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Cantar de los cantares, Elpor Watchman Nee

ISBN: 978-1-57593-956-8
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D. La eliminación de los obstáculos (2:15)

El versículo 15 dice: “Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; porque nuestras viñas están en cierne”. Si estas palabras son expresadas por el amado, son la continuación de 2:13, donde leemos: “Las vides en cierne dieron olor”. La primera persona plural, usada en este versículo es la misma de 2:12. “Cazadnos las zorras” está en modo imperativo. Las zorras adultas siempre se llevan el fruto, mientras que las zorras pequeñas rompen las ramas cada vez que pueden. Las zorras grandes sólo buscan el fruto y todavía queda la posibilidad de que las vides lleven fruto. Pero las zorras pequeñas hacen imposible que la vid lleve fruto. Si no prestamos atención a los asuntos de una vida que experimenta la cruz antes de la resurrección y a la experiencia de la ascensión después de la resurrección, todo será dañado por las zorras pequeñas.

“Las vides en cierne dieron olor”. Este es el tiempo solamente de florecer y de dar olor. Esto significa que el estado de perfección no ha sido alcanzado todavía. La manifestación de la resurrección y la experiencia de la ascensión están comenzando. Si no somos cuidadosos, las zorras pueden venir y dañar.

¿Qué son las zorras pequeñas? Son pequeñas manifestaciones, hábitos y contemplaciones de la vida vieja. Es posible que no sean pecados grandes. Pero una pequeña locura puede dañar al que es estimado como sabio y honorable (Ec. 10:1). Las zorras pequeñas se esconden detrás de las vides. Si no tenemos cuidado, las viñas serán destruidas.

Las zorras pequeñas son cosas que impiden que una persona dé el primer paso para experimentar aquello que es subjetivo y no dejan que las vides lleven fruto. Si la vida de resurrección no está bien establecida, es necesario guardarse de las zorras pequeñas.

La doncella no puede resolver los problemas pequeños (las pequeñas zorras) por su propia cuenta; tampoco los puede resolver el rey solo. Deben ser eliminados con la cooperación de la doncella y del rey.

II. FRACASO Y RECUPERACION (2:16—3:5)

El versículo 16 dice: “Mi amado es mío, y yo suya; El apacienta entre lirios”. Después de que la doncella ve la actitud del rey, escucha su llamado y comprende el significado de una unión completa, contesta de esta manera. Se vuelve para examinar lo que ella ha experimentado. Una cosa ha satisfecho su corazón: que su amado es de ella. Ella comprende ya que su amado es de ella y también comprende que ella pertenece a su amado, pero esto no es lo que ella busca. Examina su experiencia pasada. (Ella es el centro. En 6:3 el rey es el centro, aunque ella también se menciona ahí. En 7:10 el rey es el centro, y ella se ha olvidado de sí misma.)

Lo que ella dice no está equivocado, pero no contesta la pregunta del rey. Qué decepcionante es esta respuesta. No estamos diciendo si la respuesta es buena o mala. Sólo nos preguntamos si ella ha escuchado lo que el amado ha dicho. Una vez que ella se consagra al Señor, no sabe lo que debe ser para El, pero aún recuerda cuánto significa su amado para ella. Ella todavía es el centro y no de da cuenta de que El debe ser el centro. Sin embargo, ella todavía tiene la idea de que pertenece a su amado.

“El apacienta [su rebaño] entre lirios”. Aunque aquí se alude a la obra, el énfasis no se da a la manera en que el Señor trata al rebaño, sino a la relación que existe entre el Señor y los lirios. Los lirios son los que tienen una conciencia pura. Son plantados por el Señor mismo y son obra Suya. (En el epígrafe del salmo 45, aparecen las palabras “Sobre lirios”.) El Señor apacienta el rebaño entre un grupo de personas. Da a entender que nosotros somos los lirios y que El nos apacienta. Mientras tengamos al Señor, estamos satisfechos. Aquí la doncella presta atención a lo que El es para ella. Sin embargo, sus palabras no responden a la pregunta que el Señor le hace; por consiguiente, no satisfacen al Señor.

El versículo 17 dice: “Hasta que apunte el día, y huyan las sombras, vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo sobre los montes de Beter”. (en algunas versiones “corzo” es traducido “gacela”. “Montes de Beter” significa montes de separación.)

