Economía de Dios y el misterio de la transmisión de la Trinidad Divina, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7101-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el versículo 10 el Señor añadió: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?”. En los pasados mil ochocientos años, esta verdad ha sido gradualmente descuidada. Sin embargo, los teólogos de los primeros siglos consideraban este asunto muy importante. Ellos incluso crearon el término coinherencia, que significa que usted está en mí, y yo estoy en usted, y estamos el uno en el otro en mutualidad. En la teología actual del cristianismo, muchos enseñan la doctrina de la Trinidad, y algunos defienden el uso del término coexistencia, pero no muchos tienen el denuedo de usar el término coinherencia. Sin embargo, en la teología cristiana de los primeros días se usaban ambas expresiones, coexistencia y coinherencia. Éste es un asunto de gran trascendencia: el Hijo está en el Padre, el Padre está en el Hijo, y el Hijo y el Padre son uno solo. Es por ello que el Señor le preguntó a Felipe cómo era que él había visto al Hijo, pero no había visto al Padre.
Además, el Señor dijo: “Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras” (v. 10b). Esto simplemente significa que el Hijo habla mientras el Padre opera. Quizás algunos digan: “¿No es esto igual a lo que los chinos llamamos jugar shuang-huang?”. El shuang-huang* *El shuang-huang es un espectáculo de variedades en el que participan dos actores, uno de los cuales habla, mientras el otro actúa—Trans. requiere dos personas, mientras que aquí sólo hay una sola persona: esta persona es “Él” y al mismo tiempo “Yo”. “Yo” habla mientras que “Él” obra. El Hijo habla, lo cual equivale a expresar algo externamente. Sin embargo, el Hijo no habla por Su propia cuenta, sino que el Padre que permanece en el Hijo hace Sus obras. Esto indica que el Hijo habla externamente mientras que el Padre opera interiormente. Aquel que está afuera habla, mientras que Aquel que está adentro opera. Por lo tanto, ¿son Ellos dos personas? Podemos afirmar que Ellos son dos y a la vez uno, y uno y a la vez dos. Más aún, no es que uno habla externamente y otro obra internamente, sino que Aquel que obra interiormente está en Aquel que habla externamente, es decir, el Padre está en el Hijo. Al mismo tiempo, Aquel que habla externamente está dentro de Aquel que opera internamente, es decir, el Hijo está en el Padre. Por lo tanto, los dos en realidad son uno solo. Su coinherencia es un misterio insondable.
En última instancia, todos tenemos que reconocer que en realidad no sabemos todo lo que pensamos que sabemos. Sin embargo, sí es un verdadero hecho que el Hijo está en el Padre, que el Padre está en el Hijo, y que los dos son uno solo. Esto se muestra en la Biblia con toda claridad. Aunque son uno, todavía está el aspecto de que son dos; además, aunque tenemos el aspecto de que son dos, Ellos son uno. Éste es el misterio de la Trinidad Divina.
¿Por qué razón el Padre y el Hijo son coinherentes el uno en el otro? Porque Su coinherencia tiene por finalidad efectuar la impartición divina. Si Dios no fuera triuno, si el Hijo no hablara externamente mientras el Padre obrara interiormente, entonces no sería posible que Dios se impartiera en nuestro ser. Más aún, la impartición de Dios es un asunto que está completamente relacionado con la Palabra. Por ejemplo, las palabras que les hablo a ustedes son una especie de impartición. Yo estoy lleno de conocimiento interiormente; ¿qué debo hacer si mi deseo es infundirles todo mi conocimiento? Si fuera en busca de un doctor, él no podría inyectarles mi conocimiento. La manera más sencilla y eficaz es que les hable directamente. Cuanto más hablo, más les transmito todo el conocimiento que está en mí. Por lo tanto, hablar es impartir. De la misma manera, cuando uno labora para el Señor, tiene que aprender a hablar por el Señor a fin de poder impartirlo a Él en los demás.
En la antigüedad, cuando los hombres iban a la guerra, dependían principalmente de las armas que tenían en sus manos. Por esta razón, los chinos dicen que un soldado que es diestro en el uso de las armas puede defender una posición clave por su propia mano, o sea a solas, y que ni siquiera diez mil soldados se comparan a él. Si un soldado no es diestro en el uso de sus armas, no puede pelear la batalla. Si queremos pelear la batalla, debemos tener un arma en nuestras manos. Nuestra “arma” es la palabra, y todos debemos ser expertos al usar esta arma. Como expertos, debemos poder golpear más que el aire. Por lo tanto, todos necesitamos ser adiestrados. ¿Qué clase de adiestramiento necesitamos? Necesitamos ser adiestrados en la infusión, es decir, necesitamos que se infunda en nosotros la economía de Dios, y cuanto más se infunda, mejor. Entonces, un día todos podremos realizar la misma obra de infundir la economía de Dios en otros. En esto consiste la impartición. Juan 14, 15 y 16 son capítulos que tratan de la impartición divina de la Trinidad Divina, y esta impartición depende de nuestro hablar.
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