Don sobresliente para edificar la iglesia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4216-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el capítulo 5 vimos la crucial necesidad que existe en el recobro del Señor de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio y los diferentes modelos de perfeccionamiento. En este capítulo queremos ver que es necesario que estemos desesperados y seamos diligentes a fin de practicar la manera bíblica de servir y de reunirse.
Desde la eternidad pasada Dios ha tenido un plan, al cual el Nuevo Testamento llama la economía de Dios. En la era neotestamentaria, Dios nos trajo Su economía y nos llamó a dicha economía. Ahora debemos considerar cómo Dios nos llamó a Su economía. Tal vez nos hayamos dado cuenta de que Dios es un Dios lleno de misericordia, amor, gracia y perdón. Éste puede haber sido el concepto simplificado que teníamos del evangelio. Sin embargo, al comienzo del Nuevo Testamento, lo primero que se menciona en la predicación del evangelio es: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2; 4:17). El reino está relacionado con los requisitos de Dios. La economía de Dios se basa en los requisitos de Su justicia, santidad y gloria.
El reino se revela en el Evangelio de Mateo, y la vida se revela en el Evangelio de Juan. Primero, tenemos el reino como un requisito. Segundo, la vida viene como el suministro. Cuando Dios nos exige hacer algo, Él nos da Su suministro. Dios no nos exigiría hacer algo sin darnos el suministro necesario para cumplir Sus exigencias. Si los requisitos divinos son elevados, Su suministro también es elevado. Él exige justicia, y Él es justicia para nosotros. Él nos exige santidad, y Él es santidad para nosotros. Él exige que cumplamos con la norma de Su gloria; no obstante, todos pecamos y carecemos de la gloria de Dios (Ro. 3:23). No podemos hacer nada en nosotros mismos, pero Cristo es la propia gloria de Dios para nosotros. El principio neotestamentario es que los requisitos vienen primero, y luego les sigue el suministro. No debemos sentirnos desanimados ni temerosos con respecto a los requisitos del Señor, porque cuando acatamos Sus requisitos, Él está allí para darnos Su suministro.
A muchos creyentes les gusta empezar su estudio del Nuevo Testamento con el Evangelio de Juan, pero según el orden divino de las Escrituras, Mateo es el primer evangelio. Mateo empieza con la genealogía de Jesucristo, la cual es difícil de entender, mientras que Juan empieza de una manera más sencilla: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (v. 1). El versículo 4 dice: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”, y el versículo 14 dice: “El Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] lleno de gracia...”. Es posible que aunque no entendamos completamente estos versículos, estas palabras sean muy queridas y preciosas para nosotros. Incluso el Evangelio de Juan nos conduce al pensamiento del reino. El capítulo 3 dice que si no nacemos de nuevo, si no nacemos de agua y del Espíritu, no podremos ver el reino de Dios (vs. 3, 5). A nosotros nos agrada mucho más el pensamiento de la gracia que el pensamiento del reino, pero según el principio neotestamentario, el reino viene primero y después la gracia. Después que son dados los requisitos de Dios, viene Su gracia, la cual es Dios mismo como nuestro disfrute, a fin de que nosotros vivamos con Él, en Él y por causa de Él.
En el capítulo anterior les amonesté a que hicieran un voto delante del Señor con respecto a la verdad hallada en Levítico 27. Levítico es un libro que trata acerca del disfrute que tenemos de Cristo. Éste empieza hablándonos acerca del disfrute que tenemos de Cristo como todas las ofrendas: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión. Nosotros tenemos el pecado y transgresiones, pero Cristo como la ofrenda por el pecado resuelve el problema de nuestro pecado; y Cristo como la ofrenda por la transgresión resuelve el problema de nuestras ofensas, errores, transgresiones, delitos y malas obras. Finalmente, el libro de Levítico revela que nuestra condición es una de lepra y que lo que procede de nosotros es impuro y contagioso; sin embargo, el hecho de que se revele esto tiene como fin prepararnos para que disfrutemos a Cristo de una manera cada vez más profunda. Después de esto, Levítico nos habla de las fiestas, donde hallamos un disfrute diario, semanal, mensual y anual. En Levítico 25 somos introducidos en el disfrute del jubileo. Finalmente, en Levítico 27, el último capítulo del libro, Dios nos propone que por medio de un voto le dediquemos a Él todo lo que somos y tenemos. En un libro que nos habla acerca del disfrute de Cristo, se nos propone hacer un voto. Tenemos que hacer un voto para dedicarle al Señor nuestra vida y todos nuestros bienes.
