Presentación actual de la manera ordenada por Dios y las señales acerca de la venida de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6646-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-6646-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
Cada vez que los creyentes nos reunimos, tenemos tres cosas preciosas. En primer lugar, tenemos el nombre del Señor. El Señor dijo que cada vez que estamos congregados en Su nombre, Él está en medio de nosotros (Mt. 18:20). Por lo tanto, cada vez que nos reunimos, debemos creer que el Señor está con nosotros. Su nombre es nuestro disfrute. En segundo lugar, tenemos al Espíritu del Señor. El Espíritu del Señor está con nosotros todo el tiempo y en todo lugar, pero cuando nos reunimos, el Espíritu del Señor está doblemente con nosotros. Tercero, tenemos la palabra del Señor. Siempre que nos reunimos, el Señor nos está hablando. Además, estas tres cosas —el nombre del Señor, el Espíritu del Señor y la palabra del Señor— son el Señor mismo. Cuando respiramos de manera profunda invocando: “Oh, Señor Jesús”, nos sentimos refrescados en nuestro cuerpo y percibimos todo claramente en nuestro corazón. Esto no es una superstición ni algo de nuestra imaginación; es Dios mismo que entra en nosotros para ser nuestro suministro.
Quisiera contarles un poco de nuestra historia. Hasta el presente, el recobro del Señor ha estado entre nosotros por casi setenta años. La primera reunión empezó en 1922 en Fuzhou por medio del hermano Watchman Nee y otros. El hermano Nee fue el primero en traer el recobro del Señor, y yo fui el primero en levantar la primera iglesia entre nosotros en el norte de China, en mi ciudad natal, Chifú, en 1932. Tanto el hermano Nee como yo salimos del cristianismo. El abuelo del hermano Nee era un pastor, y mi madre era cristiana de tercera generación. Ambos teníamos en común que habíamos nacido en el cristianismo, habíamos crecido en el cristianismo y habíamos sido educados en el cristianismo. Por lo tanto, no era fácil para nosotros escapar la influencia del cristianismo. En ese entonces todavía éramos jóvenes. Además, vivíamos en tiempos de inestabilidad; el país estaba dividido por diferentes caudillos, el gobierno era corrupto, y la gente estaba sufriendo. Al ver la situación internacional y al considerar el futuro del país, muchos jóvenes realmente deseábamos hacer algo. En aquel tiempo el Señor hizo una obra particular en China y levantó a un buen número de jóvenes que amaban al Señor y vivían para Él. Todos ellos eran de nuestra edad. Sin embargo, después de algún tiempo, la mayoría de ellos no siguió el camino del recobro del Señor. Por la misericordia del Señor, nosotros permanecimos. Sin lugar a dudas, nosotros vimos la revelación del Señor y nos percatamos de la desviación del cristianismo. Por lo tanto, resolvimos sólo tener tres cosas: la Biblia, el nombre del Señor y la salvación; de lo demás podíamos prescindir.
Aunque tomamos esta resolución, aún nos planteábamos la pregunta de cómo debíamos reunirnos. Desde nuestra niñez no habíamos visto ninguna reunión fuera del cristianismo; ya habíamos contemplado suficientes muestras de cómo se llevaban a cabo las cosas en el cristianismo. Por lo tanto, cuando tuvimos el deseo de reunirnos, naturalmente fue difícil para nosotros deshacernos del “color” de las denominaciones. Puedo aún recordar que cuando tenía veintiséis o veintisiete años, se levantó una reunión en la casa de mi madre, y yo tomaba la delantera allí. Aunque no había estudiado en un seminario, ni había sido pastor ni predicador, tuve que dar un mensaje y guiar a todos a la oración. Por lo tanto, la manera en que se reúne el cristianismo espontáneamente fue llevada a nuestras reuniones. En octubre de 1933, después que dejé mi empleo, fui a Shanghái para buscar al hermano Nee, y me quedé allí. Aprecié mucho algunas de las cosas que observé en cuanto a la manera en que se reunían, las cuales no practicábamos nosotros en el norte. Sin embargo, en su mayor parte, la manera en que ellos se reunían era más o menos igual a la manera nuestra, es decir, alguien dirigía la reunión, alguien daba un mensaje, alguien concluía la reunión y todos los demás escuchaban el mensaje. La reunión era siempre así.
En 1949 yo fui enviado a laborar al extranjero, primero a Taiwán, y al año siguiente a las Filipinas. Aproximadamente en 1953 o 1954, empezamos a practicar el orar con base en los himnos; es decir, después de cantar un himno, los hermanos y hermanas ofrecían algunas oraciones conforme al himno. A todos les pareció esto muy agradable, y como resultado todos se volvieron vivientes. Diez años más tarde, fui a los Estados Unidos. Luego en 1966 regresé a Taiwán, y fue en ese entonces que los santos de Tainán empezaron a practicar el orar-leer, mezclando la lectura de la Palabra con oración, es decir, no sólo leyendo sino también orando. Debido a esto, muchos santos fueron liberados y la situación se tornó muy floreciente. Esta práctica se propagó rápidamente hasta llegar a San Francisco, y cuando los santos allí la recibieron, también fueron beneficiados. Así pues, tenemos la práctica de orar con base en los himnos y la práctica de orar-leer la Palabra del Señor. En cierta ocasión, antes de la reunión de la mañana del día del Señor, mientras todos estaban sentados silenciosamente y esperando, como era nuestra costumbre, yo me puse en pie y dije: “Todos los que vinieron a la reunión pueden decir cuatro palabras”. Mientras hablaba, aún no sabía cuáles serían esas cuatro palabras, aunque ciertamente estaba considerando qué decir. Entonces dije estas cuatro palabras: “¡Oh, Señor, Amén, Aleluya!”. En ese mismo momento todos practicaron esto, y algunos de inmediato compusieron cánticos con dichas palabras. Esto entonces llegó a ser prevaleciente. Me di cuenta de que esto era conforme a la dirección del Señor. Así que a partir de ese momento añadimos otro elemento: el invocar el nombre del Señor. En aquel tiempo nos reuníamos en el salón de reuniones, Elden Hall, en Los Ángeles. Muchos santos se habían mudado cerca del local. Temprano en la noche, uno podía escuchar las voces de santos que invocaban: “¡Oh, Señor Jesús!”. Todos invocaban: invocaban en los hogares, en las calles y también en el salón de reuniones. Aquella situación ferviente duró por un buen tiempo. En 1968 me invitaron a Yakarta, Indonesia. En una reunión allí, yo compartí acerca de Efesios 5:19, que dice que podemos hablarnos unos a otros con salmos. De allí comenzó la práctica de hablarnos los himnos unos a otros. Esto hizo que las reuniones se tornaran más vivientes que antes.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.