratemos de adquirir muchos dones. Simplemente aprendamos a comer. Las iglesias locales deben ser iglesias que comen y beben. Éstas no son iglesias de enseñanzas, ni iglesias de dones carismáticos. Somos la iglesia que come y bebe. Día tras día comemos y bebemos de Jesús.

PARTICIPAR DE LA MESA DEL SEÑOR

En 1 Corintios 10:21 se habla de participar de la mesa del Señor. Somos los participantes de la mesa del Señor. Los participantes son los que comen; somos los comensales de la mesa del Señor. La mesa indica un banquete. Somos los que comen del banquete del Señor. Según el contexto del capítulo 10, la mesa del Señor es el cumplimiento de la antigua ofrenda de paz. El versículo 18 dice: “Mirad a Israel según la carne; los que comen de los sacrificios, ¿no están en comunión con el altar?”. El altar alude a la ofrenda de paz. En la ofrenda de paz había cinco porciones. Había una porción para Dios, una porción para el sacerdote que ministraba, una porción para el oferente, una porción para todos los sacerdotes y una porción para todo el pueblo que estaba presente. Todos los que estaban allí tenían el privilegio de participar de la ofrenda de paz en la presencia de Dios, y tomaban su porción junto con Dios. Todos, incluyendo a Dios, eran comensales. Dios era uno de los que comían, el sacerdote que ministraba era uno de los que comían, el oferente era uno de los que comían, la familia del sacerdote comía y todas las personas que estaban presentes allí comían. Todos ellos comían de lo mismo en comunión, y tenían paz con Dios y tenían paz los unos con los otros. Ahora en la mesa del Señor, cuando comemos el pan, hay una porción para Dios y una porción para todos nosotros. Todos disfrutamos a Cristo en la presencia de Dios con paz. Ésta es la paz verdadera que hay entre nosotros y Dios, y es la paz verdadera entre nosotros, los unos con los otros. Así somos partícipes de Cristo y le disfrutamos. Este disfrute de Cristo tiene como objeto el crecimiento.


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