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Pensamiento central de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7041-7
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CAPÍTULO SIETE

LA MÁXIMA INTENCIÓN DE DIOS:
CRISTO Y LA IGLESIA

Lectura bíblica: Gn. 28:12, 16-19, 22; Éx. 40:34; 1 R. 8:10-11; Mt. 16:16-18; 1 Ti. 3:15-16; Ef. 5:32

Efesios 5:32 habla de un gran misterio. Cristo junto con la iglesia es el gran misterio en este universo. En estos mensajes nuestra carga es el pensamiento central de Dios. Vimos claramente en la revelación de las Escrituras que el pensamiento central de Dios es que Cristo es la expresión de Dios junto con Su Cuerpo, que es la iglesia. Por lo tanto, el pensamiento central de Dios es Cristo y la iglesia, o podemos decir que es Cristo con la iglesia. Éste es el asunto central que ocupa la mente divina, el pensamiento divino, que se ve claramente en los planos del plan divino revelado en los primeros dos capítulos de la Biblia. En el cuadro de Apocalipsis 21 y 22, los últimos dos capítulos de las Escrituras, también podemos ver que el propósito eterno de Dios, Su máxima intención, es que Cristo se exprese por medio del Cuerpo. Por lo tanto, Cristo y Su Cuerpo, que es la iglesia, son el gran misterio, el pensamiento central de Dios.

Yo fui salvo cuando aún era joven. Inmediatamente después que fui salvo, yo amaba muchísimo la Palabra del Señor. Día a día la estudiaba con gran diligencia. Más tarde, me conseguí un buen número de libros acerca de las Escrituras. Todos esos libros me mostraban lo mismo, esto es, que Cristo es el tema y centro de todas las Escrituras. En aquel tiempo me sentí muy contento de saber esto, y hacía mucho hincapié en ello. ¡Cristo es el tema, el centro y el contenido de todas las Escrituras! Sin embargo, posteriormente descubrí que a esto le faltaba algo. En las Escrituras se nos dice claramente que Cristo es la Cabeza (Ef. 1:22; Col. 1:18). Así como la cabeza necesita un cuerpo, Cristo la Cabeza también necesita el Cuerpo. También se nos dice que Cristo es el Marido (Ef. 5:24-25), y un esposo necesita una esposa. Cristo es el Esposo divino, el verdadero hombre. Ninguno de nosotros, incluyendo a los hermanos, es un hombre. Todos en realidad somos mujeres. Cristo es el verdadero hombre que ha de obtener una novia (Jn. 3:29). Por ser el verdadero hombre, Él necesita una novia. Es por esta razón que las Escrituras no nos revelan a la Cabeza aparte del Cuerpo, sino que nos revelan a la Cabeza con el Cuerpo, es decir, Cristo con la iglesia. Además, nos revelan a una pareja, no simplemente al Esposo, sino al Esposo con la esposa.

Si usted lee la Biblia cuidadosamente una vez más, comprobará que el centro, tema y contenido de todas las Escrituras es Cristo con la iglesia, la Cabeza con el Cuerpo, el Esposo con la esposa. ¿Cómo podría yo venir a hablarles a ustedes con mi cabeza solamente y dejar mi cuerpo en mi apartamento? Jamás podremos separar el cuerpo de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Algo que aprecio de este país es que las esposas siempre acompañan a sus esposos. No sucede lo mismo en China. En China las esposas se separan de sus esposos. Si los esposos se sientan al frente, todas las esposas se sientan en la última fila. Esto no es bíblico. Si ustedes leen las Escrituras, verán que donde está Cristo, allí está la iglesia; donde está la Cabeza, allí está el Cuerpo; y donde está el Esposo, allí también está la novia.

Hermanos y hermanas, el pensamiento central de Dios es que Cristo debe obtener la iglesia, y que ésta sea Su Cuerpo, Su novia, Su aumento y Su complemento a fin de expresar a Dios de manera corporativa. En todas las Escrituras nada es más importante o crucial que esto. Nada es más central que esto. Éste es el propio pensamiento central de Dios. Si me preguntan qué es lo que el Señor busca hoy en día, debo decirles que el Señor no busca otra cosa que no sea la iglesia, la cual es el Cuerpo, la novia y el aumento y que, como tal, ella complementa a Cristo y lo expresa de manera corporativa. Ésta es la máxima intención de Dios.

LA PLENA MEDIDA DE LA REVELACIÓN DE CRISTO

Veamos ahora algo acerca de Cristo y la iglesia de una manera muy breve, lo cual se nos muestra en los sesenta y seis libros de la Biblia, de Génesis a Apocalipsis. Todos sabemos que Cristo es el centro, pero debemos entender también que Cristo es el centro junto con la iglesia. En el cuarto día de la creación, vemos el sol con la luna y todas las estrellas. El sol es un tipo de Cristo; Cristo es el Sol de justicia (Mal. 4:2). La iglesia como luna refleja Su luz, y todos los santos son las estrellas. Por lo tanto, en el primer capítulo de la Biblia, tenemos a Cristo con la iglesia, incluyendo a todos los santos.

