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Predicar el evangelio en el principio de la vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3771-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 14 Sección 4 de 4

EJERCITAR LA FE AL PREDICAR EL EVANGELIO

Predicar el evangelio es definitivamente un asunto de fe. Frecuentemente, la gente dice que lo que necesitamos es amar a los pecadores. No hay duda de que necesitamos sentir un verdadero amor y preocupación por los pecadores, pero salir a predicar el evangelio es principalmente algo de fe. En primer lugar, tenemos que creer en todo lo que la Palabra nos dice. Si no creemos, si tenemos tan sólo un poco de dudas acerca de las Escrituras, perderemos la base de nuestra fe, y el enemigo, el diablo y los demonios, lo sabrán. Por consiguiente, tenemos que ejercitar nuestra fe, diciéndole al Señor y a todo el universo: “Yo creo en Jesús. Creo en el Dios Triuno, y creo en cada palabra que está en las Escrituras”. Tenemos que ejercitar nuestra fe y decirle al enemigo que creemos en todas las palabras de las Escrituras, por lo que salimos a predicar el evangelio con seguridad, confianza y autoridad.

Tenemos que ejercitarnos de esta manera. No podemos ser indiferentes cuando predicamos. Cuando un policía se acerca a nosotros, viene con un propósito muy específico. Debemos aprender a ejercitar la fe para creer que hemos sido salvos, que hemos ascendido a los cielos y que tenemos el derecho a recibir todo lo que Cristo logró y obtuvo. Tenemos que ejercitar la fe a tal grado que podamos predicar el evangelio de una manera prevaleciente. No debemos prestar atención a ninguno de nuestros sentimientos. Y aun cuando surjan ciertos sentimientos en nosotros, debemos decirle al enemigo: “No acepto estos sentimientos. No me importa qué clase de sentimientos tenga. Mientras tenga el testamento en mis manos, con eso basta. Creo en este testamento, y creo en esta obra. No necesito ver ninguna clase de manifestación, ni tampoco necesito sentir nada especial”. Entonces veremos cómo el Espíritu Santo nos honrará.

Debemos ejercitar la fe hasta el punto en que creamos que todos aquellos que contactemos serán salvos. El maligno en nosotros siempre nos hace dudar y preguntar cómo puede ser esto posible. Así que, no debemos tratar de entenderlo nosotros, sino más bien, tenemos que ejercitar la fe. Si no creemos que la persona con quien conversamos puede ser salva, ella no lo será. El principio que se aplica aquí es que el resultado que obtengamos será de acuerdo a nuestra fe: “Conforme a vuestra fe os sea hecho” (Mt. 9:29). Así que, tenemos que aprender la lección de ejercitar la fe.

TENER UNA BUENA RELACIÓN CON EL SEÑOR,
CON EL CUERPO Y CON CADA MIEMBRO DEL CUERPO
A FIN DE TENER AUTORIDAD, SEGURIDAD Y DENUEDO

A fin de ejercitar la fe necesitamos que el Señor nos discipline. Tenemos que ser purificados y debemos resolver todo problema que pueda haber en nosotros. Si algo en nuestro interior nos condena, tenemos que confesarlo y tomar las medidas que correspondan. Si nuestra conciencia nos acusa en algo, nuestra fe se escapará. No podemos ser indiferentes. Debemos adoptar una actitud positiva en fe, pero para ello se requiere que resolvamos cualquier problema que tengamos y que seamos purificados. Tenemos que confesar nuestras faltas y aplicar la sangre para ser limpios de cualquier cosa interna que nos traiga condenación. Debemos acudir una y otra vez al Señor para ser limpiados y para estar bien con el Señor. Entonces tendremos una conciencia pura, una buena conciencia, una conciencia genuina, libre de toda ofensa. Podemos estar delante de todo el universo y decirle al enemigo: “Ahora mi conciencia ha sido purificada. No experimento ninguna condenación. Estoy libre de toda ofensa y de toda acusación”. Si no podemos resolver ciertos problemas, simplemente debemos decirle al Señor: “Estoy dispuesto a hacerlo, Señor, pero no puedo. Cúbreme al respecto con Tu sangre preciosa”. Esto nos permitirá estar bien con el Señor para poder tener denuedo en nosotros.

No sólo debemos estar bien con el Señor, sino que al salir a predicar el evangelio, tenemos que asegurarnos de que estemos bien con el Cuerpo y con todos los miembros. Si hay algo entre nosotros y los hermanos, eso será un verdadero impedimento; por lo tanto, tenemos que dar solución a este problema y estar bien con los hermanos. Si no estamos bien con los hermanos, perderemos nuestra base, y el enemigo, el diablo, se reirá de nosotros. Ésta es la realidad en el mundo espiritual. El enemigo sabe si estamos bien con Dios, si estamos bien con el Cuerpo, y si estamos bien con los miembros del Cuerpo. No lo podemos engañar. Si en algún aspecto no estamos bien con cualquiera de los miembros del Cuerpo, cuando salgamos a predicar el evangelio, el maligno nos señalará continuamente esta debilidad. Entonces, debido a esta debilidad, no tendremos denuedo. Por consiguiente, tenemos que hacer lo posible por estar bien con Dios, con el Cuerpo y con todos los miembros. Entonces podremos decir: “En este universo soy una persona que está cien por ciento bien con Dios bajo la sangre, y soy un miembro del Cuerpo de Cristo que está cien por ciento bien con todos los miembros. No tengo ningún problema con ninguno de los miembros”. De este modo, tendremos seguridad al predicar.

