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Cristo es contrario a la religiónpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1012-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 23 Sección 4 de 4

EL CAPITULO DIEZ INTERPRETA AL NUEVE

El capítulo diez de Juan está relacionado con el capítulo nueve; no se trata de dos relatos separados, sino de uno solo, en dos capítulos. En el capítulo diez, el Señor Jesús dijo: “El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (v. 10). A menudo hemos citado este versículo aisladamente, sin tomar en cuenta su contexto. Pero ahora, al unir estos dos capítulos, vemos cómo el Señor nos imparte vida. El hombre ciego se encontraba allí y estaba necesitado; era simplemente un hombre hecho de barro, y el Señor Jesús lo sanó. El Señor le recobró la vista con el elemento que salió de Su boca, al escupir en tierra y mezclar Su saliva con dicha tierra. El hombre ciego fue ungido y sanado con ese ungüento extraño. Sin el capítulo diez, resultaría bastante difícil entender lo que significa esta mezcla de la saliva del Señor con el barro. Pero este capítulo nos da la interpretación, al mostrar que mediante esa mezcla, el Señor impartió vida en aquel ciego: algo salió de Jesús y entró en el ciego, mezclándose con él. Lo que el Señor hizo en el capítulo nueve constituyó una señal, la cual representa una realidad espiritual. El Señor Jesús vino a impartirnos vida mediante algo que sale de Su boca y que se mezcla con nosotros. Cuando llegamos al capítulo veinte de este evangelio, vemos cómo el Señor Jesús, después de Su resurrección, fue a Sus discípulos y sopló en ellos. En cierto sentido este soplo fue una clase de saliva. Algo salió de Su boca y entró en Sus discípulos, mezclándose con ellos como lo hizo con el barro. Se trata de la vida que El imparte. La vida es el soplo del Señor, el cual entra en nosotros y se mezcla con nuestro ser. Por medio de dicha vida recibimos la vista.

COMO SE MEZCLA DIOS CON NOSOTROS

¿Cómo podemos hoy en día recibir algo que provenga del Señor, que entre en nuestro ser y se mezcle con nosotros? De dos formas: primero, al invocar el nombre del Señor Jesús, pues cuando invocamos Su nombre, respiramos Su persona; segundo, al orar-leer Su palabra. La saliva hoy es la Palabra viva, y nosotros somos el barro. Cuanto más oramos-leemos, más obtenemos el elemento del Señor Jesús, que entra en nosotros. Así es como se mezcla el Señor con nosotros, y como resultado, no sólo obtenemos vida, sino vida en abundancia. Y por medio de esta vida recibimos la vista.

Tal vez usted diga que siempre que hablo, termino mencionando el asunto de invocar el nombre del Señor y de orar-leer la Palabra. Es cierto, pues no he hallado otra manera que funcione mejor. En todos mis años de experiencia con el Señor, sólo he encontrado estas dos maneras: invocar el nombre del Señor y orar-leer la Palabra. Tengo la plena seguridad en que ésta es la mejor manera para que el Señor mezcle Su elemento con nosotros.

¿Se da cuenta de que usted es simplemente un pedazo de barro, que nació ciego y que ha estado guardado en un redil? Si comprende esto, debe permitir que Cristo imparta algo de Sí mismo dentro de su ser. Entonces obtendrá vida y recibirá la vista, saldrá del redil y disfrutará de los pastos verdes. La única manera es al invocar Su nombre y orar-leer. Debemos decir continuamente: “¡Oh Señor, amén! ¡Oh Señor, amén!” También debemos orar-leer continuamente la Palabra. Entonces la saliva de la boca del Señor se mezclará con el barro, es decir, con nosotros, y así seremos ungidos, pues esta mezcla es la unción. ¡Aleluya! cuanto más invocamos el nombre del Señor y oramos-leemos la Palabra, más somos ungidos. Esta unción es muy dulce, refrescante y nueva. De este modo podemos experimentar a Cristo como la puerta, el Pastor y los pastos. Por eso ahora pertenecemos al rebaño, la iglesia.

Finalmente, no tenemos nada ni valoramos nada, sino a Cristo y la iglesia, esto es, a la Cabeza y al Cuerpo. En estos días el Señor está en el proceso de recobrar estas verdades. El está recobrando a Cristo como vida, y está recobrando también la vida apropiada de iglesia. El Señor está haciendo esto para avergonzar al enemigo. De modo que Dios el Padre puede mirar al enemigo y decirle: “Satanás, mira, aun en esta tierra, en esta era de tinieblas, Mi Hijo Jesucristo puede tener Su Cuerpo”. Eso no es solamente una vergüenza para Satanás, sino también una cabeza de playa, es decir, el primer territorio tomado por el Señor por medio del cual Cristo ganará toda la tierra. La vida de la iglesia será la cabeza de playa que permitirá el regreso de Cristo. El Señor Jesús lo está haciendo, no de una manera humana, sino de una forma divina; no por medio de una organización, sino mediante el Espíritu transformador.


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