Luego en el segundo capítulo, tenemos a Adán con Eva, al hombre con la esposa. Como hemos visto, Adán es una figura y él tiene un aumento, una novia, un complemento, una parte que proviene de sí mismo. Aquí también vemos a Cristo y la iglesia. Luego en el tercer capítulo, tenemos la simiente de la mujer, es decir, a Cristo nacido de una virgen. A medida que continuemos leyendo, veremos un buen número de tipos de Cristo, pero por ahora saltaremos a la época de Jacob. Si leen Génesis cuidadosamente, notarán que la revelación en cuanto a Cristo no alcanza su plena medida sino hasta que llegamos a Jacob, porque Jacob introdujo una casa para Dios (Gn. 28:10-22). En la Biblia el Señor no habla de la casa de Abraham ni de la casa de Isaac. Sin embargo, las Escrituras a menudo se refieren a la casa de Jacob o a la casa de Israel. Abraham al parecer era un solo individuo, y lo mismo parece haber sido Isaac. Pero con respecto a Jacob no vemos un solo individuo, sino una casa: la casa de Jacob, la casa de Israel. Por consiguiente, la revelación de Cristo alcanzó su plena medida con Jacob.

¿Cuál es la revelación que Jacob recibió en aquel tiempo en cuanto a Cristo? En su sueño Jacob vio una escalera (v. 12). En Juan 1:51 el Señor le dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. De esta manera el Señor Jesús se refirió a esta escalera, diciéndonos que esta escalera es Él mismo. Él es la escalera celestial que trae el cielo a la tierra. Jacob recibió una revelación en un sueño en cuanto al Cristo que es la escalera celestial que trae el cielo a la tierra. En aquella ocasión como joven que era, Jacob hizo algo muy maravilloso. Él tomó la piedra que había usado como almohada, la erigió como columna y derramó aceite sobre ella (Gn. 28:11, 18). Después de esto llamó el nombre de aquel lugar Bet-el (v. 19), esto es, la casa de Dios. Él no sólo dijo que ese lugar era la casa de Dios, sino que incluso dijo que la columna, la piedra sobre la cual derramó aceite, era la casa de Dios (v. 22). ¿Pueden ver que en este cuadro tenemos a Cristo y también la iglesia? La escalera celestial es Cristo, y la casa de Dios hecha con la piedra sobre la cual ha sido derramado el aceite es la iglesia.

Tenemos que creer que lo que hizo Jacob, ese joven travieso, fue algo que el Espíritu Santo hizo por medio de él. Jacob no tenía una casa donde morar, y era una persona errante; sin embargo, se olvidó de que no tenía hogar y, en vez de ello, se preocupó mucho por la casa de Dios. En vez de decir: “Esta columna será mi casa”, dijo: “Esto [...] es [...] la casa de Dios” (v. 17). De manera semejante, en Mateo 16 cuando Pedro recibió la revelación en cuanto a Cristo, dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16), la escalera celestial que trae el cielo a la tierra. El Señor inmediatamente le dijo a Pedro: “Y Yo también te digo, que tú eres Pedro [o, una piedra], y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Si usted compara estas dos visiones, comprenderá que en principio son exactamente iguales. Cuando usted verdaderamente conoce a Cristo como la persona celestial, una visión vendrá a usted en la cual una columna es erigida, aceite es derramado sobre ella y surge Bet-el.

La columna de piedra representa a una persona que ha sido regenerada y transformada. Originalmente y por naturaleza, nosotros no éramos columnas de piedra, sino trozos de barro; cuando mucho, éramos columnas de sal, como la esposa de Lot que se convirtió en una columna de sal (Gn. 19:26). Pero alabado sea el Señor, pues fuimos regenerados y estamos siendo transformados. Ahora somos piedras, y el Espíritu Santo como aceite es derramado sobre nosotros. Es a partir de esto que la casa de Dios llega a existir. Todas estas cosas suceden cuando usted ve que Cristo es la persona celestial y conoce a Cristo como Aquel que trae a Dios al hombre y trae el cielo a la tierra. Cristo es Aquel que abre los cielos y trae el cielo a la tierra y a Dios al hombre. Cuando usted conozca a Cristo como tal persona, sentirá que ha habido un gran cambio, una regeneración, e incluso una transformación dentro de sí. Usted entonces será una piedra útil para la edificación de la iglesia. Cuanto más usted conozca a Cristo como la persona celestial que trae el cielo a la tierra y que trae a Dios al hombre, más será transformado de un trozo de barro a una piedra, y más será edificado sobre la roca.

Si usted conoce a Cristo, también debe conocer la iglesia. Si verdaderamente conoce a la Cabeza, entonces, sin lugar a dudas, también conocerá el Cuerpo. Usted podría decir: “Oh, soy un pecador miserable, y Él es el Salvador. Él murió en la cruz por mis pecados para salvarme del infierno y me llevará al cielo a la mansión celestial”. Sin embargo, si únicamente conoce a Cristo como el Salvador de esa manera, me temo que nunca conocerá nada de la iglesia; pero si se da cuenta de que Cristo es la persona celestial que viene a la tierra para traer el cielo a la tierra y para traer a Dios al hombre a fin de mezclarse con el hombre, entonces habrá un gran cambio en usted. Experimentará en su interior una regeneración y una transformación. Usted será grandemente transformado, y comprenderá que usted es simplemente una piedra útil para la edificación de la iglesia sobre la roca, que es Cristo y la revelación en cuanto a Él.


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