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Estudio-vida de Hechospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1419-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 19 de 72 Sección 2 de 2

Un modelo que debemos seguir hoy

Pedro y los demás apóstoles delegaron el servicio de las mesas a otros discípulos, debido a que tenían la responsabilidad de ministrar la palabra. Este es un modelo que debemos seguir hoy. No debemos acaparar todas las responsabilidades, sino delegarlas a los demás hermanos. Esto representa un principio importante. Hemos aprendido mucho a través del modelo que nos presenta Hechos, y lo hemos seguido en la vida de iglesia durante más de cincuenta años.

Permítanme darles un testimonio basado en mi experiencia en cuanto a delegar responsabilidades a los demás. Algunos piensan que soy capaz de hacer muchas cosas. Aunque es cierto que puedo hacer muchas cosas, he aprendido que es mejor delegar las responsabilidades a otros santos. Mientras estuve en Chifú, el Señor bendijo bastante la obra que hicimos allí. No obstante, cuando llegó el momento en que tuve que partir, me fue muy fácil hacerlo. No tuve necesidad de hablar con los hermanos acerca de la obra, del servicio de la iglesia ni de otras cosas, porque había aprendido a no hacer las cosas por mí mismo. Durante el tiempo que estuve allí, siempre delegué los asuntos de la iglesia y de la obra a los hermanos y hermanas, y ellos llevaron la responsabilidad. Así que cuando tuve que irme, me resultó muy sencillo hacerlo.

Tuve una experiencia similar en la iglesia en Shanghái. Algunos creían que yo tenía a mi cargo muchos asuntos de la iglesia, pero en realidad, no era así. De hecho, cuando el hermano Nee me pidió que me fuera de la China continental, yo me fui a los dos días. Las responsabilidades de la iglesia ya habían sido entregadas a los hermanos.

Este principio también lo hemos puesto en práctica en este país. Si ustedes consultan a los hermanos que conocen nuestra historia, ellos les dirán que no he llevado las responsabilidades de la iglesia solo. Por el contrario, he dejado las responsabilidades en manos de otros. Por esta razón, existen muchas cosas que desconozco en cuanto al servicio práctico. Si usted me preguntara al respecto, tendría que referirlo a los ancianos o a la oficina de servicios de la iglesia. Lo que deseo recalcar es que por la misericordia del Señor, hemos aprendido a delegar responsabilidades.

Por naturaleza, todos tenemos una de dos tendencias; o nos desentendemos de toda responsabilidad, o bien, procuramos guardarnos todo en nuestro “bolsillo”. Al principio nuestro bolsillo quizás esté “vacío”, pero finalmente se llenará de las cosas que nos reservamos para nosotros mismos. Por consiguiente, quiero recalcar el hecho de que necesitamos aprender a delegar responsabilidades. Primero, podemos hacer que cierto hermano se haga responsable de cierto asunto; luego, debemos darle otra responsabilidad a otro hermano. Es primordial que aprendamos a delegar responsabilidades si deseamos que el testimonio del Señor se extienda.

Hay quienes piensan que soy una persona muy capaz y que he llevado a cabo una gran obra en todo el mundo. Pero yo les diría: “Por favor, no piensen esto. En realidad, he hecho muy poco. Deben más bien darle el debido reconocimiento a todos los santos por su ardua labor y su fidelidad. Yo sólo he cumplido con mi parte.” Espero que todos aprendamos, así como los apóstoles en Hechos, a cumplir con nuestra parte y a delegar los demás asuntos a los demás santos.

Debemos ver que todo lo que se relata en Hechos es un modelo que debemos seguir. Desde el comienzo de la vida de iglesia, encontramos el modelo de delegar responsabilidades. La designación de los siete diáconos, la cual llenó una necesidad específica, es un buen modelo que debemos seguir hoy en la vida de iglesia.

Dos hermanos especialmente dotados

Entre los siete diáconos seleccionados, sólo dos, Esteban y Felipe, tenían dones especiales. Por la manera en que Esteban se expresa en el capítulo siete podemos deducir que él era un gran maestro. Su prolongado discurso nos deja ver que él conocía muy bien la Palabra de Dios. El ciertamente era apto para enseñar las Escrituras. Su enseñanza era rica, poderosa y profunda en contenido. Ciertamente, él era un excelente maestro. Felipe también tenía un don especial; él finalmente demostró ser un gran evangelista.

