Información del libro

Vida que vence, Lapor Watchman Nee

ISBN: 978-1-57593-909-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 11 Sección 3 de 4

ENTREGARSE SIGNIFICA SOLTAR

Hermanos y hermanas, ¿qué sucede cuando vemos que el Señor murió en la cruz por nosotros? ¿Qué sucede cuando creemos? Inmediatamente dejamos de tratar de hacer el bien. Somos salvos tan pronto creemos. Igualmente cuando vemos que el Señor nos ha llevado a la cruz, y nos ha crucificado allí, cesamos de luchar y no tratamos de mejorar. Una vez que creemos que el Señor está en nosotros y que vence en nuestro lugar, detenemos nuestras obras y permitimos que Dios nos rescate. Decimos: “Señor, nunca mejoraré y tampoco tengo la intención de intentarlo. No haré nada de hoy en adelante. No tomaré el control ni me preocuparé por nada. Soltaré todo a partir de hoy, y los problemas ya no serán míos”. Hermanos y hermanas, esto es lo que significa rendirnos. Esto es lo que significa soltar.

Algunos han dicho que soltar es muy difícil. Al llegar la tentación deben sostener una pelea, y al comenzar a enojarse, piensan que deben luchar. Una vez que se proponen hacer algo y fracasan, piensan que sólo tienen que tomar una decisión más firme la próxima vez. Sin embargo, otra determinación traerá otra derrota, y una nueva promesa sólo traerá consigo otra promesa quebrantada. Cuanto más determinaciones tomemos, más fracasaremos. Si la primera decisión no fue lo suficientemente firme, aunque la segunda lo sea más, tampoco traerá resultados. Romanos 7 describe esto muy detalladamente: “Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (v. 18). Ninguna promesa que hagamos sirve para nada, porque no hemos soltado. Aún seguimos administrando nuestros propios asuntos; no podemos decir que fuimos crucificados juntamente con Cristo ni que ya no vivimos nosotros. Soltar significa morir, renunciar; significa abandonar todo esfuerzo por tomar control y olvidarnos del asunto. Cuando ya no seamos capaces, Dios podrá obrar. Por tanto, la primera condición es soltar los asuntos.

Había en Tientsin un hermano de apellido Lee, que me preguntó una vez cómo podía soltar las cosas. Dijo que no podía renunciar ni soltar; ¿qué debía hacer? Le pregunté qué hacía en su empresa, y me dijo que era gerente del departamento de textiles. Le pregunté qué haría si el gerente general le dijera que el mes entrante no lo necesitaría más en la empresa, y desde entonces quedaría despedido. El respondió que lo único que podía hacer sería renunciar. Luego le pregunté: “Suponga que al mes siguiente llega el nuevo gerente y usted le entrega todo a él. ¿Qué haría si un comprador se acercara a usted y le preguntara qué clase de tela nueva tiene? ¿Qué precio tiene? ¿Cuánto juzga que subirá el precio en dos días?”. El hermano respondió: “Si esto sucediera unos pocos días antes de la llegada del nuevo gerente, trataría de hacer los cálculos pertinentes para determinar lo que la compañía tiene en bodega y cuánto necesitaríamos almacenar. Pero si ya hubiese entregado todo al nuevo gerente, no tendría que hacer nada. Todo lo que podría hacer sería ver a los demás trabajar”. Esto es lo que significa soltar y rendirnos. Esto es lo que significa estar crucificados con Cristo. Debemos decirle al Señor: “No renuncio porque sea capaz; renuncio porque no puedo tolerar más esto. No soy capaz de hacer nada; no logro manejar las cosas. Es por esto que tengo que renunciar. Mi mal genio persiste; mi orgullo aún está presente; mi obstinación y mi envidia todavía están conmigo. No puedo hacer nada al respecto. Lo único que me resta por hacer es rendirme y renunciar. Sólo puedo decir que en lo sucesivo todo queda en Tus manos”. Sin embargo, cuando aparezcan “posibles compradores”, no debemos alarmarnos. Hay muchos “compradores” que vienen cada día a ofrecernos sus productos. Lo único que debemos hacer es dejar todo en las manos del Señor. No debemos preocuparnos ni tratar de hacer nada. Esto es lo que significa vencer; esto es lo que significa rendirse.