Al decir esto, ella reconoce la existencia de las sombras. De una manera disimulada admite que no puede satisfacer el corazón del Señor. Ella sabe que no ha estado totalmente unida a El y reconoce la importancia del llamado a experimentar la cruz, la exigencia de vivir en ascensión y la expresión de la resurrección. Pero también está consciente de su propia incapacidad con respecto a estos asuntos. Así que, le pide al Señor que espere hasta que huyan las sombras. Ella espera hasta que apunte el día y ansía ver aquel día cuando las sombras huirán. Ella suplica para que su amado regrese. La palabra “vuélvete” muestra, por un lado, su incapacidad de escuchar el llamado de su amado y de levantarse para seguirlo, y por otro, su deseo de la presencia del amado. Cuando combinamos estos dos aspectos, vemos que ella desea que su amado la acompañe. Pero ella desea que él esté con ella bajo las condiciones de ella, detrás de la pared. Ella sigue encerrada en sí misma, concentrada en sus propios sentimientos. Ella sólo quiere disfrutar la presencia de él según su propio sentir; no tiene la presencia que salta sobre los montes y brinca sobre los collados, es decir, ella busca el deleite en sus emociones y está renuente a participar en actividad alguna que esté en resurrección. En otras palabras, ella no ha aprendido la lección y no puede seguir al Señor a todas partes ni en cualquier circunstancia con una fe sencilla.

Aún así, ella recibe una gran revelación: ella no está junto al Señor en todas partes. Antes, ella guardaba la presencia del Señor dentro de sí y en sus propios sentimientos; ése era el único lugar donde ella podía encontrar Su presencia. Ella pensaba que experimentar la presencia de ese modo era lo más elevado y que no había manera de experimentar Su presencia. Pero ella no ha aprendido a estar con el Señor en sus deberes cotidianos, con su familia ni en el mundo saltando sobre los montes y brincando sobre los collados. Ella no sabía que se podía tener dicha experiencia; pero se entera al recibir esta revelación. Anteriormente ella solamente tenía una clase de presencia, la presencia que encontraba dentro de sí; no había adquirido ninguna otra experiencia. Ella no tenía la fuerza para tocar la presencia omnipresente. Ella no había aprendido la lección de estimar esta presencia que todo lo trasciende. No sólo era muy débil para adquirirla sino también para desearla. Sabía que no podía seguir al Señor; así que no preguntó como podría hacerlo. No vio el sufrimiento de Beter, así que tranquilamente pidió al Señor que fuera con prontitud. Ella sabía que no podía ir al lugar donde el Señor estaba pero no sabía cuánto perdía por no ir con el Señor. Pensaba que podía ser satisfecha con una presencia que podía mantener detrás de la pared. No se había dado cuenta de que había una pérdida al no seguir al Señor. Por consiguiente, le pidió al Señor que se volviera tan rápido como “un corzo o como un cervatillo sobre los montes de Beter”. Ella no le pidió al Señor que le diera fuerza para salir de los montes de Beter (los obstáculos que separan). Para ella, los montes de Beter podían permanecer.

Pero ella descubre, para su sorpresa, que el sentimiento de la presencia del Señor se va cuando El se aleja externamente. El Señor no la ha dejado, pero ella siente interiormente que la ha abandonado. El Señor la adiestra quitándole los sentimientos acerca de Su presencia cuando ella no puede experimentar su presencia en las circunstancias mundanas. No sabemos cuánto puede durar el período descrito en 2:17; pero si no podemos experimentar Su presencia en nuestro medio ambiente, no podremos experimentar Su presencia en nuestros sentimientos. Si no tenemos la presencia de Cristo por fe, no podremos tenerla en nuestros sentimientos. Muchos cristianos no entienden por qué no sienten la presencia íntima del Señor después de disfrutarla por un tiempo y no entienden por qué no pueden recuperar aquel sentir. Cuando el Señor no obtiene lo que quiere, tampoco usted puede obtener lo que quiere. Si uno no recibe la gracia renovada del Señor, se dará cuenta que ha perdido la gracia que tenía. Usted puede pensar que vive en 1:13, pero en realidad ha sido arrastrado a la experiencia de 3:1. (Tanto 1:13 como 3:1 tienen la noción de “noche”.) Ella piensa que puede abrazar al Señor entre sus pechos toda la noche, así como lo había hecho antes. No se da cuenta de que el Señor se alejó en la noche. Debido a que ella valora la presencia del Señor que percibe con sus sentimientos, decide esconderse detrás de la pared para mantener sus sentimientos. Prefiere no salir al mundo y dejar que el Señor se encargue de Su propia obra e intereses. Ella permite que su unión con el Señor se debilite y sea incompleta, y deja que El actúe independiente de ella. El Señor le quita los sentimientos que ella tanto estima, para que ella no sienta Su presencia, aunque en realidad El está allí. Hace esto para que ella lo busque en las cosas externas. Esta es la primera vez que la doncella es instada a salir de sí misma.

