Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4182-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Por la misericordia del Señor hemos visto un poco en cuanto a la obra de edificación que Dios realiza. Esto no es algo insignificante, ni tampoco es simplemente cuestión de conocer una doctrina ni de estudiar la Biblia. Hemos tocado un tema de gran trascendencia, el cual es, la obra de edificación que Dios lleva a cabo en el universo. Ésta es una gran obra. Cuando vi esto por primera vez, me postré delante del Señor y le dije: “Señor, esto es muy grandioso. No puedo hacer esta obra ni hablar acerca de ella”. El gran Dios eterno e infinito está llevando a cabo una obra de edificación en el universo. Esta edificación es lo único que Él desea en el universo.
Aunque la creación es algo grandioso, simplemente constituye la preparación para la obra de edificación de Dios. Si el trabajo de preparación es grandioso, ¿cuánto más grandiosa será la obra de edificación? Ésta es la razón por la cual decimos que la edificación es un gran tema. Nunca debemos pensar que la edificación es sólo una doctrina o meramente un conocimiento bíblico. Tenemos que darnos cuenta de que la edificación es un asunto importantísimo en el universo. Nos fue concedida misericordia para ser parte de esta obra de edificación; somos parte de esta obra y también somos obreros en esta obra. Tal vez nuestro sentir acerca de la edificación no es muy fuerte; sin embargo, nuestra obra no debe realizarse según nuestros sentimientos, sino según el hecho de que es la obra de Dios. Todos debemos saber que Dios tiene una gran obra; Dios está edificando una morada en el universo, y nosotros participamos en ella.
En lo profundo de mi ser siento que no soy digno de hablar acerca de esta obra tan grande; no sólo soy una persona insignificante, sino que mi entendimiento en cuanto a esta obra es limitado, y mi función en esta obra lo es aún menor. Sin embargo, siento que debo hablarles a todos los hijos de Dios acerca de este asunto porque Dios ha abierto mis ojos y me ha mostrado algo. Aunque no he visto mucho, lo que he visto hace que mi corazón se duela y sienta una pesada carga dentro de mí. Si por la misericordia de Dios vemos la edificación y luego comparamos la edificación con nuestra condición y con la condición del resto del cristianismo, no podremos contener las lágrimas. Únicamente el Señor mismo podrá hacernos sentir gozosos.
Si observamos de cerca la condición del cristianismo y la situación que impera entre nosotros, nos lamentaremos profundamente, debido a que no vemos el edificio de Dios. En lugar de ello, vemos principalmente obras humanas, discusiones humanas, actividades humanas, el fervor humano y el servicio humano, pero vemos muy poco del edificio de Dios. Como resultado, la visión del edificio es una carga muy pesada que llevamos dentro de nosotros. Es muy difícil para nosotros hablar acerca de la edificación, y cuando hablamos de ello, parece que estuviéramos condenando a los demás porque nuestras palabras contradicen a otros e invalidan todo lo que ellos han hecho. Sin embargo, esto no tiene que ver con invalidar ni con confirmar, sino con el hecho de si nuestra obra y nuestro vivir son parte del edificio de Dios. Éste es un asunto muy serio que no depende de nuestra perfección ni de nuestra bondad, ni siquiera de nuestra espiritualidad. Nuestras virtudes, tales como la diligencia y la mansedumbre, no tienen ningún valor; la clave es si en nosotros y entre nosotros está el edificio de Dios.
Sólo la mezcla con Dios, la edificación de Dios, es el Cuerpo de Cristo, la iglesia. Si no tenemos el edificio de Dios, tendremos la iglesia sólo de nombre pero no en realidad. Aun cuando nos reunamos sobre el terreno de la iglesia, no tendremos la realidad de la iglesia. Todo depende del edificio de Dios. Únicamente Dios mezclado con el hombre y edificado en el hombre es el edificio de Dios, el Cuerpo de Cristo, la iglesia.
El primer paso en la edificación de Dios es la obra del quebrantamiento. En relación con el edificio, Dios habla en Efesios 2:14-16 de derribar la pared intermedia de separación mediante la cruz. La pared intermedia de separación es la ley. La ley toma la carne como base; por ende, derribar la ley equivale a derribar la carne. Tanto con respecto a los israelitas como a los gentiles, la carne es algo de la vieja creación. Si no tuviéramos la vieja creación, no existiría la carne ni la ley, y sin la ley no habría ninguna pared intermedia de separación. Sin embargo, Efesios 2 nos muestra claramente que hay una pared intermedia de separación, una división, entre Israel y los gentiles, porque ambos están en la vieja creación y, por tanto, tienen la carne. La ley fue dada de acuerdo con la carne.
Romanos 7:5 nos muestra que la ley está relacionada con la carne. La ley y la carne son como un matrimonio. Uno de los dos es el esposo y el otro es la esposa, y los dos siempre están juntos. Mientras la ley esté presente, también lo estará la carne; cuando un hombre vive regido por la carne, desea guardar la ley. Aquellos que tienen un buen comportamiento guardan la ley; y aquellos que no se comportan bien quebrantan la ley y se condenan a sí mismos delante de la ley. No podemos separar la carne de la ley. Si el hombre no hubiese caído ni hubiese llegado a ser carne, Dios no habría tenido que dar la ley; habría sido suficiente tener a Dios como vida. La vida representada por el árbol de la vida en el huerto del Edén es Dios mismo. La ley dada en el monte de Sinaí fue añadida por Dios para que el hombre conociera la carne y, de ese modo, la carne fuera condenada (v. 7; 5:20). Por lo tanto, abolir la ley es abolir la carne, y abolir la carne equivale a abolir la vieja creación.
El primer paso en la obra de edificación de Dios es el de derribar la vieja creación. Todas las distinciones entre judíos y gentiles se hallan en la vieja creación. Una vez que la cruz derriba la vieja creación, las distinciones entre judíos y gentiles se acaban, y los dos llegan a ser uno. Entre nosotros, da la impresión de que hubiera muchas distinciones entre “judíos” y “gentiles”. Por ejemplo, a menudo escuchamos a algunos decir: “Él es un gentil y yo son un verdadero israelita”. Las hermanas sienten que son “israelitas” porque ellas son mansas y que los hermanos son “gentiles” porque son toscos y desenfrenados. Las hermanas son como Jacob, quien moraba en tiendas, y los hermanos son como Esaú, quien cazaba en el campo (Gn. 25:27). Éstas son caracterizaciones de “judíos” y “gentiles”. No piensen que estoy bromeando en cuanto a estas distinciones entre nosotros. Cuando los problemas surgen entre los hermanos, con frecuencia dicen: “No podemos ser uno; no podemos coordinar juntos”. Esto indica que entre ellos hay distinciones en cuanto a la carne. También significa que estas distinciones no han sido derribadas por la cruz.
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