SATANAS TRATA DE INDUCIRNOS A ACTUAR

¿Sabe usted lo que es la tentación? Un hermano una vez dijo que siempre era tentado a airarse; otro hermano decía que era tentado a ser obstinado; otro decía que era tentado continuamente por pensamientos impuros, y otro se quejaba de que era tentado por su lengua precipitada. Parece que existieran mil clases de tentación para mil diferentes clases de personas. Pero en realidad sólo existe una única tentación en el mundo. Creemos que las tentaciones nos conducen al mal genio, al orgullo, a la avaricia o al adulterio. Pero para Satanás sólo hay una tentación: la tentación de incitarnos a hacer algo. Satanás no trata de inducirnos a perder la paciencia ni a que seamos orgullosos, avaros ni adúlteros. El nos tienta a que nos movamos. Si él logra movernos, prevalecerá sobre nosotros. No importa cómo nos movamos. Si él logra iniciar en nosotros algún movimiento, ya hemos fracasado. En el momento en que nos movamos, él podrá ganar la victoria sobre nuestra oración y sobre nuestra lectura de la Palabra. Quisiera poder decirles esto con lágrimas en mis ojos. No debemos movernos. Tan pronto como nos movamos, seremos derrotados. Podemos luchar contra Satanás y podemos pelear contra él y resistirlo; pero en el momento en que nos movamos, él habrá obtenido total victoria. Debemos entender que la clave de nuestra victoria es permanecer firmes, no tomar el control. Una vez que tratemos de manejar la situación, fracasaremos. Hermanos y hermanas, esto es lo más asombroso. Dios desea hacernos a un lado para permitir que Su Hijo venza por nosotros.

Gálatas 5:17 dice: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí; para que no hagáis lo que quisiereis”. Este versículo no dice que nosotros nos oponemos a nuestros deseos ni que nuestros deseos se oponen a nosotros, sino que el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne. Nosotros no desempeñamos aquí ningún papel. Estos dos partidos se oponen el uno al otro. ¿Qué significa esto? Un hermano se lamentaba una vez porque sus únicos deseos eran el pecado y la impureza; no podía evitarlo. Pero en realidad es la carne la que lucha contra el Espíritu, y el Espíritu el que se opone a la carne. Nosotros no tenemos parte en esta batalla. Es así como Dios nos libra. Si nos hacemos a un lado y dejamos que el Espíritu luche contra nuestros deseos, y los deseos contra el Espíritu, experimentaremos liberación.

Cuando fui salvo, escuché la historia de una jovencita que conocía bien el significado de la victoria. Durante la convención de Keswick, un hombre le preguntó cómo vencía cuando el diablo venía a ella. Ella respondió: “Antes, cuando el diablo tocaba a mi puerta, le decía: ‘¡No entres, no entres!’. Pero todo esto terminaba en derrota. Ahora cuando el diablo toca a mi puerta, digo: ‘Señor, abre Tú la puerta’. Cuando el Señor abre la puerta, el diablo el dice: ‘Lo siento. Creo que me equivoqué de puerta’. Luego sale corriendo”.

Cuando somos tentados y decimos: “Señor, sálvame, aquí viene otra vez más la tentación”. El diablo entrará aún antes de abrir la puerta. Tenemos que dejar que el Señor se haga cargo por completo del asunto. Cuanto más oremos, más desesperados estaremos; y cuanto más repitamos nuestra oración, más difícil se nos hará soltar el asunto. Un hermano dijo una vez que cuando Pedro se hundía en el agua, solamente clamó: “¡Señor, sálvame!”. Soltar es orar usando una frase corta. Si uno continúa diciendo “Señor, sálvame...” cinco o diez veces, ya habrá sido derrotado. A esta clase de oración la llamo, la oración del ahorcado. Esto es como una persona que sigue tratando de ahorcarse una segunda y aún una tercera vez después de fracasar en el primer intento. Cuando una persona ora repetidas veces así, demuestra que aún no lo ha soltado todo. Trata de echar mano de la victoria con sus oraciones; trata de vencer con sus propias fuerzas. El resultado será invariablemente el fracaso. Si deja de orar tanto, todavía tendrá la posibilidad de vencer. Recuerden que Satanás trata de hacer que nos movamos. Mientras nos movamos, inclusive en nuestra oración, él obtendrá lo que quiere.

