Cristo crucificado, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3691-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Espero que en un futuro no muy lejano todos podamos confirmar el hecho de que estamos dispuestos a responder al llamado de Dios, muchas personas en nuestro medio serán salvas, y la gracia de Dios será transmitida a la tierra por medio de nosotros. No es demasiado difícil ni problemático responder al llamado de Dios; es sólo cuestión de que nuestro corazón lo desee. Si deseamos responder al llamado de Dios, de ahora en adelante debemos tomar la resolución de apartar un tiempo para orar en la presencia del Señor cada día. Debemos orar una y otra vez porque a menos que oremos lo suficiente, lo único que tendremos será sólo doctrina. Todos tenemos que reunirnos con Dios, tocarle y responder a Su llamado, a fin de satisfacer la necesidad que Él tiene en esta era.
Ahora abarcaremos algunos asuntos cruciales y hablaremos de la meta a la cual todos debemos prestar atención. Espero que todos retengamos estos asuntos en nuestra mente, y se los presentemos a Dios en oración y se los recordemos día y noche hasta que veamos que la obra de Dios llegue a ser una alabanza en la tierra.
En primer lugar, debemos dedicar un tiempo específico para orar que los santos tengan cada vez más un corazón para el Señor. Eso significa que tenemos que orar al Señor para que ellos tengan un corazón que sea lo suficientemente inclinado hacia el Señor y que cada uno de ellos ame al Señor. No sólo debemos orar para que ellos sean salvos y participen en la vida de iglesia, sino también para que sean conmovidos por el Señor y tengan un corazón para Él, no cualquier clase de corazón, sino un corazón suficientemente inclinado para con Él. Lo más importante con respecto al hombre es su corazón. Hoy en día los educadores consideran al hombre un animal racional, pero hay una parte en el hombre —su corazón— que es mucho más subjetiva y que lo representa mucho mejor que su propia mente.
Durante tres años y medio nuestro Señor Jesús estuvo en la tierra con los discípulos cada día, guiándolos y enseñándoles, y el asunto más importante en el cual el Señor se enfocó fue el conmover sus corazones. Aunque no podemos encontrar estas palabras en los evangelios, sí podemos concluir que el Señor conmovió muchas veces los corazones de ellos. Él conmovió el corazón de Jacobo, el corazón de Pedro y el corazón de Andrés; Él tocó los corazones de cada uno de los doce discípulos. Aquello a lo cual el Señor prestó más atención durante esos tres años y medio, fue los corazones de ellos. ¿Por qué fue esto? Porque si sus corazones no se hubieran inclinado a Dios ni hubieran afirmado sus corazones en el Señor, no habrían tenido futuro en los asuntos espirituales, y el Señor no habría podido hacer nada.
El Señor se hizo carne para poder laborar por medio de los discípulos, pero si los discípulos no hubieran tenido un corazón para el Señor, ¿cómo habría podido el Señor hacer algo? Supongamos que Jacobo, Pedro, Juan y Andrés no tuvieran nada en su corazón por el Señor y que simplemente se hubieran ido a pescar. Supongamos que ellos hubieran sido salvos y bendecidos, pero no tuvieran un corazón que se interesa por la obra del Señor. ¿Cómo hubiera podido el Señor laborar por medio de ellos? Si el Señor no hubiera podido llevar a sus discípulos al aposento alto en Jerusalén, habría llegado el Día de Pentecostés y el Espíritu Santo habría sido derramado, pero no habría habido ningún vaso en la tierra que recibiera la guía del Espíritu Santo. Sin embargo, el Día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo descendió, había ciento veinte personas cuyos corazones estaban listos y se interesaban por el Señor. Por lo tanto, cuando el Espíritu Santo descendió, pudo encontrar a ciento veinte personas en la tierra cuyos corazones eran para el Señor y eran lo suficientemente inclinados hacia el Señor.
