Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-9033-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Filipenses 1:19 hace referencia a “la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo”. La frase el Espíritu de Jesucristo nos muestra que Jesucristo es el Espíritu y que el Espíritu es Jesucristo mismo. Cuando experimentamos a Cristo, lo experimentamos como el Espíritu, porque Cristo sólo puede estar en nosotros al ser el Espíritu. Por tanto, Jesucristo ciertamente es una Persona maravillosa. Él es Dios que llegó a ser un hombre, Cristo que llegó a ser Jesús, Aquel en quien Dios y el hombre fueron unidos y mezclados. Él es Dios y Él también es Hombre. Éste es Jesucristo. Cuando Él es experimentado por nosotros, Él es el Espíritu. Este Espíritu que está en nosotros es Jesucristo, el Dios-hombre, con la abundante suministración.
Hoy en día el Señor Jesús es el Espíritu en nosotros, y este Espíritu tiene una abundante suministración. Él suministra todo lo que necesitamos. Además, este Jesucristo tiene el poder de la resurrección, y este poder no se puede separar del Espíritu de Jesucristo; ambos son uno solo. En cuanto a Su suministración, Él es el Espíritu de Jesucristo; en cuanto a Su poder, Él es el Cristo resucitado.
Efesios 1:19-20 dice: “Y cuál la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de Su fuerza, que hizo operar en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a Su diestra en los lugares celestiales”. El Señor Jesús fue resucitado y liberado del encierro de la muerte y el sepulcro. Además, Él ascendió al cielo y fue entronizado. Éste es el poder de Su resurrección. ¿Hay alguna otra fuerza en el universo que sea mayor que el poder de la resurrección? El Espíritu con la abundante suministración, quien está en nosotros, tiene el poder del Cristo resucitado.
En Filipenses 4:13 Pablo dijo: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Cristo es Aquel que nos reviste de poder. La frase reviste de poder aquí y la palabra poder en Efesios 1:19 provienen de la misma palabra griega traducida “dinámico” o “dínamo”. Cristo como fuente de todo poder es inagotable; Su poder es ilimitadamente grande. En la versión Chinese Union la palabra griega traducida “poder” en varios lugares se traduce como “gran poder”, en otros lugares como “fuerza” y en otros como “poder”. Independientemente de si es gran poder, o fuerza o poder, lo tenemos porque tenemos a Cristo en nosotros como fuerza motriz. Cuando el poder de resurrección de Cristo opera en nosotros, somos revestidos de poder. Hoy en día hay muchos juguetes que funcionan mediante la electricidad. Por ejemplo, hay un perro de juguete que tiene baterías instaladas adentro. Si el interruptor no está encendido, el perro no se puede mover, pero cuando se enciende el interruptor, el perro comienza a saltar. La electricidad procedente de las baterías es lo que da poder al perro. Del mismo modo, si Cristo no opera en nuestro interior, no tenemos la fuerza motriz. Cuando el poder de la resurrección de Cristo opera en nosotros, somos vivificados y revestidos de poder. Cristo es el Resucitado. Una vez que el poder de resurrección comienza a operar en nosotros, nos capacita para vencer el obstáculo de la muerte y lo trasciende todo.
Filipenses 2:13 dice: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito”. El querer es algo interno; el hacer es algo externo. Cuando una persona tiene el querer interno, tendrá el hacer externo. Nuestro querer y nuestro hacer son el resultado de lo que Dios realiza en nosotros. La palabra realiza también podría traducirse como “vigoriza”, que a su vez está derivada de la palabra griega érgon. Esta palabra no significa operar externamente, sino vigorizar desde el interior. El Espíritu con la abundante suministración y el Cristo de resurrección son Dios mismo que realiza y vigoriza en nosotros así el querer como el hacer por Su beneplácito.
Dios no solamente nos vigoriza internamente, sino que también guarda y protege nuestros corazones y nuestros pensamientos. Tenemos una gran cantidad de preocupaciones en nuestra mente. Quizás somos capaces de poner nuestras preocupaciones a un lado temporeramente en la noche, cuando nos vamos a dormir, pero tan pronto como nos despertamos, nuestra mente comienza a girar de nuevo. Nos preocupamos por nuestro trabajo, nuestro negocio, nuestra salud, nuestras tareas y muchas otras cosas, de tal manera que todo nuestro ser está lleno de ansiedad y no tiene paz. Pero Filipenses 4:7 dice que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, nos guarda y protege. Esta paz es Dios mismo. Cuando tenemos dificultades externamente, Dios nos guarda desde nuestro interior para que nuestros corazones no se turben.
Nosotros, los que amamos al Señor, podemos testificar que muchas veces vienen problemas a nosotros y no sabemos qué hacer, pero si sencillamente volvemos nuestros corazones al Señor y ofrecemos alabanzas y acciones de gracias a Él, de inmediato sentimos una paz indescriptible que nos tranquiliza para que no tengamos ansiedad alguna. Si no tenemos paz, no podemos entrar en el disfrute de Cristo. Por lo tanto, debemos permitir que Dios sea la paz en nosotros a fin de guardar nuestros corazones y nuestros pensamientos. Esto es lo que el Cristo resucitado hace en nosotros hoy. Como el Dios de paz, Él no solamente es el que realiza y nos vigoriza internamente, sino que también guarda y protege nuestra mente para que tengamos paz en todo nuestro ser. De esta forma, entonces podemos entrar en Cristo y disfrutarle.
En resumen, el Dios Triuno está en nosotros no solamente como nuestra vida, sino también como nuestra abundante suministración. Además, Él es el poder que vence la muerte. Él ha ascendido del Hades al tercer cielo, muy por encima de todo principado y autoridad. Este poder nos reviste desde nuestro interior; además, el Dios resucitado realiza en nosotros y nos vigoriza. Nuestros pensamientos y nuestras acciones surgen a partir del hecho de que Él nos vigoriza internamente. Cuando tenemos dificultades, Él guarda y protege nuestra mente para que podamos disfrutar paz. Una persona que verdaderamente ama al Señor y vive en el Señor, necesariamente debe ser un hombre de paz. Aunque es afligido por muchas dificultades externamente, él tiene la paz interna. En tal estado mental de paz, lo que él manifiesta en su vivir es amor, luz, santidad y justicia. Éste es Dios en Cristo expresado en las virtudes humanas.
La salvación subjetiva efectuada por el Dios Triuno es muy diferente de la ética humana. La ética humana nos enseña a simplemente tener una buena conducta, pero nosotros nos referimos a Dios que se manifiesta en nuestra humanidad como amor, luz, santidad y justicia. Cuando manifestamos estas virtudes en nuestro vivir, Dios es expresado. Esto es lo que Pablo dijo: “Para mí el vivir es Cristo”, que también significa que “como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo”. Estas palabras no son meras doctrinas o exhortaciones, sino una revelación de la verdad con miras a que realmente sepamos que la salvación, la cual hemos recibido es el Dios Triuno como nuestro disfrute y experiencia en nuestro vivir diario, y que llega a ser nuestra salvación subjetiva.
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