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Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6926-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 41 Sección 2 de 3

LA COMUNIÓN

El versículo 3 dice: “Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo”. La palabra traducida “anunciamos” significa entregar; por ejemplo, no se trata simplemente de mostrarle mi himnario, sino de entregárselo. Cuando les entregamos esta vida a otros, el resultado de ello es comunión. Si tenemos vida, estamos en la comunión. Les entregamos esta vida eterna a otros a fin de que ellos tengan comunión con nosotros, con el Padre y con Su Hijo Jesucristo.

LA LUZ

Los versículos 4 y 5 dicen: “Estas cosas os escribimos, para que nuestro gozo sea cumplido. Y éste es el mensaje que hemos oído de Él, y os anunciamos: Dios es luz, y en Él no hay ningunas tinieblas”. El hecho de que Dios sea luz para nosotros es algo subjetivo. El contexto deja claro que Dios es luz cuando tenemos vida y cuando estamos en la comunión de vida. En esta comunión de vida hay luz. Todas estas palabras claves —la Palabra, la vida, la luz y Dios— se hallan también en el Evangelio de Juan, capítulo 1. La diferencia es que en el Evangelio son objetivas, mientras que en las Epístolas la realidad de estas palabras está dentro de nosotros. La luz se halla en la comunión; cualquier grado de tinieblas significa que algo está mal.

El versículo 6 continúa: “Si decimos que tenemos comunión con Él y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”. Con respecto a algunos de los santos, podemos percibir que hay transparencia. Mientras conversamos y tenemos comunión con ellos, no percibimos que haya tinieblas ni ninguna opacidad. Con respecto a otros, en cambio, no sucede lo mismo; quizás sólo una parte de su ser sea transparente y el resto de su ser esté en tinieblas. Es posible que usted esté en tinieblas y diga que no lo está. Usted puede estar engañado por el enemigo y mienta sin querer. Subconscientemente usted engaña a otros debido a las tinieblas que hay en su ser.

LA LIMPIEZA DE LA SANGRE

“Pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado” (v. 7). Puesto que la luz es Dios mismo, andar en la luz es andar en Dios. Es posible que vayamos a una reunión de comunión o a la casa de un hermano para tener comunión y no tengamos verdadera comunión. No es posible tener comunión si andamos en tinieblas. Tal vez tengamos contacto externamente, pero si el fluir de vida no está presente en nuestro interior, no hay verdadera comunión. Pero si andamos en la luz como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre nos limpia de todo pecado. Si andamos en Dios y estamos en la comunión, nuestra verdadera situación saldrá a la luz. Veremos que con respecto a este asunto estamos mal y que con respecto a aquel asunto estamos equivocados. Ciertamente confesaremos y le pediremos perdón al Señor. Esta confesión es el resultado espontáneo de la luz que hay en la comunión. Entonces la sangre limpiará, aun sin necesidad de que la apliquemos. Muchas veces aplicamos la sangre estando en tinieblas y estando fuera de la comunión y en muerte. Mientras tengamos una actitud así de frívola y despreocupada, la sangre no nos limpiará.

ANDAR EN LA LUZ
PARA QUE LA SANGRE NOS LIMPIE

Permanecer en Cristo de una manera real es un asunto muy fino y delicado. Es por ello que debemos acudir al Señor día a día para pasar tiempo en Su presencia y para que Él nos examine si estamos en la vida, en la comunión, en la luz que todo lo descubre y plenamente bajo la limpieza de la sangre. Si es así, entonces tendremos la certeza de que somos personas transparentes y que no hay nada entre Él y nosotros. Esto es permanecer. A fin de permanecer en Cristo necesitamos de la comunión, la luz, la iluminación, la confesión y la limpieza.

LA CONFESIÓN

Los versículos 8 y 9 dicen: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. Aun en los días del apóstol, algunos andaban diciendo que una vez que eran salvos ya no pecaban. Esto es un engaño. La realidad es que todavía el pecado está en nosotros.

¿Cómo confiesa usted sus pecados? Hay una confesión que es según el conocimiento. Usted sabe que ha ofendido a alguien, y por eso le pide al Señor que lo perdone. Su conciencia no es tocada, usted no se lamenta ni derrama lágrimas. Esto es una confesión fuera de la esfera de la vida, y su verdadera situación no ha sido revelada por la luz. No me atrevería a decir nada con respecto a si Dios reconoce o no dicha confesión que es sólo conforme al conocimiento, pero sí les diría que no tiene ningún efecto en su vida.


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