Suponga que usted pierde la paciencia cada vez que lo provocan. ¿Qué haría hoy? ¿Qué haría si alguien continuara provocándolo con sus palabras y la provocación se volviera cada vez peor? “Señor, no tomaré el control de este asunto; mi mal genio ya no es responsabilidad mía; la victoria es Tu responsabilidad. No puedo controlar mi mal genio. Señor, Tú debes hacerte cargo de esto”. Si usted puede decir esto, en verdad habrá soltado el asunto. El Señor tomará el control, y usted manifestará la paciencia de El. Podrá darle gracias y alabarlo, diciendo: “Señor, ya no quiero responsabilizarme de esto”. Pero si piensa que no puede soportar más la provocación, y ora: “Señor, líbrame porque estoy a punto de perder la paciencia”. Quince minutos le parecerán quince horas. Aunque tal vez no se llegue a enojar exteriormente, estará ardiendo por dentro. Esto no es victoria. Satanás no necesita que usted pierda la paciencia de modo exagerado. Todo lo que tiene que hacer es moverse un poco, y él obtendrá la victoria.

Vencer significa no moverse. Vencer es no hacer caso de la situación y darle la espalda. Si no se mueve, hace la situación a un lado y se aleja, estará soltando el asunto. La victoria no tiene nada que ver con usted. Usted ya está muerto; es Cristo quien vence por usted. La victoria significa que usted muere y Cristo vive.

Recientemente en Chefoo muchos hermanos y hermanas descubrieron la experiencia de vencer. Una hermana había tenido un pasado difícil. Había sido maltratada por su esposo y por su suegra. Ella soportaba esto, pero no vencía. Después de escuchar mi predicación sobre la vida vencedora, recibió la palabra. Pero después de dos días vino y me preguntó cómo podía soltar las cosas y ponerlas en las manos del Señor. Traté de explicárselo, pero no pudo entender. Finalmente le pedí al Señor que me diera un ejemplo apropiado. Así que le dije: “Hermana, ¿alguna vez ha ido en coche a la casa de un amiga?”. Respondió que sí. “Suponga que usted llega a la casa de su amiga y mientras le paga al cochero, llega su amiga y trata de pagar por usted. Aunque usted va a pagar, su amiga insiste y paga. Suponga que al tratar de devolverle el dinero, ella no lo acepta y se lo devuelve. ¿Alguna vez ha estado en una situación semejante?”. Ella dijo que sí. Luego proseguí: “Suponga que su amiga le pagó veinte centavos al cochero, y el hombre los recibió y se marchó. Puesto que usted no quería que su amiga pagara, le puso el dinero en la mano. Pero al salir usted, ella vuelve a poner el dinero en la palma de su mano. Después de repetirse varias veces esta escena de tomar y recibir, decide dejar el dinero en el suelo y se despide de su amiga. Pero después, se queda pensando si su amiga habrá tomado el dinero; piensa qué sucedería si no lo toma y que tal vez en lugar de ella, otra persona de la calle lo haya tomado. Finalmente se queda pensando que el cochero o un niño lo podría tomar. Por lo tanto usted mira hacia atrás para ver si su amiga lo tomó. Al ver que su amiga no lo ha tomado aún, da la espalda de nuevo, pero sigue mirando con disimulo. Mientras usted siga mirando disimuladamente, su amiga nunca tomará el dinero. Pero si usted abandona el dinero en el suelo y le dice: ‘Ahí queda el dinero; tómalo’, y sale corriendo sin mirar hacia atrás, probablemente su amiga lo tomará”. Después de darle este ejemplo, ella entendió y pudo experimentar la vida vencedora.

