Vida cristiana, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0260-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El Señor (Jesucristo) es el Espíritu. En 2 Corintios 3:17 dice: “El Señor es el Espíritu”. En este versículo, conforme al contexto de esta sección, el Señor debe referirse a Cristo el Señor (2:12, 14-15, 17; 3:3-4, 14, 16; 4:5). Jesucristo hoy es el Espíritu. El Espíritu es Cristo y Cristo es la corporificación del Dios Triuno.
El Señor Espíritu (2 Co. 3:18) es un título compuesto como el Dios Padre y el Señor Cristo. Esto quiere decir que el Espíritu es el Señor.
El Espíritu de Cristo, mencionado en Romanos 8:9b, principalmente está relacionado con la resurrección del Señor.
Hechos 16:7b habla del Espíritu de Jesús. Éste es el único versículo que usa este término específico para referirse al Espíritu. El Espíritu de Jesús es una expresión particular con respecto al Espíritu de Dios y tiene que ver mayormente con la humanidad y el vivir humano del Señor.
El Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19b) se refiere a Cristo tanto en Su humanidad y vivir humano como en Su resurrección.
Tal Espíritu es el Espíritu de realidad (Jn. 14:17; 15:26; 16:13; 1 Jn. 5:6). En todo el universo, sólo uno es real: el Dios Triuno. Solamente el Dios Triuno es la realidad. Hoy en día el Espíritu es la realidad debido a que el Espíritu es la verdadera esencia del Dios Triuno. Hace más de cuarenta años, leí un libro escrito por el hermano Watchman Nee el cual decía que el Espíritu es la realidad de la resurrección. La resurrección requiere de cierta realidad, y tal realidad es el Espíritu. Si usted no está en el Espíritu, no está en la resurrección.
El Espíritu es también la realidad de la muerte todo-inclusiva de Cristo. Nosotros tenemos que ser anulados por la cruz. Nuestra carne, nuestra humanidad natural, debe ser puesta a muerte, y la muerte trae la resurrección. Sin muerte, no hay resurrección. A esto se debe que la vida cristiana tenga que ser una vida en el Espíritu, por medio de la cruz y que introduce en la resurrección de Cristo.
El Espíritu es el Espíritu de vida (Ro. 8:2). El Espíritu de vida es la realidad de la vida, porque este Espíritu contiene el elemento de la vida divina. En realidad, el Espíritu mismo es vida. Si tenemos el Espíritu, tenemos la vida.
El Espíritu es también el Espíritu de poder (Hch. 1:8; Lc. 24:49). El Espíritu no sólo es vida por dentro esencialmente, sino también poder por fuera económicamente. Si deseamos recibir el poder de Pentecostés, es necesario que pasemos por la cruz de Cristo para poder ser introducidos en la resurrección. Entonces experimentaremos al Espíritu como nuestra vida interior y como nuestro poder exterior.
El Espíritu todo-inclusivo es el Espíritu compuesto, tipificado por el santo ungüento compuesto (Éx. 30:22-31). El ungüento compuesto contiene aceite de oliva como base, a la cual se le añade cuatro especias: mirra, canela, cálamo y casia. Los números relacionados con este ungüento compuesto tienen mucho significado. A la unidad de aceite de oliva se le añade, con miras a formar un compuesto, cuatro especias. El número uno tipifica al único Dios, y cuatro tipifica las criaturas. Esto muestra que al único Dios se le ha añadido el hombre, la criatura, formando así un compuesto.
Además, en el ungüento hay cinco sustancias. En la Biblia el número cinco significa responsabilidad. Los Diez Mandamientos en Éxodo 20 se dividen en dos grupos de cinco, y las diez vírgenes en Mateo 25 están divididas en dos grupos de cinco. Nuestra mano posee cuatro dedos más el pulgar. Los cuatro dedos representan al hombre y el pulgar representa a Dios. Nosotros, los cuatro, más Dios, el uno, tenemos la responsabilidad, el cinco. Todos los días nuestras manos tienen responsabilidad. Sin el dedo pulgar, ¿cómo podríamos agarrar nuestra Biblia? Necesitamos los cuatro dedos más el pulgar a fin de llevar responsabilidad. Del mismo modo, para llevar responsabilidad se requiere de nosotros mismos más Dios. Todos los días necesitamos tener un “más”. Nuestro “más” es Dios.
También las cuatro especias del ungüento compuesto están divididas en tres unidades de quinientos siclos cada una. Quinientos siclos denotan una unidad de responsabilidad total, y tres denota al Dios Triuno. Las tres unidades de quinientos siclos cada una, en cuatro especias, tipifican al Dios Triuno en resurrección mezclado con la humanidad para llevar la responsabilidad total. La Nueva Jerusalén es una ciudad constituida del número doce, el cual es tres veces cuatro. La ciudad tiene doce puertas, tres puertas en cuatro lados (Ap. 21:12-13). Los números tres y cuatro pueden verse en el ungüento compuesto. La Nueva Jerusalén completa es una ciudad compuesta del único Dios Triuno, representado por el aceite de oliva, mezclado con el hombre, quien está representado por las cuatro especias. Hoy en día el Dios Triuno ha sido consumado para ser tal Espíritu todo-inclusivo, el cual contiene todos los maravillosos elementos de Su persona y Su obra.
Cuando era un joven cristiano, leí algunos libros que explicaban que, según la Palabra, hemos muerto junto con Cristo (Ro. 6:8a). Me pregunté cómo podría yo experimentar esto. Luego se me enseñó que tenía que considerarme muerto al pecado (v. 11). Hay un himno, compuesto por A. B. Simpson, que habla de que debemos considerarnos muertos al pecado (Hymns, #692). Traté de considerarme muerto junto con Cristo, pero no dio resultados. El hermano Watchman Nee, en su libro titulado La vida cristiana normal, enseñaba que debíamos considerar que habíamos muerto junto con Cristo. Sin embargo, finalmente el hermano Nee descubrió que no podemos experimentar la muerte de Cristo de la que se habla en Romanos 6, a menos que experimentemos al Espíritu del que se habla en Romanos 8. La muerte de Cristo es en el Espíritu. Usemos de nuevo el ejemplo del té de limón. ¿Dónde está el limón? Está en el agua. ¿Dónde está el té? Está en el agua. Del mismo modo, ¿dónde está la muerte de Cristo? Está en el Espíritu. ¿Dónde está la resurrección de Cristo? Está en el Espíritu. ¿Dónde está el Dios Triuno? Él está en el Espíritu. En este mensaje les estoy compartiendo cómo experimentar la vida cristiana. Sin este Espíritu, no podemos experimentar la muerte de Cristo ni la resurrección de Cristo. El Espíritu es el compuesto formado con Dios, el hombre, la muerte de Cristo y la resurrección de Cristo.
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