Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7796-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En este capítulo debemos adentrarnos en el Evangelio de Juan. El Evangelio de Mateo se encuentra al comienzo de los Evangelios, y el Evangelio de Juan está al final. Aparentemente, son muy diferentes uno del otro. Mateo dice que Jesús es el Rey, y Juan dice que Jesús es el Hijo de Dios e incluso Dios mismo. Pareciera que estos dos Evangelios son muy diferentes, pero son casi iguales en dos cosas. Ambos nos dicen que Jesús finalmente estará con nosotros. “‘He aquí, una virgen estará encinta y dará a luz un hijo, y llamarán Su nombre Emanuel’ (que traducido es: Dios con nosotros)” (Mt. 1:23). Aquí Mateo nos dice que Jesús es Dios con nosotros. Luego Juan dice: “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros” (1:14). Estar entre nosotros equivale a estar con nosotros. El primer capítulo de Mateo nos dice que Jesús va a estar con nosotros, y el primer capítulo de Juan nos dice que Jesús va a estar entre nosotros. Al respecto ambos libros son iguales.
Eso no es todo, pues Mateo 1 nos dice que Jesús es el propio Dios. Su nombre no sólo es llamado Jesús, sino también Emanuel, que significa “Dios con nosotros”. Además, Juan 1 nos dice que Jesús como Dios se hizo carne. De manera que podemos ver que estos dos libros son similares. Ambos nos dicen algo de la encarnación de esta persona maravillosa.
Muchos cristianos creen que la encarnación de Jesús tenía como fin principal que Él fuera nuestro Redentor. Jesús ciertamente se encarnó como hombre para ser nuestro Redentor. Pero no hay muchos cristianos que presten atención al hecho de que Jesús se encarnó para estar con nosotros. Su encarnación no sólo tenía como fin redimirnos, sino también estar con nosotros. Jesús no es un salvador que nos redime y luego nos abandona. Jesús vino con el propósito de estar con nosotros. Emanuel significa “Dios con nosotros”.
Luego, en Juan 14 Jesús nos dijo que el Espíritu de realidad no sólo moraría con nosotros, sino que estaría en nosotros: “El Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros” (v. 17).
Yo puedo estar con usted mientras doy este mensaje, pero jamás podría estar en usted. La única manera en que pueda estar en usted es que me coma. Alabado sea el Señor, Jesús vino para estar con nosotros, y más aún, para estar en nosotros. Pero la manera en que Él llega a estar en nosotros es ser inmolado, “cocinado” y luego comido. Jesús fue inmolado, “cocinado” y ahora es el Jesús procesado que podemos comer. Cuando le comemos, Él entra en nosotros.
Antes de este proceso, Él estaba con Pedro, Juan y muchos otros discípulos. Pero no pudo entrar en ellos hasta que fue muerto y resucitado. Entonces, Él se infundió en ellos con Su soplo. Para entonces, llegó a ser el Espíritu de realidad. Ahora Él ya no era simplemente Dios en la carne, sino el Espíritu de realidad.
A fin de entrar en nosotros, Jesús dio dos pasos. El primer paso fue hacerse carne, y el segundo fue llegar a ser el Espíritu vivificante. “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios” (1:1). Éste es un versículo maravilloso, pero no hay nada allí para nosotros. ¡Pero alabado sea el Señor por el versículo 14! “Y la Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. La Palabra se hizo carne para fijar tabernáculo entre nosotros. Éste era Jesús con sangre y carne. Si Él no tuviera sangre, no podría efectuarse la redención. Nuestro Jesús como Palabra se hizo carne con sangre. Es por ello que en el mismo capítulo tenemos otro versículo, que dice: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (v. 29). Esta carne es el Cordero de Dios con sangre para nuestra redención.
Después de estar con los discípulos por tres años y medio como la Palabra hecha carne, Él les dijo que iba a dejarlos. Esto los turbó sobremanera. Ellos querían que Él se quedara con ellos; pero Él les dijo que si no se iba y moría, no sería de mucho provecho para ellos. A fin de ser más provechoso para ellos, Él tenía que irse y morir.
Pero, alabado sea el Señor, Él dijo que Su ida no significaba que los fuera a abandonar. En vez de ello, Su ida era Su venida. Ahora Él estaba con ellos, pero no podía estar en ellos. Por lo tanto, tenía que dar un paso adicional para poder estar en ellos. Ese paso era la muerte y la resurrección. Por medio de la muerte y la resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Así que, el primer paso consistió en hacerse carne, y el segundo consistió en llegar a ser el Espíritu vivificante. Él como Dios se hizo carne; luego, como carne, y mediante la muerte y la resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante.
La mayoría de los cristianos hoy no ha visto que Jesús dio un segundo paso en el que llegó a ser el Espíritu vivificante. Un buen número de cristianos incluso hasta el día de hoy se nos oponen por decir que la Biblia enseña este asunto. Ellos dicen que Jesús es el Hijo de Dios, que Él no es el Espíritu. Pero no importa lo que digan, 1 Corintios 15:45 nos dice que el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante.
En varios lugares, después que compartí que Jesús hoy en día es el Espíritu vivificante, algunos queridos hermanos me preguntaron si creía en el Dios Triuno. Les dije que creía en el Dios Triuno más que ellos, pero que ellos necesitaban saber que Jesús hoy es el Espíritu vivificante. Se nos revela muy claramente que Jesús mediante Su muerte y resurrección llegó a ser el Espíritu de realidad. El Señor dio dos pasos a fin de impartirse a Sí mismo en el hombre. Él como Dios se hizo carne; luego, mediante la muerte y la resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante. Ahora como Espíritu de realidad, Él no sólo está con nosotros, sino también en nosotros. ¡El Espíritu de realidad mora en nosotros!
Mateo, en el último versículo de su evangelio, nos dice que el Señor Jesús estará con nosotros para siempre: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del siglo” (28:20). Ahora vemos de qué manera los dos Evangelios de Juan y de Mateo son iguales. Ambos nos dicen que esta persona maravillosa está con nosotros y en nosotros.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.