Esteban y Felipe tenían dones especiales, pero cuando fueron escogidos para servir a las mesas, lo hicieron con agrado. Aquí tenemos un gran ejemplo. Los que tienen dones especiales a veces no están dispuestos a servir a las mesas. Por ejemplo, supongamos que un hermano es un excelente maestro y lo escogen para servir como diácono. Quizá no se sienta feliz y diga: “¿No se da usted cuenta de que soy un maestro de la Palabra? ¿Por qué me pide servir como diácono?” Otro hermano que tenga el don de predicar el evangelio dirá: “Usted debe percatarse de que soy evangelista, de que tengo el don de predicar el evangelio. Usted me está menospreciando al pedirme que sirva a las mesas”. El ejemplo que nos dan Esteban y Felipe nos enseña que por muy especial que sea nuestro don, si somos escogidos para servir a las mesas, o aun si nos encargan la limpieza de los baños, debemos hacerlo con agrado. Según el modelo de Hechos 6, Esteban y Felipe no murmuraron cuando les pidieron servir a las mesas. Esteban no dijo: “Soy un gran maestro, ¿cómo me pueden pedir que sirva como diácono?” Asimismo Felipe no dijo: “Soy un evangelista extraordinario. ¿Por qué me piden que sirva a las mesas?” En lugar de murmurar, Esteban y Felipe desempeñaron una buena labor al servir a las mesas.

En la vida de iglesia, estamos bajo la gracia del Señor y también bajo Su soberanía. Por lo tanto, debemos aceptar la soberanía del Señor y no murmurar del entorno en que El nos haya puesto. Si hacemos esto y seguimos el modelo de Hechos 6, llevaremos una agradable vida de iglesia.

Esteban sirvió a las mesas y finalmente también llegó a ser un gran maestro de la Palabra. Esto indica que lo que seamos en el Señor no permanecerá escondido, sino que tarde o temprano se manifestará. Esteban era un maestro capaz, pero fue escogido para servir a las mesas. No obstante, el libro de Hechos hace poca mención de su servicio a las mesas, mientras que sí incluye sus enseñanzas. Como mencionamos, el capítulo siete presenta un relato extenso de lo que él enseñó. El ejemplo de Esteban indica que el don que tengamos no se perderá, sino que finalmente se manifestará. Tarde o temprano el Espíritu Santo usará nuestro don, así como también usó la habilidad que tenía Esteban para enseñar.

No designan ningún líder

En la designación de los siete diáconos, hallamos un hecho muy llamativo y sobresaliente: entre ellos no se designó ningún líder. Esto indica que no consideraron necesario ningún rango ni posición. Todos los servidores son siervos de los santos. Este en un buen modelo a seguir y del cual necesitamos aprender para evitar caer en un liderazgo de rangos y posición.

EL CRECIMIENTO DE LA PALABRA Y LA MULTIPLICACION DE LOS DISCIPULOS

Hechos 6:7 dice: “Y crecía la palabra de Dios, y se multiplicaba grandemente el número de los discípulos en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”. La palabra “crecía” se refiere al crecimiento en vida, lo cual indica que la palabra de Dios es vida y crece como una semilla sembrada en el corazón del hombre (Mr. 4:14).

El versículo 7 declara que muchos sacerdotes obedecían a la fe. Esta fe es la fe objetiva, la cual se refiere a lo que los creyentes creen tocante a Cristo. Toda la revelación del Nuevo Testamento con respecto a Cristo y Su obra redentora constituye la fe de la economía neotestamentaria de Dios (Ro. 16:26). Por lo tanto, esta fe, la cual es el contenido del evangelio completo de acuerdo con la economía neotestamentaria de Dios, es objetiva. La fe objetiva se menciona también en 1 Timoteo 1:19; 2:7; 3:9; 4:1, 6; 5:8; 6:10, 12, 21; 2 Timoteo 2:18; 3:8; 4:7 y Tito 1:13.


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