Esta es la manera en que muchas personas le entregan sus asuntos al Señor. Por un lado, dicen haber entregado todo a Dios; pero por otro, están intranquilos en su corazón; siguen mirando atrás. Mientras usted tome el control, El no lo tomará, sino que se lo dejará a usted. Si deja de tomar el control, entonces El lo hará y asumirá toda la responsabilidad. Si desea seguir tomando el control, será asunto suyo reprimir su mal genio y tendrá que hacerlo todo por su cuenta. ¿Qué significa rendirse? Significa dejar el dinero en el suelo, dar la espalda y marcharse. Significa hacer caso omiso de la situación sin importarle si un niño, el cochero o alguna otra persona toma el dinero. Deje de preocuparse y no se responsabilice de ello. Sólo necesita decirle al Señor: “Señor, te entrego todo a Ti. De ahora en adelante no me importa si soy malo o bueno”. Una vez que se entregue a Dios de esta manera, Dios tomará lo que usted le haya entregado. Todo lo que debemos hacer es entregarle al Señor lo que tenemos.

Primero tenemos que abandonar las cosas para que Dios recoja lo que ya abandonamos. Sin embargo, siempre esperamos que Dios recoja antes de que nosotros soltemos el asunto. Pero Dios desea que nosotros soltemos el asunto antes de recogerlo El. Yo le dije al hermano que mencioné antes, que si su jefe decidiera despedirlo el primer día del siguiente mes, y que si un nuevo gerente fuese contratado, tendría que entregarle todo a él. Durante este período de transición, él asumiría solamente la mitad de la responsabilidad y la otra persona, la otra mitad. Durante esa transición, tanto el antiguo como el nuevo gerente se encuentran presentes a la vez. Pero en el caso de Dios, o El toma todo o no toma nada. El nunca tomará la mitad, dejando la otra mitad a nuestro cargo. Nosotros tenemos que renunciar el día treinta y uno, y Dios asumirá el cargo en el día primero. Si tratamos de renunciar gradualmente, Dios nunca tomará el control.

Uno de nuestros mayores pecados es tener un corazón incrédulo. Tratamos de controlarnos y reprimirnos todos los días. Somos nosotros los que nos controlamos y nos reprimimos. Nos preocupa qué sucedería si no nos reprimiéramos o si dejáramos de tomar el control. Al predicarle el evangelio a un incrédulo, le decimos que ya no tiene que preocuparse de nada, porque Cristo murió por él, y que sólo necesita creer, y recibirlo todo. De la misma forma, fuimos crucificados con Cristo, y El ahora vive en nosotros. Damos gracias a Dios y lo alabamos porque Cristo es nuestra Cabeza y nosotros somos Sus miembros. Cristo es la vid y nosotros Sus pámpanos. El es nuestra vida y nuestro todo. Una vez que seamos quitados de en medio; una vez nos rindamos, renunciemos y nos hagamos a un lado, Cristo comenzará a tomar el control.

Si un incrédulo trata de ponerse fin a sí mismo, el diablo vendrá a morar en él. Dice: “Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí” (Mt. 12:44, 45). Para los creyentes es como el caso de dos familias bajo un mismo techo. Cuando una de ellas se mude, la otra seguirá allí. Si un hombre no es salvo, no será victorioso aunque desista de todas sus obras. Pero si es salvo, el Señor le concederá plena victoria tan pronto cese de sus obras. Una vez que el yo sale, viene la victoria. Una vez que nos mudemos, venceremos. Renunciar y soltar significa deshacernos de nosotros mismos y mudarnos a otro lugar. Esto es lo que significa rendirse incondicionalmente.

