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Lecciones acerca de la oraciónpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1502-9
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CAPÍTULO SEIS

UNA MENTE ADECUADA PARA LA ORACIÓN

I. LA POSICIÓN DE LA MENTE

Todos sabemos que el hombre creado consiste de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El alma es el punto medio entre el espíritu y el cuerpo. El alma es nuestra personalidad, nuestro ego. Dentro del alma, la parte principal es la mente. La parte emotiva y la voluntad están subordinadas a la mente. Las salidas y entradas del hombre dependen de la mente. Su salida equivale a su expresión, y su entrada equivale a su recepción. Ya sea que expresemos lo que está dentro de nosotros o que recibamos lo que viene del exterior, estas dos actividades deben pasar por la mente. Así que, la mente no sólo ocupa la posición principal en el alma, sino que además es una parte muy importante de todo nuestro ser.

Los cristianos utilizan la palabra “mente” como un término específico en relación con la verdad bíblica. Al hablar de la mente, los incrédulos se refieren a ella como el cerebro o el psique. El término cerebro se utiliza en relación con la entidad física, y el término psique se utiliza en relación con la entidad psicológica. La educación del mundo contempla educar al cerebro humano o psique. Toda clase de conocimiento, ya sea la ciencia, la filosofía, los ismos, o cualquier teoría, tiene que ver con el cerebro humano o/y psique. Según el sistema educativo actual, uno necesita por lo menos veinte años de enseñanza convencional para obtener una licenciatura. Se requieren veinte años de entrenamiento para desarrollar cabalmente el cerebro humano a fin de que sea útil para la vida humana. Por esto podemos ver cuán importante es la posición que ocupa la mente en el hombre.

Si la mente requiere ser educada para nuestro vivir humano, cuánto más necesita nuestra mente ser adiestrada para nuestra oración. A menos que nuestra mente haya sido educada, no puede recibir ni liberar la carga de la oración. Si alguien desea recibir o liberar una carga en la oración, necesita tener una mente funcional. Aunque la oración se origina en nuestro espíritu, tiene que pasar por la mente. Si la mente no es adecuada, habrá un problema con la oración. Por tanto, para ser hombres de oración, es imprescindible que prestemos atención al ejercicio de nuestra mente.

II. LA RENOVACIÓN DE LA MENTE

Las Escrituras nos muestran que debido a la caída del hombre, la mente humana llegó a estar entenebrecida y entumecida. Debido a que el hombre pecó, su mente se volvió vana y perversa. Por consiguiente, el hombre no le presta atención a las cosas que debería prestarle, sino a las cosas indebidas. En la actualidad, si se trata de cometer pecados, el hombre tiene una mente muy lista, pero si se trata de buscar a Dios y de escuchar Sus verdades, su mente es muy inadecuada. Esto demuestra que la mente del pecador está entenebrecida y es perversa. Es por eso que Romanos 12:2 dice: “Transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”.

En el momento de nuestra regeneración, nuestro espíritu fue renovado cuando el Espíritu de Dios entró en él. Desde ese momento, el Espíritu Santo comenzó a expandirse de nuestro espíritu a las diferentes partes de nuestra alma, especialmente a nuestra mente. El Espíritu Santo irradia la luz desde nuestro espíritu para iluminar nuestra mente, disipar las tinieblas de ella, y así corregirla de su perversidad. En esto —en la obra de disipar las tinieblas y corregir la perversidad— consiste la renovación que el Espíritu Santo lleva a cabo en nuestra mente.

En la renovación de nuestra mente, Dios no sólo la corrige y la ilumina por medio del Espíritu Santo en nuestro espíritu, sino que además nos da Su Palabra Santa, la Biblia, exteriormente. Cuando leemos la Biblia, no sólo lo hacemos para tocar a Dios y conocer Su corazón. También lo hacemos porque mediante la Palabra, nuestra mente entenebrecida puede ser alumbrada, nuestros pensamientos perversos pueden ser corregidos, y nuestra vieja mentalidad puede ser renovada. Es una lástima que algunos, cuando leen la Palabra, en vez de recibirla dentro de ellos mismos, ellos se introducen a sí mismos en la Palabra. Tales personas no tienen un corazón humilde para recibir la instrucción y corrección de la Palabra, más bien, su intención es insertar sus propias opiniones e ideas en la Palabra que lee. Por tanto, no permiten que la Palabra renueve su mente y pierden el verdadero beneficio de leerla.

Cualquier persona que desea leer la Palabra apropiadamente, debe aprender a poner a un lado sus opiniones y a abandonar sus ideas. Debe acudir a la Palabra de una manera humilde y sin prejuicio. Si vamos a la Palabra con tal actitud, podemos recibir las enseñanzas de la Palabra en nosotros. Una vez que las enseñanzas bíblicas entren en nosotros, las ideas, conceptos y opiniones de nuestra mente experimentarán un cambio. Las Santas Escrituras, que son externas a nosotros, corresponden al Espíritu Santo, que está en nuestro interior, de modo que iluminan nuestra mente y corrigen nuestra mentalidad. Esto hace que nuestra mente entenebrecida y pervertida sea renovada.

Por tanto, con respecto a la persona que ama al Señor y anda conforme al Espíritu, cuanto más lee la Palabra y es instruido por ella, más inteligente y apropiada llega a ser su mente. Él llega a ser torpe en cuanto a las cosas malvadas, pero muy vivaz en los asuntos espirituales. Sólo una mente que ha sido renovada de esta manera puede cooperar con el espíritu de oración para orar.


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