El versículo 3:1 dice: “Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma; lo busqué y no lo hallé”. “Noches” aquí se refiere a varias noches seguidas. Parece que el amado se esconde, lo cual ella no esperaba. El propósito del Señor es utilizar el deseo de comunión que hay en ella, a fin de atraerla para que obtenga lo que debe. Puesto que ella no siente la presencia del Señor, piensa que lo ha perdido a El. Ella no tiene el conocimiento ni la experiencia todavía. Así que es necia y aún no comprende la intención del Señor. Ella busca al que ama su alma (en los versículos del 1 al 3 se usa esta expresión tres veces). Piensa que lo busca a El, pero no se da cuenta de que en realidad busca sentir Su presencia. Su búsqueda es genuina, pero no entiende que el objeto que ella busca y no encuentra no es el objeto real.

El versículo 2 dice: “Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad; por las calles y por las plazas buscaré al que ama mi alma; lo busqué, y no lo hallé”. En Lucas 15 el hijo se levanta para ir a su padre, mientras aquí la amada se levanta para buscar al amado. La búsqueda de Cantares 3:1 es una búsqueda en el lecho. Esto significa que ella no ha dejado su propia posición. Su posición sigue siendo errada.

El primer paso necesario para conocer al Señor, es conocer la cruz. Todavía no hemos hablado al respecto. Después de dar el primer paso hacia el conocimiento del Señor, tenemos a Cristo en nuestro corazón, que es la comunión en nuestros sentimientos, la experiencia de las cámaras y de la casa del vino. Luego tenemos que conocer al Cristo que no está atado por las circunstancias. La doncella ya dio los primeros dos pasos, pero no ha dado el tercero. El problema es su lecho, el lugar donde ella reposa. El Señor interrumpe su descanso. Aquellos que no han pasado por la experiencia de “nuestro lecho es de flores. Las vigas de nuestra casa son de cedro, y de ciprés los artesonados”, necesitan que el Señor los conduzca a experimentar este descanso. Pero los que ya han tenido esta experiencia deben ser guiados más adelante, a saltar sobre los montes y brincar sobre los collados con el Señor. El Señor llama a la doncella a salir del lecho en el que ella descansa y le hacer ver claramente que Su presencia ya no está allí.

Ahora ella decide levantarse. Ella se da cuenta que no ha avanzando en su fe y que su sentimiento se ha ido. Levantarse significa no seguir descansando en el lecho. El Señor le enseña a ir más allá del descanso que depende del tiempo y el lugar. Previamente, ella valoraba el descanso que dependía del tiempo y el lugar por encima de todo. Pero después de que el Señor la lleva un paso más adelante, ella se da cuenta que el descanso que depende del tiempo y el lugar no es completo. Por consiguiente, desea levantarse, salir de su descanso y aprender a experimentar el reposo que está por encima de cualquier circunstancia.

Después de levantarse, ella desea “rodear la ciudad”. (Anteriormente, esta ciudad se refería a Jerusalén. Ahora se refiere a la Jerusalén celestial y a todo lo que es celestial.) Ella busca a Cristo entre todas las cosas, asuntos y personas celestiales. Tal vez ella ha utilizado mucho tiempo estudiando muchas doctrinas bíblicas. Quizá haya leído muchos libros y haya participado en muchas reuniones con personas espirituales. Es posible que haya hecho todo esto y tal vez aún haya buscado “por las calles y por las plazas”. Las “calles” son caminos comunes, mientras que “las plazas” son amplias. Estos son los lugares por donde los ciudadanos pasan, son lugares de comunicación. Estos son medios donde reciben gracia. El Señor es “el camino”. En otras palabras, estos son los medios usuales por medio de los cuales el pueblo de Dios recibe comunión y gracia. Ella los ha ensayado todos. Estos pueden incluir la confesión, el arrepentimiento, la oración, el ayuno, las reuniones y la comunión entre los santos. También pueden incluir la fe y la confianza en El. Pero ella no puede encontrar al Señor en estos lugares. (Al buscar a los pecadores tenemos que ir por “las calles y las callejas” como dice en Lucas 14:21. Pero en la Nueva Jerusalén, solamente hay calles. Delante de Dios no hay callejas. El mundo siempre va por las callejuelas, pero en el campo espiritual esto no se puede hacer.)

