Lecciones acerca de la oraciónpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1502-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La voluntad del hombre debe ser fuerte. La parte emotiva debe ser suave, pero la voluntad no. Tener una voluntad suave equivale a no tener voluntad. Consideremos esto, por favor: si los frenos de un carro son suaves, ¿cómo podrá detenerse? Si el timón de un barco está hecho de papel, no podrá funcionar adecuadamente. Es imprescindible que el timón sea duro y fuerte. Asimismo, la voluntad no puede funcionar con eficacia a menos que sea fuerte.
Una persona que sigue al Señor fielmente y que mantiene su posición sin cambiar hasta la muerte, es una persona con una voluntad fuerte. Todo mártir es un hombre con una voluntad firme y fuerte. Consideremos a Martín Lutero o a John Wycliffe. Ellos eran personas con una voluntad fuerte y decidida. Consideremos a los tres amigos de Daniel. La prueba del horno ardiente demostró que verdaderamente tenían voluntades fuertes y firmes. Del mismo modo, nuestra oración no puede durar mucho tiempo a menos que tengamos una voluntad fuerte y firme. El Señor Jesús dijo: “Velad y orad”; y habló de la necesidad de “orar siempre”. Necesitamos una voluntad fuerte a fin de velar y ser constantes en la oración. Si uno es suave como una medusa, nunca podría velar. Podría orar algunas veces, pero no podría perdurar en oración. Aunque la oración es un asunto refinado, requiere de una voluntad decidida. Desde el primer día en que Daniel oró por su pueblo, Dios escuchó sus palabras y envió un ángel para contestar su oración. Sin embargo, el ángel se encontró con la oposición de un príncipe malvado en el aire y luchó por tres semanas antes de llegar a la tierra. Durante ese tiempo, Daniel, que estaba en la tierra, precisaba de una voluntad decidida para persistir en la oración durante esas tres semanas. Ninguno de los que saben orar correcta y constantemente tiene una voluntad débil; más bien, cada uno de ellos tiene una voluntad fuerte.
Las personas caídas tienen muchas condiciones anormales, por ejemplo: la voluntad necesita ser fuerte, pero no lo es; la mente necesita ser sobria, pero no lo es; y las emociones necesitan ser abundantes, pero tampoco lo son. Sin embargo, al tratarse de un hombre espiritual, su mente es sobria y rica; ciertamente sus emociones son abundantes y moderadas, y su voluntad es fuerte y firme. A menudo decimos que uno necesita ser valiente. Pero alguien que tiene una voluntad débil nunca puede ser valiente. Todas las personas valientes tienen una voluntad fuerte. Los tres amigos de Daniel eran realmente valientes cuando estaban junto al horno, porque su voluntad era realmente fuerte. Esa valentía procedía de su fuerza de voluntad. Algunos son muy débiles y se asustan fácilmente con tan sólo una palabra amenazadora. Debido a que su voluntad no es firme, se atemorizan. Una persona así no puede orar. Satanás usa toda clase de métodos para torturar, destruir y extinguir la vida de oración en el hombre. Por tanto, a menos que el hombre tenga una voluntad fuerte, su vida de oración será destrozada. Así que, es necesario tener una voluntad fuerte para mantener una vida de oración.
Ser fuerte es una cosa, y ser flexible es otra. Ser fuerte pero no flexible equivale a ser obstinado. Ser fuerte es apropiado, pero ser obstinado no lo es. Todos los que aprenden a orar deben tener una voluntad fuerte pero no obstinada. La voluntad debe ser flexible. Esta flexibilidad se puede ilustrar con el resorte de un reloj. Se puede decir que el resorte es duro, pero también que es flexible. Debido a que el resorte es fuerte pero flexible, funciona como un poder de impulsión.
Ser fuerte implica que rechazo todo lo negativo. Ser flexible significa que recibo todo lo positivo y accedo a ello. Ejercito una voluntad fuerte para resistir todo lo que proviene de Satanás, pero ejercito una voluntad flexible para recibir todo lo que proviene de Dios. En nuestras oraciones, muchas veces cuando apenas hemos tocado la presencia de Dios, la perdemos. La razón principal es que no somos lo suficientemente flexibles. En nuestra oración, el sentir de Dios puede cambiar, pero nosotros no cambiamos con él. Insistimos en orar lo mismo de antes. Ser así de insistentes no es ser fuertes de una manera apropiada, sino ser tercos.
El día que Pedro subió a la azotea para orar y vio la visión del gran lienzo, su voluntad era firme, pero no obstinada; era flexible. Hechos 10 dice que mientras él oraba, tuvo gran hambre. Entonces vio un objeto semejante a un gran lienzo, en el cual había toda clase de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y le vino una voz que decía: “Levántate, Pedro, mata y come” (v. 13). Entonces Pedro dijo: “Señor, de ninguna manera; porque ninguna cosa profana o inmunda he comido jamás” (v. 14). Esto muestra lo firme que él era. Pero Dios le habló tres veces, y, durante la última vez, unos hombres se presentaron y llamaron a la puerta. El Espíritu le dijo que bajara a encontrarse con ellos. Una vez que bajó, su actitud cambió, e inmediatamente estuvo de acuerdo de ir con esos gentiles. Aquí podemos ver que la voluntad de Pedro era flexible y no obstinada. Ser obstinados equivale a ser duros. Si él hubiera insistido en que, a pesar de todo, no se comunicaría con los gentiles ni tocaría ninguna cosa que fuera común e inmunda, habría sido una persona obstinada y dura.
A veces no podemos seguir el mover del Espíritu en nuestras oraciones, porque somos fuertes hasta el grado de ser duros. Éste es un problema muy grande en nosotros. El problema se presenta no solamente con respecto a la oración, sino también en muchos otros asuntos. En ocasiones, cuando necesitamos ser fuertes, no lo somos. Otras veces, cuando somos fuertes, nos excedemos y llegamos a ser duros. Por tanto, no podemos ver la luz, tocar la presencia de Dios ni crecer espiritualmente. Además, no podemos perdurar en la oración. La firmeza de nuestra voluntad requiere cierta flexibilidad. La flexibilidad ha de equilibrar la firmeza si la voluntad ha de ser apropiada para la oración. Satanás siempre usa a los hombres, a los asuntos y a las actividades externas para consumir, extinguir y eliminar nuestra vida de oración. Por tanto, necesitamos ejercitar nuestra voluntad para permanecer firmes. Al mismo tiempo, en nuestras oraciones, nuestra voluntad debe ser capaz de someterse y cambiar según lo que percibimos en nuestro espíritu.
Consideremos lo suave que es el resorte de un reloj. Sin embargo, una vez que se le haya dado cuerda y que comience a mover las manecillas del reloj, no se rendirá ni se detendrá; así es su firmeza. Algunas personas no pueden orar cuando son perturbados por algún asunto trivial. Esto demuestra que su voluntad no es lo suficientemente firme. Por otra parte, hay otros que son muy fuertes e insisten en orar por cierto asunto. No saben cómo cambiar y seguir el mover del Espíritu en ellos. Esto indica que no son lo suficientemente flexibles. Muchos otros tienen una voluntad demasiado suave o demasiado dura. Pero ni la suavidad ni la dureza son convenientes. La clase de voluntad que necesitamos es una que sea fuerte pero no dura, y flexible pero no suave.
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