Cuando el Señor apareció a los discípulos en los Evangelios, Él se manifestó a ellos como una persona encantadora. En los Evangelios vemos que el Señor mostró Su poder, pero también vemos que el Señor reveló lo precioso que era. Una mujer lo ungió con un valioso ungüento y besó Sus pies (Lc. 7:37-38). Esto nos muestra cuán encantador era el Señor y cuán dulce y precioso era Él mientras estuvo con Sus discípulos. Él no obligaba a los discípulos; más bien, los atraía con Su gracia, Su amor, Su dulzura y Su gloria. ¿Qué parte de los discípulos atrajo? Él atrajo sus corazones. El Señor conmovió los corazones de los discípulos con Su preciosidad.
El Señor conmovió los corazones de las personas con Su preciosidad al grado que a ellas ya no les importaba ninguna otra cosa. Dos de las hermanas, María Magdalena y María de Betania, lo abandonaron todo por amor al Señor. ¿Por qué? Debido a que el Señor era muy querido y precioso para ellas. Por este motivo, ellas lo dejaron todo para amar y buscar al Señor de forma absoluta. Sin embargo, los hermanos, como vemos en el caso de Pedro, después de la muerte del Señor eran todavía muy débiles, pese a que sabían que el Señor había resucitado. Pedro fue el primero en regresar a pescar, y los demás discípulos lo siguieron. Aquella noche no pescaron nada. Pero cuando ya iba amaneciendo, el Señor se apareció en medio de ellos. ¿Acaso los reprendió el Señor? No. El Señor se les acercó, fue muy suave y manso con ellos y los atendió. Cuando llegaron a la playa, el Señor les preguntó: “Hijitos, ¿no tenéis algo de comer?”. ¡Cuán encantador era el Señor y con cuanta ternura se dirigía a ellos! Después que Pedro escuchó aquella voz, no le importó nada y, dejando la barca y los peces, se echó al mar. ¿Acaso lo reprendió el Señor en ese momento? No. El Señor no lo reprendió, sino que más bien le preguntó suavemente a Pedro, y con mucha compasión: “¿Me amas más que éstos?”. Lo que el Señor quería decir era: “¿Me amas más que el mar? ¿Me amas más que el mundo? ¿Me amas más que tu barca? ¿Me amas más que tu ocupación? ¿Me amas más que tu destreza para pescar? ¿Me amas más que tus aptitudes? ¿Me amas más que tus compañeros? ¿Me amas más que esos ciento cincuenta y tres peces? ¿Me amas más que éstos?”.
En lugar de reprender o echarle la culpa a Pedro, el Señor simplemente le preguntó: “¿Me amas más que éstos?”. ¿Cómo contestó Pedro? Pedro le respondió: “Sí, Señor; Tú sabes que te amo”. Luego el Señor le preguntó de nuevo: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”. Pedro no sabiendo cómo responder, simplemente le dijo al Señor: “Sí, Señor; Tú sabes que te amo”. El Señor no le hizo esta pregunta una o dos veces sino tres veces. Esto se relata en Juan 21. El único énfasis y el único propósito de la obra del Señor durante esos tres años y medio fue conmover los corazones de los discípulos y motivarlos a amarle.
Sin Juan 21, no podríamos tener el primer capítulo de Hechos. Si el corazón de un hombre no es conmovido por el Señor, no podrá decirle al Señor: “Oh Señor, te amo”. El Señor llevó a Pedro, a Jacobo, a Juan y al resto de los discípulos al punto en que ellos fueron conmovidos por Su amor y vieron Su gloria. ¿Qué hicieron ellos entonces? Dejaron sus parientes y todos sus bienes, y subieron al aposento alto en Jerusalén. Sufrieron mucha persecución y adversidades allí, pero no tenían miedo. El hecho de que subieran al aposento alto significa que ellos habían abandonado todo lo terrenal. Ellos dejaron todo, incluyendo sus bienes, sus familias, sus parientes, su posición y su reputación, y hollaron todo esto y lo pusieron bajo sus pies.
