Información del libro

Núcleo de la Biblia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4442-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 6 Sección 4 de 6

LLEVADOS CAUTIVOS A BABILONIA

Después de que Dios se apartó y regresó a los cielos, los hijos de Israel fueron esparcidos. Algunos fueron llevados cautivos a Egipto, otros a Siria y la mayoría de ellos fue llevada Babilonia. El templo fue destruido, y todos los vasos que se hallaban en él fueron llevados a Babilonia para ser puestos en el templo de Nabucodonosor, donde estaban todos sus ídolos. Esto significa que en un momento dado toda la iglesia fue destruida por los babilonios, quienes se llevaron a Babilonia todo lo que estaba en el templo y lo coloraron en el templo de sus ídolos. En la historia de la iglesia hubo un momento en que el babilonianismo se introdujo en la iglesia, destruyéndola y llevándose todo su contenido. Si ustedes estudian la historia de la iglesia, comprobarán que esto realmente sucedió. Por esta razón, en Apocalipsis 17 la iglesia apóstata es llamada Babilonia la Grande, la gran ramera.

EL REGRESO A JERUSALÉN

¡Cuánto agradecemos al Señor porque Él nunca desiste de Su propósito! Después de sesenta años de cautiverio, el Señor intervino y le dijo al pueblo cautivo que regresara a Jerusalén. El Señor parecía estar diciendo: “Ahora es el momento para que regresen de su cautiverio. Vuelvan a Jerusalén y edifiquen Mi casa”. Esdras 1:5 dice: “Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu Dios despertó, para que subiesen a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén” [heb.]. El Espíritu de Dios actuó para despertar el espíritu de los hijos de Israel. Esto indica que el recobro, el regreso del cautiverio, depende completamente del espíritu. Esdras no dice que el Espíritu de Dios despertó su intelecto; no, en vez de ello, dice que el Espíritu de Dios despertó su espíritu. El recobro del Señor no ocurre en la esfera de nuestro intelecto. Si los hijos de Israel hubiesen ejercitado su mente con respecto al llamado a regresar a Jerusalén, probablemente habrían dicho: “Muchos de nosotros nacimos en Babilonia. Nuestras casas y nuestros trabajos están aquí. Ciertamente el Señor es omnipresente. Si Él puede estar en la tierra santa, ¿no podría estar también con nosotros en Babilonia? Fíjense cuán espiritual era Daniel. Incluso aquí en Babilonia él pudo ser muy espiritual y hacer algo para Dios. Todos nosotros hemos recibido su ayuda. Es una locura regresar a Jerusalén. Los que dicen que debemos regresar tienen una mentalidad muy estrecha. Dios no es tan estrecho, Él está en todas partes. No queremos pasar el trabajo de recorrer una distancia tan larga para llegar a una tierra desierta. Allí no tendríamos casas ni negocios. ¿Qué haríamos al llegar allí? Ésa debe ser una idea loca de Esdras. No creemos que sea un mandamiento de Dios”.

Asimismo, si usted ejercita su mente para analizar el recobro del Señor hoy, pensará que es innecesario regresar al terreno único de la unidad. Hoy en día hay muchos que han realizado una obra para Dios, pero ninguno de ellos está dispuesto a regresar a Jerusalén. En lugar de ello, dicen: “¿Por qué debo regresar al terreno de unidad? Ésa es una idea loca de Witness Lee. ¡Olvídense de ello! Él tiene una mentalidad demasiado estrecha. Dios está en todas partes, y no sólo en la iglesia local. Mientras tengamos la Biblia, prediquemos el evangelio, nos reunamos y ayudemos a otros a crecer y a buscar del Señor, todo estará bien. Dios tiene una mentalidad muy amplia. A Él le da igual que usted esté en la Iglesia Católica, en las denominaciones, en los grupos libres o en su propia casa. Dios es misericordioso y Él está en todas partes. No presten atención a ese hablar insensato de regresar al terreno de unidad”. Es posible que tales cristianos tengan éxito en su obra; sin embargo, no tendrán la gloria de Dios. En lo profundo, ellos no se sentirán satisfechos. Por lo tanto, es necesario que nuestro espíritu sea despertado. Olvídense de su complicada mentalidad, vuélvanse a su espíritu e invoquen el nombre del Señor Jesús desde lo profundo de su ser. Si hacen esto, sentirán en lo profundo de su ser, en su espíritu, que deben venir a la iglesia.

¡Aleluya por la minoría, por el remanente, que regresó a Jerusalén! La mayoría de los que regresaron no eran fuertes. Sin embargo, regresaron, llevando consigo los vasos de la casa del Señor, “que Nabucodonosor se había llevado de Jerusalén y había depositado en la casa de sus dioses” (Esd. 1:7). Después de que regresamos a la iglesia, las riquezas de Cristo poco a poco son recobradas. Éste es el significado de que los vasos hubiesen sido traídos de regreso.

PONER EL FUNDAMENTO
DE LA CASA DEL SEÑOR

Cuando los hijos de Israel regresaron a Jerusalén, echaron los cimientos de la casa del Señor (Esd. 3:8-10). Luego, conforme a Esdras 3:11: “Todo el pueblo aclamaba con gran júbilo y alababa a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová”. El versículo 13 dice: “Clamaba el pueblo con gran júbilo y el ruido se oía hasta de lejos”. Algunos cristianos hoy no están de acuerdo con que haya gritos de júbilo. La razón por la cual se oponen a esto es que no han sido recobrados. En Babilonia la gente llora en vez de aclamar con alegría (Sal. 137:1). Los que todavía están en Babilonia dirían: “Señor, ten misericordia de mí. Te amo, Señor, pero todavía me encuentro en Babilonia. Pese a que te amo, no tengo el templo. ¡Cuán lamentable es esto!”. ¿Cómo podría alguien gritar jubilosamente en tales condiciones? Sin embargo, cuando regresamos a Jerusalén y echamos los cimientos del templo, el fundamento de recobro, tenemos una razón válida para gritar con júbilo. Debemos gritar jubilosamente porque tenemos el fundamento para la reedificación del templo. Por esta razón, muchas veces en las reuniones de la iglesia nos emocionamos al punto de enloquecer. ¿Dónde más podríamos experimentar esta clase de gozo? Debido a que estamos tan llenos de gozo, nos resulta difícil contenernos. Es por ello que en las reuniones de la iglesia hay tanto ruido y se escuchan tantos gritos de júbilo. Tal vez algunos digan que nuestras reuniones son demasiado ruidosas y que esto es totalmente contrario a las Escrituras. Sin embargo, deben leer Esdras 3. Allí leemos que el pueblo clamó con gran júbilo. ¿Cómo podría alguien decir que no es bíblico gritar? Esto es más que bíblico. Sin embargo, todavía no hemos gritado lo suficiente. Debemos gritar aún más. ¡Aleluya, los cimientos del templo del Señor ya han sido echados!


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