Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4619-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los seres humanos no somos personas sencillas, sino complicadas y complejas. En el capítulo 1 de Filipenses, un capítulo que nos habla acerca de la comunión en el evangelio, Pablo dice que algunos predicaban a Cristo por envidia, por contienda y por ambición egoísta o rivalidad (vs. 15-16). Algunos dirán: “El mes pasado yo traje más personas al Señor que usted. Además, uno de los que traje al Señor es un catedrático y el otro es un estudiante muy brillante”. Incluso los que se reúnen en la misma iglesia pueden llegar a contender entre ellos en cuanto a la predicación del evangelio. Además, también es posible que compitamos con iglesias que están en otras ciudades. Por consiguiente, después de las contiendas viene la rivalidad. Incluso en algo que es divino como la predicación del evangelio, es posible que haya rivalidades.
Es posible que los que laboran en la predicación del evangelio en una misma universidad compitan entre sí con respecto a quién será el líder. Los que no puedan ser el primero, al menos desearán ser el segundo. ¡Cuán desilusionados se sentirían si se quedaran de último! Este tipo de rivalidad está escondido dentro de nosotros. Cuando esta rivalidad se presenta, no tenemos comunión en el evangelio. Está bien que seamos celosos con respecto a ser los primeros en la escuela, pero no en cuanto a la predicación del evangelio. Al contrario, en la predicación del evangelio, debemos estar dispuestos a no ser nada. Los que predican a Cristo por envidia, por contienda y por rivalidad definitivamente no tienen comunión en el evangelio. No obstante, si no tenemos comunión, no podremos experimentar a Cristo.
Me siento muy contento de que los jóvenes sean tan fervientes para predicar el evangelio en las universidades. Pero ahora debo preguntarles si en la predicación del evangelio ellos están experimentando a Cristo. Pues ello dependerá de si tienen o no comunión en el evangelio. No es nada sencillo tener esta comunión, pues esto exige que nos neguemos a nosotros mismos, así como también a nuestra ambición, reputación o posición. Esto verdaderamente nos mata. La comunión en el evangelio aniquila el yo, la carne y el hombre natural. También pone fin a nuestra ambición, deseos personales, preferencias y gustos. Es por esta razón que la comunión en la predicación del evangelio nos lleva a experimentar a Cristo. Por consiguiente, en las palabras del apóstol Pablo en Filipenses, experimentamos a Cristo primeramente en la comunión en el evangelio.
En segundo lugar, experimentamos a Cristo por medio de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19). Observen que en Filipenses 1:19 Pablo no habla del Espíritu de Dios, ni del Espíritu de Jesús, ni del Espíritu de Cristo, sino del Espíritu de Jesucristo. No muchos cristianos conocen el significado de este título. En Génesis 1:2 encontramos la expresión el Espíritu de Dios. En otros libros del Antiguo Testamento se nos habla acerca del Espíritu de Jehová. El Espíritu de Jehová vino sobre ciertos profetas. (La versión King James siempre lo traduce “el Espíritu del Señor”). En el Nuevo Testamento encontramos la expresión el Espíritu Santo. Esta expresión no se usa en el Antiguo Testamento, puesto que está relacionada con la encarnación de Cristo. Cuando Cristo fue concebido en el vientre de María, el ángel dijo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc. 1:35). Según Mateo 1:20, el ángel del Señor le dijo a José que lo que había sido engendrado en María era del Espíritu Santo. Por consiguiente, primero tenemos el Espíritu de Dios, luego el Espíritu de Jehová y después el Espíritu Santo. El Espíritu de Dios está relacionado con la creación de Dios, el Espíritu de Jehová con la relación que Dios tiene con el hombre, y el Espíritu Santo con el hecho de que el Hijo de Dios llegara a ser un hombre. Además, Juan 7:39 dice: “No había el Espíritu”. ¿A qué Espíritu se refiere? Se refiere al Espíritu del Jesús glorificado, el cual aún “no había” como tal hasta el momento en que Jesús resucitó. Después de la glorificación de Jesús, el Espíritu de Dios, que es el Espíritu de Jehová y el Espíritu Santo, llegó a ser el Espíritu de Jesucristo.
Conforme al griego, en Hechos 16:7 encontramos la expresión el Espíritu de Jesús, y en Romanos 8:9, la expresión el Espíritu de Cristo. Si ustedes leen Hechos 16, se darán cuenta que el Espíritu de Jesús está relacionado principalmente con la predicación del evangelio. No fue el Espíritu de Dios ni el Espíritu de Cristo, sino el Espíritu de Jesús, quien no les permitió ir a Misia. El Espíritu de Cristo se halla en Romanos 8, un capítulo acerca de la vida de resurrección. Por consiguiente, el Espíritu de Cristo está relacionado con la resurrección. En Filipenses 1:19 estas dos expresiones, el Espíritu de Jesús y el Espíritu de Cristo, se combinan en una sola expresión: el Espíritu de Jesucristo. El Espíritu de Jesucristo nos es dado para que experimentemos a Cristo.
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