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Visión del edificio de Dios, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6775-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 19 Sección 3 de 4

EL SUEÑO DE JACOB ACERCA DEL EDIFICIO DE DIOS

Un día Jacob salió de Beerseba y se dirigió hacia Harán. “Llegó a cierto lugar y pasó la noche allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó una de las piedras del lugar, la puso debajo de su cabeza y se acostó en aquel lugar. Y soñó que había una escalera que estaba apoyada en la tierra, y su extremo tocaba el cielo; y los ángeles de Dios subían y descendían por ella. Y allí estaba de pie Jehová en lo alto de ella y dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia [...] He aquí, Yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que vayas y haré que vuelvas a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya cumplido lo que te he prometido. Jacob despertó de su sueño y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo y dijo: ¡Cuán asombroso es este lugar! Esto no es otra cosa que la casa de Dios, y ésta es la puerta del cielo. Se levantó Jacob muy de mañana y tomó la piedra que había puesto debajo de su cabeza, y la erigió como columna y derramó aceite encima de ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el” (28:11-19).

Jacob en su sueño vio una escalera apoyada en la tierra. El testimonio de Dios debe ser establecido en esta tierra, no en los cielos. Jacob llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, que en hebreo significa “la casa de Dios”. Después de esto Jacob hizo un voto, diciendo: “Si Dios está conmigo y me guarda [...] y me da pan para comer y ropa para vestir” (v. 20). ¡Qué vergüenza! Jacob no tenía que hacer ese voto, pues Dios ya le había dado Su promesa. Dios ya ha firmado la póliza; nosotros simplemente debemos recibirla. Jacob dijo: “Si...”. ¿Por qué tenía que insertar esa palabra? Debemos entender que ese “si” siempre procede de nuestra mente, no de nuestro espíritu. Jacob estaba preocupado por el pan y el vestido. Él era exactamente igual a nosotros: la comida y el vestido son dos cosas que siempre nos preocupan. Después de poner estas dos condiciones, Jacob finalmente dijo: “Jehová será mi Dios” (v. 21). Esto significaba que si Dios no le iba a proveer todo lo que pedía, Jacob no lo tomaría como su Dios. Nosotros sabemos que todos los descendientes de Jacob son muy buenos negociantes; siempre están haciendo buenos arreglos económicos, siempre están negociando.

Jacob habló mucho a favor de sí mismo, pero también dijo algo maravilloso, expresó unas palabras llenas de visión: “Esta piedra que he erigido como columna será casa de Dios” (v. 22). Esto significa que no sólo el lugar en el cual Jacob durmió debía ser llamado la morada de Dios, la casa de Dios, sino también la piedra sobre la cual reposó su cabeza. Sin embargo, el viejo Jacob nuevamente quedó en evidencia cuando dijo: “Y de todo lo que me des, sin falta te daré el diezmo”. En otras palabras, le dijo: “Señor, Tú me das diez cosas, y yo te daré una”. ¡Qué negocio tan bueno, Jacob iba a obtener ganancias del noventa por ciento!

Cuando Jacob regresó a la tierra de su padre, fue a una ciudad llamada Siquem. Sin embargo, no entró en la ciudad, sino que fijó su tienda delante de ella. Más tarde, él compró una parte del campo, donde había plantado su tienda; él no compró una casa. Sobre este terreno él erigió un altar y lo llamó “El-Elohe-Israel” (33:18-20). Por lo tanto, al erigir una tienda y un altar, él siguió las mismas pisadas de sus padres. Además, él no llamó el altar conforme a su propio nombre, procurando hacerse un nombre, sino conforme al nombre de Dios. El significa “Dios”, y Elohe también significa “Dios”. Por lo tanto, el nombre que Jacob le puso a este altar significa: “Dios, el Dios de Israel”.

Después de un considerable período de tiempo, Dios le dijo a Jacob que subiera a Bet-el. Jacob había hecho bien en erigir un altar, pero aún no estaba en el lugar correcto, en el terreno apropiado. Él tenía que subir a Bet-el y erigir allí un altar. Jacob lo hizo, y llamó el nombre de aquel lugar El-Bet-el, que significa el “Dios de Bet-el” (35:1, 6-7). Allí Dios se reunió con Jacob y estuvo con él, y Jacob lo hizo todo en la presencia de Dios. Observen que Jacob añadió algo en su segunda visita: él aún llamó el nombre de ese lugar Bet-el, pero le añadió el prefijo El (es decir, “Dios”).


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