Cristo crucificado, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3691-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Efesios 4:13 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Aquí Pablo nos da a entender que una vez que conozcamos a Cristo, progresaremos hasta ser un hombre de plena madurez y hasta llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. No piensen que la iglesia ha progresado por el simple hecho de haber aumentado en número, de unos cuantos cientos de personas, a tres o cinco mil personas. Tal vez no sea así. El crecimiento de la iglesia no depende del incremento numérico, ni tampoco de que aumente el amor o el fervor de los creyentes, sino del incremento del elemento de Cristo. La iglesia progresa cuando en ella aumenta el elemento de Cristo y el crecimiento de la vida de Cristo. Es verdad que el fervor, amor y el negarse a sí mismos se encuentra en los cristianos; sin embargo, su fervor, amor y negarse a sí mismos no debe ser del hombre sino de Cristo.
Por consiguiente, debemos saber que el contenido de la iglesia es Cristo y que el crecimiento de la iglesia también es Cristo. Cristo debe ser lo único que aumenta en la iglesia. Algunas personas tenían cierta medida de Cristo el mes pasado, pero después de un mes, tres meses o cinco meses, aumentó más el elemento de Cristo en ellas. Ahora cuando nos encontramos con ellas, no sólo percibimos su celo, amor, mansedumbre, humildad y frescura, sino que también notamos que el elemento de Cristo ha aumentado en ellas. Cuando nos encontramos con ellas, la atmósfera alrededor de ellas nos comunica que tienen más del elemento de Cristo en su ser. Lo que ha aumentado en ellas no es simplemente su amor, su fe, su fervor o negarse a sí mismos, sino que tienen algo que es más real y subjetivo: el elemento de Cristo. En esto consiste el verdadero crecimiento de la iglesia. El verdadero crecimiento de la iglesia depende del aumento de la medida de la estatura de Cristo en la iglesia, del aumento del elemento de Cristo día a día.
En el pasado únicamente pensábamos que como cristianos necesitábamos tener virtudes como amor, fervor, fe, humildad y mansedumbre. Pero ahora sabemos que Cristo como elemento necesita ser añadido a nuestro ser y que Él tiene que crecer en nosotros, ser formado en nosotros y expresarse por medio de nosotros. ¡Cuán maravilloso es que Cristo viva en nosotros y sea nuestra vida, nuestra naturaleza y nuestra personalidad! Sin embargo, aunque sabemos, comprendemos y entendemos esto, no conocemos a este Cristo en realidad. No sabemos cómo Cristo llega a ser vida en nosotros, cómo Su elemento se convierte en nuestro elemento, cómo Su vida llega a ser nuestra vida, cómo Su naturaleza llega a ser nuestra naturaleza, ni tampoco cómo Su personalidad llega a ser nuestra personalidad. Por lo tanto, debemos orar y buscar al Señor para que nos dé revelación. Nuestros ojos necesitan ser abiertos para que en nuestro espíritu podamos ver la luz, la revelación y la visión de que Cristo desea mezclarse a Sí mismo con nosotros. Verdaderamente no podemos comunicar esto con palabras; es por ello que necesitamos suplicar, orar y buscar al Señor para que nos dé luz y revelación al respecto.
De ahora en adelante, debemos orar de manera específica, no pidiendo por ninguna otra cosa sino por conocer a Cristo. No debemos orar por nuestro trabajo, sino porque nos sea dada esta revelación, la revelación de que Cristo en nosotros ahora es nuestra vida. Tenemos que comprender, sentir y experimentar de manera práctica la mezcla de Cristo con nosotros.
La verdadera espiritualidad de un cristiano depende de que Cristo se mezcle con él. Si Cristo se mezcla con nosotros hasta un grado, nuestra espiritualidad será de un grado. Si Cristo se mezcla con nosotros a un grado mayor, entonces nuestra espiritualidad será mayor. La medida de nuestra espiritualidad se basa en la medida a la cual Cristo se haya mezclado con nosotros. Por consiguiente, nuestra realidad espiritual depende de que Cristo se mezcle con nosotros. Debemos darnos cuenta de que nuestra búsqueda y nuestra espiritualidad dependen de que Cristo se mezcle más con nosotros.
Tomemos por ejemplo la lectura de la Biblia. Una persona puede haber leído la Biblia por un año, pero Cristo, puede no haberse mezclado con ella en lo más mínimo. ¿Por qué no? Porque dicha persona no sabe lo que es la Biblia. En 2 Corintios 3:6 dice: “Porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica”. Esto nos muestra que tenemos que leer la Biblia ejercitando nuestro espíritu, pues lo que la Biblia nos revela no se halla en nuestra mente sino en nuestro espíritu. Lo que está en nuestra mente es la doctrina, la letra, que nos mata; sin embargo, lo que está en nuestro espíritu nos da vida y nos vivifica. Por lo tanto, cuando leamos la Biblia, debemos conocer a Cristo mediante las palabras de las Escrituras. Tenemos que conocerlo a Él en nuestro espíritu y permitirle aumentar en nosotros.