Cuando decimos que tenemos que orar mucho con respecto a la predicación del evangelio, queremos decir que al orar somos muy disciplinados, corregidos por el Señor. Es muy fácil salvar a los pecadores, pero no es tan fácil ser corregidos de manera completa. Es necesario que el Señor nos discipline por completo. Entonces tendremos una base apropiada. Debemos aprender a ejercitar la fe, y también permitir que el Señor nos discipline cabalmente. Entonces tendremos la autoridad. Yo no presto mucha atención al resultado de la predicación del evangelio, pero sí presto mucha atención al aprendizaje de los hermanos. Todavía sigo observando en qué medida los hermanos y hermanas están aprendiendo. En esto consiste la verdadera edificación. Algunos dirán: “Puesto que aún no hemos sido edificados, no debemos salir a predicar el evangelio”. Si éste es el caso, entonces ustedes necesitan ser edificados al ser disciplinados por el Señor. Tenemos que permitir que el Señor nos corrija a fin de estar bien con Dios, con el Cuerpo y con cada uno de los miembros.

Tenemos que aprender las lecciones. Por la gracia del Señor, estamos ahora en un proceso de aprendizaje. He visto y sigo viendo que todos los hermanos y hermanas están muy dispuestos a aprender las lecciones. No presten atención a los resultados. No se dejen perturbar por los números. Podemos estar seguros de que será añadido un buen número de personas. No hay ninguna duda al respecto. Pero lo que me interesa ver es que los hermanos y hermanas aprendan a ser edificados. Me preocupa cuánto hemos aprendido, es decir, cuán detalladamente estamos siendo disciplinados por el Señor. Es maravilloso tener esta clase de experiencia. Después de que hayamos predicado el evangelio, veremos una gloriosa edificación entre nosotros, y además de ello nos serán añadidas algunas almas; el resultado será una ganancia positiva. Lo principal es que los hermanos y hermanas deben aprender. Antes de predicar el evangelio podemos ver debilidades y problemas, pero después de haber predicado lo que queremos ver es que muchos hermanos y hermanas hayan sido disciplinados por el Señor. Estoy seguro de que después que hayamos predicado el evangelio, levantaremos muchas alabanzas al Señor, en las que diremos: “Señor, te damos gracias no solamente porque pudimos predicar el evangelio y porque pudimos conducir a los pecadores a Tu Cuerpo, sino también por nosotros, porque hemos aprendido mucho, porque hemos sido profundamente disciplinados, porque hemos sido tan edificados y porque hemos aprendido a conocer el mundo espiritual y todas las artimañas diabólicas”.

En el futuro nuestra predicación del evangelio será más eficaz. Veremos el progreso del evangelio no sólo en esta ciudad, sino también en otros distritos e incluso en otras naciones. Una vez que somos entrenados en el servicio militar, nos es fácil ser formados como un ejército. Asimismo, puesto que estamos aprendiendo las lecciones y estamos siendo entrenados, nos será fácil que seamos un ejército. Si el Señor pudiera obtener una expresión prevaleciente de Su iglesia, la predicación del evangelio tendría mucho éxito. Depende de la expresión. Por consiguiente, no debemos prestar atención a los resultados sino a nosotros mismos.

DEBEMOS ASUMIR LA RESPONSABILIDAD
DE AYUDAR A LOS RECIÉN CONVERTIDOS
A SEGUIR ADELANTE

No debemos pensar ayudar a que la gente sea salva y traerla a la iglesia es suficiente. Esto es sólo dar a luz a un hijo. Las madres saben que después que dan a luz a un hijo, les sobrevendrán muchas dificultades. Ésta es la razón principal por la cual a las madres no les gusta tener muchos hijos; dos o tres son suficientes. Sin embargo, en la iglesia necesitamos que hayan más partos; cuantos más hayan, mejor. Tenemos que aprender a asumir la responsabilidad, tenemos que aprender a afrontar las dificultades y atender muchos otros asuntos que son necesarios. Después de que prediquemos el evangelio, estaremos muy ocupados. Puesto que anticipamos que habrán muchos partos, también sabemos que tendremos que atender muchos asuntos. Por esta razón, después de haber predicado el evangelio, debemos invitar a todos los hermanos y hermanas, y a todos aquellos que han escuchado el evangelio a tener reuniones para darles seguimiento. Además, esperamos que el siguiente día del Señor, tendremos bautismos. Si las personas han entendido claramente su salvación, tenemos que bautizarlas inmediatamente. Tenemos que aprender a asumir nuestra responsabilidad. Tenemos que aprender mucho al respecto a fin de ayudar a los recién convertidos a que sigan adelante. Ésta es una tremenda responsabilidad e incluye muchas cosas. ¡Alabado sea el Señor! Estos asuntos nos proporcionarán la mejor oportunidad para aprender y ser adiestrados de una manera práctica. Que el Señor tenga misericordia de nosotros.


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