Ellos oraron en el aposento alto día tras día, una y otra vez, y perseveraron en ello por diez días. Durante ese tiempo no buscaron las cosas de la tierra sino las cosas de los cielos; no les importó el hombre sino únicamente Dios. Ésta era su única meta. Oraron hasta que un día el Espíritu Santo descendió sobre ellos; ellos oraron hasta que un día el “cable que suministra la electricidad” se encontró con el “cable que lleva la electricidad de regreso”, es decir, hasta que Dios encontró al hombre. En ese momento, la “electricidad” fue transmitida y el Espíritu vino. Como resultado, primero fueron salvas tres mil personas y luego cinco mil. ¿De dónde provenían esas tres mil y esas cinco mil personas que fueron salvas? Fueron el resultado de la oración, del amor que sentían los discípulos por el Señor. Si los discípulos no hubieran amado al Señor, no habrían abandonado nada; si ellos no hubieran abandonado nada, no se habría elevado ninguna oración; sin la oración, no habría descendido el Espíritu Santo; si el Espíritu Santo no hubiera descendido, no habría sido dado el poder; sin el poder, no se habría llevado a cabo ninguna obra; y, finalmente, si la obra no se hubiera llevado a cabo, nadie habría sido salvo.
Si estas ciento veinte personas no hubieran amado al Señor ni hubieran vaciado sus corazones del mundo, Dios no habría podido realizar ninguna obra. Sin embargo, debido a que el Señor atrajo a estas personas, ellas vaciaron todo su ser y sus corazones del mundo. El mundo no tenía cabida en ellas, no podía usurparlas, no tenía poder sobre ellas y el mundo había sido desalojado de ellas. Estas personas no sólo amaban a Dios, sino que además se habían vaciado del mundo, y le dieron completamente la espalda a todo lo de la tierra. Anteriormente, lo más precioso para ellos eran sus barcas, sus redes de pescar y sus compañeros de pesca, y sus corazones sólo se interesaban por el mundo, los bienes materiales, sus ocupaciones y sus familias. Sin embargo, un día, el Señor vino y les preguntó: “¿Me amas más que éstos?”. Estas palabras del Señor cambiaron por completo sus corazones. Sus corazones cambiaron aun al grado en que un día ellos sencillamente lo abandonaron todo: la tierra, el mar, la barca, las redes y los peces. En lugar de ello, lo único que deseaban era el Señor, las cosas celestiales y Dios. Y cuando subieron al aposento alto en Jerusalén, todo su ser y todos sus corazones estaban vueltos al Señor, ellos oraron hasta el día en que el Espíritu Santo descendió sobre ellos y los llenó. El Espíritu Santo que los llenó era el poder. Espero que todos veamos que sin la oración, el Espíritu Santo no habría podido llenarlos; que si el Espíritu no los hubiera llenado, no habrían recibido poder; y que si no hubieran recibido poder, la obra no habría sido fructífera. Todo esto proviene de la oración.
¿Dónde se origina la oración? La oración nace de nuestro amor por el Señor. Si no tenemos un corazón que ame al Señor, no podrá haber oración. Por consiguiente, debemos escuchar al Señor, quien nos dice: “¿Me amas más que éstos?”. No sólo necesitamos escuchar Su voz, sino también responder, diciendo: “Sí, Señor; Tú sabes que te amo”. Debemos pasar por esta experiencia antes de llegar a Hechos. Primero la oración ascendió en Hechos 1, y luego el Espíritu descendió en Hechos 2. Espero que todos los santos perciban y vean la dulzura del Señor y Su belleza. Quiera el Señor atraernos para que le amemos y seamos conmovidos por Él, al grado en que nuestro corazón experimente un cambio radical y se enderezca por completo para mirar a los cielos.
El tiempo es muy corto, y el día de la venida del Señor ya se aproxima. Al ver los cambios en la situación mundial, ¿no debiéramos orar? Debemos amar al Señor y volver a Él nuestros corazones mientras aún tenemos el día de hoy. Desde hoy en adelante, debemos orar y pedirle al Señor que cambie nuestros corazones, de modo que nosotros, que pertenecemos a Dios, seamos de aquellos que aman a Dios.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.