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Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombrepor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6534-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 44 Sección 1 de 4

La comunión depende
del fluir del Espíritu de Dios

Podemos tener comunión unos con otros porque el fluir de Dios está dentro de nosotros. Hay muchas bombillas en este salón, y la electricidad fluye por medio de ellas y en ellas. Aunque hay muchas bombillas, sólo hay una corriente eléctrica. Otro ejemplo es la sangre que circula por nuestro cuerpo. Esta circulación hace que todos los miembros de nuestro cuerpo entren en comunión. Asimismo, la comunión entre los santos existe en el fluir del Espíritu. Cuando un hermano alaba a Dios, hay una respuesta positiva en nuestro espíritu; es por ello que también alabamos a Dios. Si su alabanza no proviene de su espíritu, no habrá ninguna respuesta en nosotros. Sin embargo, si su alabanza proviene de su espíritu, habrá una respuesta en nosotros, porque en dicha alabanza se halla el fluir del Espíritu. Esto también se aplica a la oración. Si la oración de un hermano proviene de su espíritu mezclado, su oración tocará nuestro espíritu, porque estamos en la única comunión del Espíritu. Por consiguiente, el Espíritu es el fluir y también nuestra unidad.

La iglesia no necesita cierta clase de unificación; lo que necesita es unidad. La unidad de los santos se halla en la comunión, en el fluir del Espíritu. Hay muchos santos, pero hay un solo fluir del Espíritu en nosotros. Cuando vivimos en este fluir, somos uno espontáneamente; no necesitamos unirnos. Pero si somos carnales, el fluir queda obstruido. Ello no significa que el Espíritu no esté en nosotros, sino que el fluir del Espíritu se ve obstruido por la carne. Si vivimos en el espíritu, responderemos positivamente al espíritu del otro hermano cada vez que nos veamos y viceversa. Pero si no tenemos comunión en el único fluir del Espíritu, nuestra relación unos con otros simplemente será una relación política y social, lo cual, en términos espirituales, es llamado lepra.

Cuando un hermano que tiene un espíritu fuerte invite a otro hermano a un ágape motivado por su carga de tener comunión, él será viviente en su espíritu, aunque el otro hermano rechace la invitación. La comunión entre los santos requiere que ambas partes vivan en el espíritu. Si un hermano no está en el espíritu, el fluir se interrumpirá. Por ello es posible que tengamos comunión con algunos santos pero no con otros. Hay comunión únicamente cuando ambas partes están en su espíritu mezclado. De lo contrario, no habrá ningún fluir. Si no tenemos el fluir en nuestro espíritu, sólo actuamos de manera política. Los que aprenden la lección de tener comunión son genuinos, sin ninguna pretensión, engaño ni falsedad. Ellos aprenden a vivir en el espíritu con sencillez, simplicidad y pureza.

NO CENTRAR NUESTRA ATENCIÓN
EN EL BIEN Y EL MAL

Muchas veces vivimos en nuestra mente errante, y pensamos en muchas cosas. Como resultado, nos alejamos de nuestro espíritu. Incluso nuestra mente puede viajar alrededor del mundo. Las personas perversas suelen pensar en cosas malignas, y las personas buenas suelen pensar en cosas buenas. Sin embargo, tanto las personas malas como las buenas viven en su mente, no en su espíritu. Ahora que estamos aprendiendo a vivir en la comunión de la vida divina, no debemos vivir más en la esfera del bien y el mal; en vez de ello, debemos fijarnos en si vivimos o no en nuestro espíritu.

Cuando sentimos amor por algo, debemos preguntarnos si nuestro amor proviene de nuestro espíritu. Si amamos algo en cuanto pensamos en ello, nuestro amor no proviene de nuestro espíritu. Sin embargo, si primero volvemos nuestra mente a nuestro espíritu y discernimos el sentir interior, el amor que expresaremos provendrá de nuestro espíritu. De manera semejante, si escuchamos una amonestación y de inmediato enmendamos nuestro comportamiento, dicha acción no provendrá de nuestro espíritu. Después de escuchar una amonestación, enseguida debemos volver nuestra mente a nuestro espíritu y conducirnos de acuerdo a lo que hayamos percibido en la comunión divina. Así, si hay algún cambio en nuestro comportamiento, habrá también una expresión de vida. A medida que aprendemos a tener comunión, debemos siempre preocuparnos por nuestro espíritu, no por el bien y el mal. Debemos rechazar todo lo que no provenga de nuestro espíritu, por bueno que sea. No debemos tomar decisiones con base en las circunstancias ni en las personas, asuntos o cosas; toda decisión que tomemos, debemos tomarla conforme al sentir de nuestro espíritu.


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