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Acerca de las reuniones en casapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6493-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 5 Sección 2 de 4

PABLO PREDICABA ÚNICAMENTE A JESUCRISTO
Y A ÉSTE CRUCIFICADO

Al final de enero de 1985 yo tomé un vuelo de Taipéi a los Estados Unidos. Tan pronto como despegó el avión, supe que las reuniones de hogar se desarrollarían a la etapa presente. Al comienzo las reuniones de hogar lograron recobrar a algunos que no habían estado reuniéndose por un buen tiempo. Algunos que habían dejado de reunirse por veinte o treinta años regresaron a las reuniones. Cuán precioso fue cuando todos ellos se reunieron, y cuán dulce fue cantar:

“Benditos son los lazos que unen
    Nuestros corazones en amor cristiano...
Y el amor y la unidad en perfección reinan
    Por toda la eternidad”.

Hymns, #860

Si una hermana que había dejado de reunirse por veinte años cantara esta canción, ciertamente habría prorrumpido en llanto, y todos también con ella. Sin embargo, las flores hermosas se marchitan, la luna va menguando y lo bueno no perdura. La reunión fue buena la primera vez, la segunda y la tercera, pero para la cuarta vez ya había perdido su sabor. Y para la quinta vez ya habían empezado a surgir los mitos profanos y de viejas.

Cuando la iglesia empezó a reunirse, la manera de reunirse empezado por Pedro la continuó Pablo. ¿Cómo sabemos esto? En 1 Corintios 2:1-2 Pablo dice: “Y yo, hermanos, cuando fui a vosotros [...] me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. Esto nos muestra que Pablo predicó un solo tema en la iglesia en Corinto, a saber, Jesucristo y éste crucificado. Él no habló de ética, moralidad o filosofía ni de la ley ni de doctrinas del Antiguo Testamento. Aquello de lo cual hablaba y predicaba era Jesucristo y éste crucificado.

EL PROPÓSITO DE LAS REUNIONES GRANDES
ES EXHIBIR A CRISTO
Y CADA UNO TIENE ALGO QUE TRAER

En el capítulo 14 de la misma epístola Pablo habla de las reuniones cristianas. Él primero habla de las reuniones grandes cuando dice que toda la iglesia se reúne en un solo lugar. ¿Qué debe hacerse en las reuniones grandes? En el versículo 26 Pablo dice: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene enseñanza, tiene revelación...”. La palabra tiene en este versículo no está en futuro, sino en presente. Esto significa que cuando usted viene a una reunión, antes de salir de su casa ya tiene un salmo o una revelación; por lo tanto, usted trae estas cosas a la reunión. Antes que empiece la reunión usted ya tiene algo. No significa que antes de empezar la reunión usted no tiene nada, pero al menos trae su Biblia y viene con las manos vacías, pensando que debido a que tuvo una terrible semana, no tiene nada, pero que está seguro de que en la reunión recibirá gracia. Así pues, usted se sienta y espera a que le ministren gracia. Cuando la reunión empieza o el Espíritu Santo se mueve en su interior, usted entonces se siente inspirado y pide un himno. No es así; más bien, antes de salir para la reunión, usted ya “tiene”, como indica el himno: “Llenos de Cristo en la reunión [...] Cristo exhibido es” (Himnos, #391). Este himno fue escrito según los tipos de las fiestas del Antiguo Testamento. Cada año los israelitas traían el producto de la tierra a las fiestas. Ellos traían el ganado, las ovejas, el grano y vino nuevo. Traían el producto de la buena tierra y luego exhibían todas estas riquezas. Todo este producto tipifica a Cristo. Las riquezas del producto que ellos traían a la fiesta tipifican al Cristo que traemos nosotros a las reuniones neotestamentarias. Nuestras reuniones deben ser una exhibición de Cristo.

Las reuniones grandes de las que Pablo habla son aquellas a las cuales cada uno trae a Cristo. Sin embargo, nuestras reuniones grandes no son así. Somos en cierto modo igual que el cristianismo, donde un solo hombre habla y los demás simplemente escuchan. En el ministerio de Pablo no solamente había reuniones grandes, sino también reuniones de hogar. Sabemos esto porque en sus epístolas él hace mención, al menos cuatro veces, de la iglesia que se reunía en el hogar de cierto hermano (Ro. 16:5; 1 Co. 16:19; Col. 4:15; Flm. 2). Si la iglesia se reunía en el hogar de cierto hermano, dicha reunión ciertamente debe de haber sido una reunión de hogar. Esto nos permite ver que había reuniones grandes y reuniones de hogar bajo los ministerios de Pedro y de Pablo.


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