Sacerdocio, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0324-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Como hemos visto, los sacerdotes son los que se abren al Señor, van a la presencia del Señor, se relacionan con El y tienen comunión con El hasta que El les llena haciéndoles uno con El. Ellos siempre disfrutan a Cristo como su comida y nutrimiento. Finalmente, el Señor llega a ser su contenido y su elemento interno. Luego ellos expresan a Cristo. El no es solamente su nutrimiento interno, sino también su expresión externa. Y en esta expresión externa del sacerdocio se halla la edificación del Cuerpo de Cristo, el cual es la casa de Dios, la habitación de Dios en el espíritu.
En este capítulo veremos que la comisión principal del sacerdocio es quemar el incienso delante de Dios. Dios está en el Lugar Santísimo. En el propiciatorio, el cual cubre el arca, Dios se encuentra con el hombre. ¿Cómo puede el hombre entrar en el Lugar Santísimo y encontrarse con Dios en el propiciatorio? Primero, tiene que pasar por el altar de bronce, sobre el cual las ofrendas son sacrificadas. ¿Por qué tiene el hombre que pasar por este altar? Porque él es caído y pecaminoso. El hombre caído y pecaminoso nunca puede entrar en la presencia de Dios, porque Dios es santo. Los diez mandamientos que estaban dentro del arca exigían que el hombre hiciera ciertas cosas. Pero el hombre fracasó en todo ello, y los diez mandamientos le condenaron.
Sobre el propiciatorio estaban también dos querubines de la gloria de Dios. Esto significa que no sólo la justicia y santidad de Dios (mostrada por los diez mandamientos) requieren algo del hombre, sino también la gloria de Dios. Si una persona pecaminosa quería entrar en el Lugar Santísimo sin la sangre redentora, inmediatamente moría delante de la justicia, la santidad y la gloria de Dios. Por lo tanto, si el hombre tiene que entrar en el Lugar Santísimo para encontrarse con Dios en el propiciatorio, tiene que pasar primero por el proceso de la redención. Para ser redimido tiene que ofrecer la ofrenda de pecado en el altar.
En el altar el pecado es expiado y la redención es consumada. Luego la sangre redentora de la ofrenda por el pecado se llevaba al tabernáculo para rociarse en dos lugares. El primer lugar es el altar del incienso, porque cuando conversamos con Dios y tenemos comunión con El, debemos hacerlo a través de la sangre redentora. Por eso, la sangre se aplicaba a las cuatro esquinas del altar del incienso. Sin la sangre redentora, el hombre pecaminoso no puede conversar con el Dios santo. El hombre necesita la sangre redentora para que su conducta sea aceptable a Dios.
La sangre también se llevaba al Lugar Santísimo para rociarse sobre el propiciatorio. Primero se derramaba sobre el altar de las ofrendas, luego se llevaba al tabernáculo para rociarse en las cuatro esquinas del altar del incienso, y finalmente se llevaba al Lugar Santísimo y se rociaba sobre el propiciatorio. Si nosotros deseamos contactar a Dios lo debemos hacer por medio de la redención de Cristo. Sin la sangre redentora de Cristo nunca podremos tener comunión con Dios, y nuestras oraciones nunca serán aceptables a El.
Sin la sangre no podemos entrar al Lugar Santísimo para encontrarnos con Dios en el propiciatorio. Cada vez que nos encontramos con Dios, necesitamos la sangre. Por medio de la sangre redentora el sacerdote puede ir al tabernáculo; a través de la sangre el sacerdote puede ofrecer incienso a Dios; y por medio de esta sangre el sacerdote puede entrar en el Lugar Santísimo y contactar a Dios en el propiciatorio.
El oficio del sacerdote no es primordialmente el ofrecer sacrificios. Por supuesto que el sacerdote sí ofrece las ofrendas, pero esa no es su función principal. La comisión más importante del sacerdocio es quemar incienso. Todas las ofrendas tienen como fin que se queme incienso, lo cual significa orar.
Orar no es tan sencillo y tiene mucho significado. El incienso ofrecido en el altar de oro es algo que va y viene, y este algo es Cristo. El incienso ofrecido es Cristo mezclado con el sacerdote; es Cristo yendo y viniendo.
Todos sabemos que Cristo es la realidad de todas las ofrendas sobre el altar. El es la ofrenda por el pecado, la ofrenda por la transgresión, la ofrenda de paz, la ofrenda de harina y el holocausto. El es cada una de las ofrendas. Cristo es todas las ofrendas y la sangre derramada en el altar significa la sangre de Cristo. Sabemos que el sacerdote no sólo ofrece las ofrendas en el altar sino que también participa de ellas. Ellos toman las ofrendas por medio de comer de ellas. Después de esto ellos llevan la sangre de las ofrendas al tabernáculo. Cuando ellos llevan la sangre al Lugar Santo, dentro de ellos está la ofrenda y por fuera la sangre de las ofrendas. Esto significa que Cristo está dentro de ellos y que Su sangre está por fuera. Luego ellos ofrecen el incienso. ¿Qué y quién es este incienso? Cristo! Todo es Cristo.
¿Pero cuál es la diferencia entre el Cristo del altar de las ofrendas y el Cristo del altar de incienso? El Cristo del altar de las ofrendas es tosco, pero el Cristo del altar del incienso es fino. ¿Vemos la diferencia entre las ofrendas y el incienso? Las ofrendas son toscas, incluyendo la aspersión de la sangre. Pero el incienso es muy fino. Es una manera más dulce y más fina de expresar a Cristo.
Cristo como las ofrendas satisface todos los requisitos de la justicia, la santidad y la gloria de Dios. El también satisface el hambre de los sacerdotes. Las ofrendas satisfacen tanto a Dios como a los sacerdotes. Luego el sacerdote satisfecho va al tabernáculo con la sangre para ofrecer el incienso. El incienso es también Cristo, pero en una forma más fina. Este incienso, en el sentido espiritual, es la oración que brota de nuestro interior como la verdadera dulzura de Cristo. Debe ser Cristo declarado y expresado de una manera más fina y agradable.
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