Ahora todos podemos ver claramente que el propósito de leer la Biblia no es acumular más conocimiento bíblico, sino permitir que Cristo crezca en nosotros. Muchas veces, en nuestra lectura de la Biblia, Cristo viene a nosotros. Sin embargo, hay muchos que solamente leen la Biblia sin permitir que Cristo se mezcle con ellos. Una persona puede tener más de diez años de haber sido salva y puede haber leído la Biblia incontables veces y, al mismo tiempo, no se le ha añadido mucho de Cristo ni ha adquirido mucho conocimiento de Cristo. Cuando otros se encuentran con alguien que a pesar de haber leído la Biblia muchas veces, no tiene mucho aumento de Cristo, lo único que perciben es doctrinas y letra muerta. Una persona así siempre cree que los demás están equivocados y que tienen la culpa, debido a que su mente está ocupada con doctrinas y letra muerta, y a que carece de Cristo.
A muchos cristianos les gusta hablar de “aprender la verdad”. En realidad, aprender la verdad no tiene nada de malo; el problema es que hoy en día la gente usa esta expresión de forma equivocada. La verdad es Cristo mismo; por lo tanto, “aprender la verdad” es permitir que Cristo entre en nosotros, es permitir que el elemento de Cristo aumente en nosotros. Muchas personas permiten que Cristo se añada a ellas continuamente mediante su lectura de la Biblia, la palabra divina. Es por ello que cuando nos encontramos con ellas, sin que nos den un largo discurso, sino con unas sencillas palabras que nos dicen, nos dan el sentir de la presencia de Cristo. Hay algo en sus palabras que hace que en nuestro espíritu nos sintamos a gusto, tranquilos y refrescados, y también sintamos que Cristo está más cerca de nosotros y es más glorioso.
Sin embargo, otras veces conocemos a ciertos santos que leen la Biblia regularmente y saben predicar muy bien. Pero cuanto más hablan, más fríos nos sentimos; cuanto más hablan, parece que más perdemos la presencia del Señor; cuanto más hablan, más perdemos nuestro interés en asistir a las reuniones. ¿A qué se debe esto? A que ellos están llenos de doctrinas. La letra mata. Únicamente Cristo da vida. Debemos leer la Biblia no para buscar doctrinas, sino para buscar a Cristo. Si realmente recibimos la revelación mediante estas palabras, la próxima vez que leamos la Biblia, sentiremos que aborrecemos las meras doctrinas, y oraremos diciendo: “Oh Dios, sálvame de conocer meras doctrinas y de no tener un encuentro contigo. Revélate en Tu palabra, y toca mi espíritu con Tu palabra para que te dé la libertad de obrar en mí. Ven y entra Señor”.
Si leemos la Biblia de esta manera, el Señor tocará lo profundo de nuestro ser y también tocará algo más profundo: nuestras opiniones y conceptos. Tal vez tengamos diez o veinte años de haber sido salvos y Cristo no haya podido aumentar mucho en nosotros. Es posible que todavía nuestro ser esté ocupado de nuestro hombre natural, de nuestras opiniones, de nuestro yo y de nuestro modo de ser, y que no tengamos mucho de Cristo en nosotros. Sin embargo, de ahora en adelante, es posible que cuando leamos la Biblia el Señor toque lo profundo de nuestro ser con una sola oración o con un solo versículo. Cuando esto suceda, debemos orar diciendo: “Oh Señor, perdóname. Durante todos estos años no te he estado buscando; en lugar de ello, he estado buscando solamente la doctrina en la letra, y algo que no es otra cosa que mi yo. Me encuentro lleno del mundo, de mis concupiscencias y de mis preferencias, pero estoy tan escaso de Ti. No has podido ganar mucho terreno en mí. Señor, perdóname”. Si leemos la Biblia con un espíritu contrito —pidiéndole al Señor que tenga misericordia de nosotros y quebrante en nosotros lo que nosotros no podemos quebrantar y quite de nosotros lo que no somos capaces de quitar— entonces quizás en cuestión de veinte minutos o media hora el elemento de Cristo será añadido a nosotros.
Como resultado, cuando tengamos comunión con otros, desaparecerá de nosotros toda palabra ociosa, se desvanecerán nuestros pensamientos malignos y perversos, y se irá nuestro corazón desdeñoso y envidioso. ¿Por qué sucederán estas cosas? Porque Cristo habrá aumentado en nosotros. Su dulzura reemplazará nuestra acidez. Ésta es la verdadera manera de leer la Biblia. La Biblia no es un libro de doctrinas ni de conocimiento, sino que es Cristo mismo. Si no ganamos a Cristo ni tenemos contacto con Él, nuestra lectura de la Biblia será vana y vacía. Es únicamente cuando tocamos a Cristo que obtenemos la autenticidad y la realidad de la Biblia.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.