Cuando el Señor intencionalmente se aleja y quita del hombre el sentimiento de Su presencia, es difícil recuperarlo por simples medios humanos. Pero ahora la doncella ha aprendido por lo menos una lección: el Señor no está en el lecho. Si ella no puede encontrarlo dentro, tiene que buscarlo afuera. Si es cierto que ni la oración, ni la lectura bíblica, ni el tiempo de reposo son fines en sí mismos, sino que tienen como fin la presencia del Señor; entonces, en un momento dado, tenemos que renunciar a la oración, la lectura bíblica y el reposo para poder hallar Su presencia.

La doncella empieza a salir de su lecho y a comunicarse con los demás hijos de Dios. Ella aprende a tomar el camino de Dios. Ella ya no se cubre ni se interesa en su propia imagen. No trata de ocultar su vacío interno con obras externas, y aprende a mezclarse con los demás hijos de Dios y a resolver así sus problemas espirituales. Anteriormente, la única manera de resolver sus problemas espirituales era el lecho. Ahora puede caminar por la ciudad y buscar por las calles y las plazas. Ella no ha encontrado al Señor, aunque El está en la ciudad. Ella no ha encontrado al Señor a lo largo de los caminos que ha recorrido; sin embargo, estos viajes son indispensables para ella. Pronto ella hallará al Señor; es solamente cuestión de tiempo.

El versículo 3 dice: “Me hallaron los guardas que rondan la ciudad, y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?” La palabra “rondan” puede traducirse “desfilan”. Estos guardas tiene la comisión de parte de Dios de velar sobre las almas (He. 13:17). Ellos rondan la ciudad y conocen los asuntos espirituales. Tal vez anteriormente, ellos habían sido de mucha ayuda para la doncella. A pesar de que la doncella no los ha buscado, la obligación de ellos los conduce al lugar donde pueden ver a la doncella. La doncella piensa que tal vez ellos pueden decirle dónde está su amado.

Pero lo único que pueden hacer los guardas es mostrar el camino o las enseñanzas. Para encontrar al Señor, uno mismo debe acudir a El. Ningún guarda puede hacer esto por uno. Encontrar a los guardas no es lo mismo que encontrar al Señor. El corazón que busca debe dirigirse al Señor y relacionarse directamente con El. Aunque los guardas son útiles, en ocasiones no lo son. Cuando el Señor lo quebranta a uno, uno no recibe nada si depende demasiado de otros. Uno tiene que descubrir que debe dejar a los guardas para encontrar el camino al Señor. Usted puede experimentar lo mismo que la doncella, quien encuentra a su amado tan pronto como lo deja.

Es necesario rondar la ciudad. Pero no encontraremos al Señor de esta manera. Rondar las plazas es necesario, pero no nos conducirá al Señor. El Señor desea que ella tome un solo camino, y los guardas no pueden ayudarle a encontrarlo.

El versículo 4 dice: “Apenas hube pasado de ellos un poco, hallé luego al que ama mi alma; lo así y no lo dejé, hasta que lo metí en casa de mi madre, y en la cámara de la que me dio a luz”. Ella encuentra al amado. ¿Qué significa esto? No significa que rondar la ciudad se justifique ni que las calles y las plazas sean el sitio correcto para encontrarlo. Tampoco significa que ella halla sido perfeccionada al confesar sus fracasos delante de los guardas. Todavía hay muchas lecciones que ella necesita aprender. Ella no sólo está en el corazón del Señor, sino también en Sus manos. El hecho de que ella pueda encontrar otra vez al Señor no es señal de que ella haya sido perfeccionada; simplemente significa que el Señor sabe que ella no ha sido quebrantada hasta el límite. Aunque ella todavía está lejos de la perfección, su desesperación por hallar al Señor hace que El felizmente se revele a ella. El pone fin a este período de prueba y espera antes de llevarla más allá en el camino que está por delante. La búsqueda de una persona que no está en completa unión con el Señor es mezclada e imperfecta. Pero el Señor no pierde el tiempo eliminando esta mezcla por el momento. En la experiencia inicial, el Señor permite que quienes lo buscan lo encuentren, a pesar que su búsqueda no sea espiritual. Esta experiencia es similar a la descrita en Ezequiel 47:3-5, donde uno es medido y llevado a pasar por las aguas. El Señor la mide y la lleva. En esta sección de su viaje el Señor la ha estado midiendo.