En el libro The Christian’s Secret of a Happy Life [La clave de una vida cristiana feliz], se encuentra la historia de un cristiano que descendía a un pozo seco. En el borde del pozo había una soga, y el hombre lo utilizó para descender. Pero repentinamente, llego al fin de la soga. Quería llegar hasta el fondo, pero no sabía a que profundidad estaba. Pensó en regresar de nuevo y salir del pozo, pero ya no le quedaban fuerzas. Lo único que podía hacer era agarrarse con firmeza de la soga y gritar pidiendo ayuda. Pero como el pozo quedaba en un desierto y él se hallaba en el fondo, nadie vino en su ayuda. Muy pronto quedó sin voz, llegó al final de sus fuerzas y no pudo aferrarse más. Así que oró: “Dios, que pueda caer en la eternidad”. Después de proferir estas palabras se soltó y cayó; mas sólo fue una caída de tres pulgadas. Aquellos que piensan que caerán en el abismo, cuando se suelten, descubrirán que han caído sobre la Roca eterna, y no en la eternidad. Hermanos y hermanas, ¡suéltense! ¡Suéltense! La primera condición para experimentar la vida vencedora es soltarse. De ahora en adelante no necesitamos seguir tomando las riendas. Esto quiere decir que a partir de hoy usted vencerá. Renunciar trae la victoria.

Recientemente en Chefoo una hermana oyó que había dos condiciones para experimentar una vida vencedora: rendirse y creer. Yo le pregunté si ella había vencido. Ella tenía la costumbre de ir a orar siempre a la montaña, y respondió: “Subí hoy a la montaña y cavé otra tumba para mí y enterré otra cosa”. Le pregunté por algunas cosas y respondió en todos los casos de la misma forma. Sabía que ya había eliminado muchos pecados difíciles, pero aún no estaba satisfecha. Oré por ella, pero esto no tuvo mucho efecto en ella. Un día pedí a Dios que me diera palabras para ayudarla a vencer. Llegó la ocasión un día en que ella tocaba un himno. Le pregunté cómo estaba, y de inmediato rompió a llorar. Me dijo que había vencido muchos pecados, pero que no podía vencer el pequeño pecado de comer a deshora constantemente. Para otros esto podría ser de poca importancia, pero para ella era simplemente un pecado. Cuando dijo esto, me reí y le dije: “Esto es maravilloso. No puede haber nada mejor”. Ella dijo: “Usted dijo que la condición para recibir la vida vencedora es primeramente rendirse y que la segunda condición es creer. Pues no puedo rendirme, ni tampoco puedo creer”. Así que le dije: “¿Por qué entonces no desiste de tratar de rendirte y de creer?”. Ella respondió: “Pero ¿no dijo usted que la primera condición es rendirse y después creer? No puedo rendirme ni creer, ¿qué debo hacer?”. Le dije: “Simplemente no siga rindiéndose y creyendo. ¿Qué significa rendirse? Rendirse es soltar las cosas. Soltar las cosas no es un trabajo, pero usted lo ha convertido en un trabajo. Creer tampoco es un trabajo, pero usted ha hecho que se convierta en un trabajo. Si no puede rendirse ni creer, simplemente quédese como está. No hay necesidad de que trate de enmendarse ni tampoco es necesario que suelte. Es cierto que la condición para vencer es rendirse y creer; pero usted ha hecho de rendirse y creer una fórmula para alcanzar victoria. Esto no funcionará. Simplemente suelte todo por completo. No es necesario que haga nada. Ni siquiera es necesario que usted suelte o crea. Si puede pronunciar una alabanza, entonces hágalo; y si no puede, no hay necesidad de que lo intente. Si puede venir delante del Señor, entonces hágalo. Venga delante de El, no importa si está viva o muerta. Esto es todo lo que necesita hacer. Esto es lo que significa soltar”. Hermanos, somos demasiado complicados. Dios dice que no tenemos que hacer nada, pero aún queremos seguir haciendo muchas cosas. Muchos hermanos y hermanas dicen haberlo soltado todo, pero han convertido esta acción en una especie de trabajo. Luchan constantemente entre soltar y no soltar. Así que siguen ejerciendo su propia fuerza. Soltar las cosas significa que uno ya venció. Esto es la victoria. Después de que la hermana escuchó mi palabra, quedó confundida durante tres días. La luz fue demasiado fuerte para ella y quedó confundida. Pero después de estos tres días, logró vencer. ¿Hay alguna cosa que no puedan vencer? Esta hermana tenía una sola cosa que no podía soltar, pero el Señor le dio la victoria.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top