Ahora debemos ver la verdad hallada en el Nuevo Testamento en lo tocante a dedicarnos a nosotros mismos a Dios mediante un voto. Los primeros once capítulos del libro de Romanos hablan acerca de la gracia de Dios, Su obra redentora, Su obra de justificación y Su obra de reconciliación. El capítulo 9 dice que fuimos escogidos por Él. Él nos escogió para que le disfrutáramos. Fuimos predestinados para ser perdonados y justificados; en cuanto a esto, no tenemos que hacer nada. Éste es nuestro destino. Romanos 11 dice que la elección de Dios, Su selección, jamás puede ser revocada. Luego, en el capítulo 12, Pablo dice: “Os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos...” (v. 1). Pablo nos dice que “presentemos”. Presentar significa darle a Dios un regalo. Un regalo debe ser algo precioso que le trae alegría a la persona que lo recibe. Nosotros somos los objetos del favor de Dios. Somos muy preciosos para Él. Ya no somos enemigos de Dios. Por medio de la misericordia y la gracia de Dios en Su obra redentora, nos hemos convertido en regalos para Él.
Es por las compasiones de Dios que debemos presentarnos a Él. En el Nuevo Testamento Dios primero se presentó a Sí mismo a nosotros como un regalo. Nosotros lo recibimos como un regalo que nos fue presentado. En respuesta, nosotros tenemos que presentarnos a Él, y éste es un voto neotestamentario. Un voto es algo que no puede ser alterado o modificado. Si les digo que tenemos que hacer un voto, tal vez esto les asuste, pero ¿qué tal si les digo que debemos presentarnos a Dios? Puesto que Dios nos ama y nosotros lo amamos, debemos presentarnos a Él. En el Nuevo Testamento presentarnos a Dios equivale a hacerle un voto a Dios. Desde el día que nos presentamos a Dios, le pertenecemos a Él.
Es posible que un día nos hayamos sentido conmovidos por el Señor, y nos hayamos arrodillado para orar, diciendo: “Oh, Señor Jesús, Tú estás tan lleno de gracia. Me presento a Ti”. El hecho de que usted se presente a Él es lo mismo que entregarse a Él. Si le damos un regalo a alguien, no está bien que se lo reclamemos después. Una vez que le damos un regalo a alguien, ya no nos pertenece a nosotros sino a él. Esto es un voto. Es posible que no disfrutemos mucho a Cristo debido a que hemos alterado nuestro voto. Si no mantenemos nuestra posición como aquellos que se han presentado a Dios, perderemos nuestro disfrute de Cristo. En 1963 empecé a compartir en los Estados Unidos acerca del disfrute que tenemos de Cristo. También escribí el himno “A Cristo exhibid” (Himnos, #391). Los santos se sintieron muy entusiasmados con aquella comunión. Si no disfrutamos a Cristo, no podremos exhibir a Cristo. Muchos de los que hemos estado en el recobro del Señor por muchos años debemos preguntarnos si hemos disfrutado a Cristo continuamente. La razón por la cual no disfrutamos a Cristo continuamente es que hemos anulado el hecho de habernos presentado a Él. Esto es como si le diéramos un reloj a alguien y después se lo robáramos. En principio, ésta puede ser nuestra situación con el Señor.
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