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Exhortación amorosa a los colaboradores, ancianos y los que aman y buscan al Señor, Unapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0736-9
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 4 Sección 2 de 6

LA VIDA CORPORATIVA NECESARIA
PARA LA OBRA EN LAS UNIVERSIDADES

Sin embargo, la carga que quiero compartir en este mensaje es cómo trabajar en las universidades y especialmente cómo administrar las casas donde viven los hermanos y las casas donde viven las hermanas. Solamente nosotros establecemos casas donde se vive corporativamente. Aunque entre el pueblo cristiano algunos han practicado esto, no lo aprendimos de ellos, sino por experiencia propia. Hace tiempo vimos la necesidad de abrir casas para hermanos y casas para hermanas a fin de laborar en las universidades. Sin ellas, los “peces” que pesquemos no tendrían una vasija que los contuviese.

Al principio, no parecía fácil establecer estas casas. La práctica comenzó en la iglesia en Taipei, donde por más de veinte años se han tenido estas casas. Los hermanos de Taipei han experimentado bastante y aprendido mucho. Y ahora disfrutan un gran éxito con ellas. En una carta que recibí recientemente, me informaron que tienen ciento cuarenta y una personas nuevas que van a vincularse al entrenamiento de tiempo completo en Taiwan. Casi todas ellas terminaron sus estudios universitarios y vivieron en las casas de hermanos y de hermanas. El propósito de estas casas es ganar a los nuevos y traerlos a que vivan con otros hermanos u otras hermanas. Para ellos es un fracaso si no pueden traer a un recién convertido a las casas. En California hemos tratado de hacer lo mismo. Algunos santos que aman al Señor donaron estas casas; la iglesia no las tuvo que comprar.

Es bastante complicado traer a los jóvenes universitarios a las casas de hermanos solteros y de hermanas solteras. No basta con decirles a los estudiantes que tenemos una casa más cerca de la universidad que los dormitorios donde ellos viven y que es mejor para ellos vivir con los hermanos o las hermanas. Esto no estaría mal, pero ¿cómo podremos conservarlos? Este es un gran problema. Recientemente en el condado de Orange, el número de jóvenes que viven corporativamente en vez de aumentar ha disminuido. Olvídense de lo que han estado haciendo allí. Aprendamos un nuevo camino. Hasta cierto punto tengo un nuevo método que aprendí de lo realizado en Taiwan.

RECIBIR A LOS CREYENTES

Debemos recibir a los que el Señor recibió

Recientemente algunos de los jóvenes que viven en las casas de los solteros, dijeron que muchos estudiantes buscan la forma de vivir corporativamente, pero no tienen apoyo. Esto nos lleva al principio de recibir a los creyentes, lo cual ha sido un gran problema por ya casi dos mil años. El hermano Nee me habló de este problema cuando estábamos en Shanghai en 1948. Este fue un asunto importante en la práctica de las Asambleas de los Hermanos. La primera división que surgió entre ellos, entre Juan Nelson Darby y Jorge Müller, se debió la discrepancia de opiniones sobre este asunto. Darby decía que todos los creyentes que permanecían en las denominaciones eran compañeros de maldad y que ya que todas las denominaciones son malignas, si uno se une a ellas, se hace compañero de maldad. Por esa razón, ellos no reciben a ninguna persona que permanezca en las denominaciones. Jorge Müller no estaba de acuerdo, y ponía como ejemplo a su amigo Hudson Taylor, quien había fundado la Misión al Interior de la China. Müller le preguntó a Darby si creía que Taylor era un compañero de maldad. Al final hubo una división que creó los grupos conocidos hoy como los Hermanos Cerrados y los Hermanos Abiertos. Darby fue el fundador de los Hermanos Cerrados, y Müller el de los Hermanos Abiertos. Los primeros se fueron al extremo de decir que si la esposa y el esposo tenían diferentes opiniones no deberían comer juntos. Recientemente hubo otra gran división entre los Hermanos Cerrados. Un bando dice que deben examinar a todos los que deseen participar de la mesa del Señor; antes de recibirlos tienen que investigarlos; piensan que no deben recibirlos precipitadamente en la mesa del Señor. El otro bando afirma que esa tarea debe dejarse en las manos del Señor, pues El se encargará de ellos. Estas dos posturas han existido por muchos años.

En la China tuvimos que afrontar el asunto de cómo recibir a los creyentes. El hermano Nee nos enseñó que según Romanos 14 tenemos que recibir a toda clase de creyentes, sea que guarden ciertos días o que coman carne o sólo legumbres. No debemos preocuparnos por esos detalles ni recibir a los creyentes con la condición de que guarden ciertos días o coman ciertos alimentos. Pablo nos dice que como el Señor los recibió nosotros tenemos que recibirlos. Sin embargo, los bautistas del sur, por ejemplo, no reciben a nadie que ellos mismos no hayan bautizado; no basta con que hayan sido bautizados por inmersión; deben ser bautizados por su pastor y en su agua. Son bastante estrictos y no reconocen ninguna otra clase de bautismo. El bautismo por inmersión efectuado por su pastor y en su propio bautisterio es requisito indispensable para recibir a alguien en su iglesia.

Cuando empezamos a practicar la vida de iglesia según la Biblia como nos enseñó el hermano Nee, también enfrentamos estos problemas. Por eso cuando vine a este país en 1960, les dije a los hermanos, que debíamos mantener abierta la mesa del Señor. Me di cuenta de que, especialmente en los Estados Unidos, hay muchos creyentes que no sólo son salvos y regenerados, sino que también aman al Señor y están cansados de la práctica de investigar a la gente. Yo pienso que no debemos de tomar ese camino. Celebramos la mesa, y todo el que quiera asistir puede hacerlo. Hasta el presente eso es lo que practicamos.


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