Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4182-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Efesios 1:23 nos dice que la iglesia es la plenitud de Cristo, y Colosenses 2:9 dice: “En Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Todo lo que pertenece a Dios está en Cristo, y todo lo que pertenece a Cristo está en la iglesia; por lo tanto, la iglesia es un asunto extremadamente importante. Todo lo que se encuentra en la Deidad se expresa por medio de Cristo, y todo lo que está en Cristo se expresa por medio de la iglesia. Así como todo lo que le pertenece a Dios está en Cristo, todo lo que le pertenece a Cristo está en la iglesia; y así como Cristo expresa a Dios, la iglesia expresa a Cristo. Por consiguiente, todo lo que no es Dios no es Cristo, y todo lo que no es Cristo no es la iglesia.
¿Quién es Cristo? Cristo es Dios expresado en el hombre. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es Cristo expresado en el hombre. Dios expresado desde el interior del hombre es Cristo, y Cristo expresado desde el interior del hombre es la iglesia. Por lo tanto, la iglesia es algo muy especial. Sin embargo, eso no significa que el cristianismo sea la iglesia. A los ojos de Dios, la iglesia es la plenitud de Cristo. La iglesia es únicamente el Cristo que se manifiesta desde el interior del hombre en el vivir de éste. Todo lo que difiera de esto no es la iglesia, aun cuando la diferencia sea mínima. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Cristo.
¿Cuáles son los elementos que constituyen el contenido de la plenitud? El Evangelio de Juan es el primer libro en la Biblia que habla de la plenitud. Según un principio básico en la Biblia, la primera vez que un asunto se menciona en las Escrituras establece la definición y el principio de dicho asunto. La primera vez que la Biblia nos habla de la plenitud que está en Cristo ocurre en Juan 1:1-18, que es una introducción al Evangelio de Juan y nos da acceso a todo el libro.
El Evangelio de Juan empieza diciendo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1). El Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, y al decirnos que el Verbo se hizo carne, la Biblia dice que este Verbo estaba “lleno de gracia y de realidad” (v. 14). Esto nos muestra que la gracia y la realidad constituyen el contenido de la plenitud. El versículo 16 añade: “Porque de Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia”. Esto nos muestra que la plenitud y la gracia están relacionadas. El versículo 17 continúa diciendo: “La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”. Esto nos muestra una vez más que la gracia y la realidad están relacionadas con la plenitud. Basándonos en este capítulo debemos reconocer que los elementos que constituyen el contenido de la plenitud son la gracia y la realidad.
¿Qué son la gracia y la realidad? Aparentemente parecen ser dos cosas diferentes. En Juan 14:6 el Señor Jesús dijo que Él era “el camino, y la realidad, y la vida”; no dijo que era la gracia. No podemos encontrar ningún pasaje de la Biblia que nos diga explícitamente que el Señor Jesús es la gracia, pero sí encontramos algunas porciones que nos dicen que Él es la realidad. Juan 1 menciona juntos la gracia y la realidad, lo cual nos permite ver que la gracia y la realidad no son dos cosas diferentes, sino que en realidad son una misma cosa. La gracia es Dios quien se da al hombre para que éste le disfrute. Cuando Dios se da a nosotros, esto es gracia. Cualquier cosa que Dios nos dé aparte de Sí mismo no podemos llamarlo gracia; es únicamente cuando Él se da a Sí mismo a nosotros que podemos hablar de la gracia.
Cada vez que la Biblia nos habla de la gracia, se refiere a Dios, a la vida de Dios o a asuntos relacionados con la vida y la redención. La gracia es un término muy específico en la Biblia, aun cuando nosotros lo usamos muy libremente. Algunos dicen que el nacimiento de un hijo, o el hecho de comprar una buena casa es gracia. Tal vez esto sea la bondad de Dios para con nosotros, pero por favor, recuerden que la Biblia jamás usa la palabra gracia al hablar de cosas como éstas. La Biblia las llama bendiciones o beneficios de Dios, pero nunca utiliza la palabra gracia para referirse a tales bendiciones o beneficios. Tal parece que la Biblia deliberadamente a apartado la palabra gracia para referirse a Dios y a la vida de Dios. En particular, Juan 1 nos presenta que la venida de la gracia era Dios mismo que venía para que el hombre lo recibiera (vs. 14, 17). En el principio era el Verbo, el Verbo era Dios, y el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, y por medio de Él vino la gracia. Debemos comprender, por tanto, que la gracia es Dios mismo para ser recibido por el hombre.
La gracia es Dios mismo, y la realidad también es Dios mismo. La gracia consiste en ganar a Dios, mientras que la realidad consiste en que hemos visto a Dios. Aparte de Dios, todo lo que vemos y tocamos es vano, falso e irreal; únicamente esta Persona, Dios, es real. En otras palabras, el Evangelio de Juan nos revela a Dios, lo cual es la realidad; y también nos da a Dios, lo cual es gracia. Los capítulos del 1 al 21 del Evangelio de Juan hablan de los aspectos de Dios como realidad y como gracia. El que se encarnó y expresó a Dios ante los hombres; esto es realidad. Y por medio de Su muerte y resurrección Él impartió a Dios en el hombre para que el hombre pudiera recibir a Dios; esto es gracia.
El Evangelio de Juan también nos habla de la vida. En Juan 3:15 dice: “Todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna”. El versículo 36 dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna”. Sin la luz de Dios es muy poco lo que podemos ver. Sin embargo, cuando el Espíritu Santo nos ilumina, vemos que el Evangelio de Juan revela que el Verbo, quien se hizo carne, nos dio a conocer al Dios invisible; sólo Él ha dado a conocer a Dios. Dios se expresó por medio del Señor Jesús, y este Dios expresado es llamado realidad. Cuando las personas tuvieron contacto con Él, tocaron la realidad.
Al expresar a Dios, Jesucristo hizo posible que las personas vieran a Dios; más aún, Él hizo posible que las personas recibieran a Dios. El Dios que se nos manifiesta es la realidad, y el Dios que recibimos es la gracia. Esto es lo que nos muestra el Evangelio de Juan. El Evangelio de Juan nos da vida. Este evangelio dice que en el principio era el Verbo, y que el Verbo estaba con Dios. El Verbo se hizo carne y expresó a Dios ante los hombres; lo que Él expresó es la realidad. Él también hizo posible que nosotros recibiéramos al Dios que habíamos visto; el Dios expresado desea entrar en nosotros para ser nuestra posesión. Una vez que Él entra en nosotros, llega a ser la gracia en nuestro interior.
Pablo dijo que había trabajado mucho más que todos los demás apóstoles mediante la gracia de Dios que estaba con él (1 Co. 15:10). Esta gracia no es algo muerto; es el Dios viviente. Este Dios viviente está con nosotros; de hecho, está dentro de nosotros. Por ello, los saludos y la bendición que el apóstol escribió al final de Filipenses, declaraban: “La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu” (4:23). Puesto que la gracia del Señor Jesucristo está en nuestro espíritu, la gracia no debe ser algo que está fuera de nosotros, sino más bien algo viviente que está en nuestro interior, en nuestro espíritu. Esta gracia es Dios que hemos recibido.
La gracia es Dios, y la realidad también es Dios. La plenitud de Dios o la plenitud de Cristo es Dios mismo. En otras palabras, la plenitud es la gracia y la realidad, y la gracia y la realidad son Dios mismo; por lo tanto, esta plenitud es Dios mismo. La plenitud del Señor Jesús es Dios mismo, y también es toda la plenitud de la Deidad. Todo lo que es de Dios está en Cristo y es la plenitud.
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