“Lo así, y no lo dejé”. Ella piensa que ha vuelto a obtener al que había perdido; cree que lo había perdido por no retenerlo con la suficiente fuerza. De modo que, lo ase fuertemente. Anteriormente sus sentimientos no estaban lo suficientemente alerta, y le permitió escabullirse. Ahora ella debe velar para guardarlo. Aunque ella se da cuenta de que necesita salir antes de estar con el Señor, el deseo de su corazón sigue siendo buscar Su presencia en los sentimientos. Ella ha aprendido parcialmente la lección de salir, pero todavía no ha aprendido la lección de la fe. Es cierto que se ha levantado, pero todavía no ha ido lejos con el Señor. Ella no ha sido conducida al punto donde le permita al Señor ir y venir adonde a El le plazca. Ella no se ha percatado de que en una vida de fe es imposible retener para siempre el sentimiento de la presencia del Señor; sigue aferrada a esta experiencia. Ella no se da cuenta de que debe permitir que el sentimiento de la presencia del Señor esté presente o desaparezca. Cuando a El le place darnos el sentimiento de Su presencia, podemos tenerlo. Pero cuando a El no le place dárnoslo, debemos renunciar a ello gustosos, asiéndonos del Señor y de todo lo que El es mediante la fe. Pero la doncella no sabe esto aún. Ella todavía piensa que sentir la presencia del Señor es la mejor experiencia que puede tener. Aún no está consciente de lo que es el camino y la vida de fe, a pesar de haber oído al respecto. Por tanto, ella se aferra a El fuertemente y no lo suelta, sin darse cuenta de que asirse de El en la carne sólo traerá más pérdida. La búsqueda espiritual permite al Señor plena libertad en todo; mientras que una búsqueda realizada en el alma lo planea todo para uno mismo, a pesar de estar buscando la misma presencia del Señor.

El Señor se relaciona con el hombre de acuerdo con su medida. Aunque todavía hay muchas lecciones por aprender y muchas cosas por conocer, el Señor permite que la doncella lo vea, se aferre a El y lo lleve lejos. En la etapa de la disciplina actual, ella ha pasado por muchas pruebas; su búsqueda es suficiente. Ya que ella no ha aprendido a separar el alma del espíritu, el Señor no le pone otra carga.

“Hasta que lo metí en casa de mi madre, y en la cámara de la que me dio a luz”. Au00nque hay una mezcla del yo, el Señor está dispuesto a humillarse y a permitir que ella disfrute Su presencia una vez más. El Señor entra en casa de la madre de ella y en la cámara de la que la dio a luz. Ya que “la casa de mi madre” se refiere al principio de la gracia, “la cámara de la que me dio a luz” debe de referirse al amor de Dios. Dios se relaciona con ella según el principio de la gracia y en Su amor. (Como pecadores fuimos concebidos en concupiscencia y nacimos en pecado. La doncella es concebida en amor y nace en gracia.) Ahora busca la presencia del Señor según la gracia y el amor de El. Desde el punto de vista poético, ella trae al Señor a un lugar íntimo. Es una doncella, la casa de su madre y la cámara donde ella fue concebida debe de ser el lugar más extraordinario.

Esto pone fin a otra sección. Ella ha disfrutado suficientemente la presencia del Señor, pero aún no ha sido perfeccionada.

Ella sigue buscando al Señor; El sigue siendo pasivo. La doncella no ha aprendido a dejar que el Señor tenga plena libertad, aunque sí ha aprendido muchas lecciones. Ella permanece allí por un tiempo, quizá unos pocos meses. Una persona encuentra la mayor fuerza para asirse del Señor cuando lo halla nuevamente después de haberlo perdido por un tiempo.

El versículo 5 dice: “Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por los corzos y por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera”. El Señor da una nueva orden. Ya que ella ha sufrido al pasar por una gran prueba, el Señor le concede un lapso de reposo. El dice: “Estoy quebrantando a esta persona. No es necesario que otros la ayuden ni la molesten”. La lección que ella ha aprendido aquí es válida, y le sigue un período de progreso genuino. Podemos ver que ella en verdad ha experimentado el poder y las riquezas de la resurrección y la vida de la cruz, aunque no de una manera absoluta. Ella ha aprendido bien estas tres lecciones. Por eso el Señor la elogia con las palabras que estudiaremos más adelante.


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