Edificación de la iglesia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7483-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Es menester que veamos cuáles son la unidad genuina y el terreno único de la unidad. Antes que los hijos de Israel cruzaran el río Jordán, el Señor le mostró a Moisés la buena tierra, y entonces Moisés murió conforme a la palabra de Jehová (Nm. 27:12-14; Dt. 34:1-5). Sin embargo, antes de morir, Moisés estaba profundamente preocupado por los hijos de Israel. Les dijo que ellos no tenían derecho a escoger el lugar donde debían adorar a Dios públicamente. Ellos podían adorar a Dios a solas en cualquier lugar, pero no tenían el derecho de escoger el lugar donde debían reunirse para adorar a Dios corporativamente. Dios escogería el único lugar entre las doce tribus donde Él haría habitar Su nombre y donde establecería Su morada (12:11-14, 17-18). No importa qué tan lejos de ese lugar viviera uno de los hijos de Israel, todos ellos tenían que acudir allí tres veces al año para adorar a Dios públicamente (16:16). Ellos no tenían derecho a ofrecer sus holocaustos, sus votos, sus primicias ni ninguna de las cosas que pertenecían a Dios en ningún otro lugar. Todos ellos tenían que ir al único lugar escogido por Dios donde Su nombre y Su morada serían establecidos.
Muchos lectores de la Biblia desconocen la importancia de este punto, es decir, no saben por qué Dios le mandó a Su pueblo que lo adorara públicamente solamente en el lugar que Él escogiera. Dios mandó esto para que Su pueblo fuese guardado en unidad. Si a los hijos de Israel se les hubiese dado la libertad de establecer centros de adoración donde ellos escogieran, al cabo de poco tiempo después de haber entrado en la buena tierra se habrían establecido muchos centros de adoración, y ellos se habrían dividido inmediatamente. La tribu de Dan podría haber dicho: “Nosotros estamos muy lejos al norte. No es cómodo para nosotros descender a Jerusalén para adorar. Dios es omnipresente. Si Él está con los que están en Jerusalén, ¿por qué no estaría con nosotros aquí en Dan? Erijamos un centro de adoración aquí en Dan”. Sin embargo, Dios tuvo la previsión y la sabiduría de advertirles y mandarles que no establecieran otros centros de adoración, sino que fueran al lugar que Él escogería para poner allí Su nombre y establecer Su habitación. Al hacer esto, la unidad entre ellos espontáneamente sería guardada. Con base en este mandamiento, incluso hasta el día de hoy ningún judío se atreve a edificar un templo, porque ellos saben que Dios escogió el monte Moriah como el único lugar donde Su pueblo puede edificar el templo que lleva Su nombre y que es para Su adoración (2 Cr. 3:1). Ellos pueden establecer sinagogas en cualquier lugar, pero no se atreven a edificar el templo, porque existe un solo terreno sobre el cual la casa de Dios puede ser edificada. Hoy en día ellos siguen esperando que ese terreno les sea devuelto.
El único terreno que Dios escogió en el Antiguo Testamento donde Su pueblo debía reunirse para adorarlo es un lugar físico. Nosotros necesitamos ver la interpretación espiritual, la aplicación espiritual, de este tipo. Por muchos años, fue difícil para nosotros ver esto, pero por la misericordia del Señor y después de muchas experiencias, hemos visto cuál es la Jerusalén actual.
La aplicación de este tipo en el Nuevo Testamento se nos revela en Juan 4. Un día el Señor Jesús habló con una mujer samaritana inmoral (vs. 4-26). En la conversación que tuvieron, salió a la luz que ella había tenido cinco maridos y que vivía con un hombre que no era su esposo. No hay duda de que ella era una mujer pecaminosa. Pero cuando quedó al descubierto su pecaminosidad, ella cambió el tema de la conversación de sus esposos a la adoración a Dios. Ella dijo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). El Señor le dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren” (vs. 23-24). Al decir: “La hora viene, y ahora es”, Él quiso dar a entender que la era había cambiado. Eso significa que la verdadera Jerusalén hoy es “en espíritu”. Jerusalén es el lugar donde está el templo de Dios, donde está la morada de Dios. Efesios 2:22 revela que la morada de Dios hoy está en nuestro espíritu.
Todos debemos entender que hoy nuestro espíritu humano es el lugar que Dios ha escogido para que guardemos la unidad. Nuestra experiencia comprueba este hecho. Cada vez que ejercitamos nuestra mente para pensar acerca de las diferentes enseñanzas, inmediatamente nos dividimos. Cuando nos reunimos, no debemos ejercitar nuestra mente para discutir, ni para reflexionar, sobre diferentes asuntos, ni tampoco para examinarlos. Debemos olvidarnos de nuestra mente y volvernos a nuestro espíritu, donde todos somos uno. No podemos ser uno en nuestra interpretación de ningún pasaje bíblico, de ninguna doctrina ni de ninguna práctica. Sólo podemos ser uno en nuestro espíritu humano porque hoy nuestro espíritu es el lugar que Dios ha escogido para que todos le adoremos.
Cuando nos reunimos, no debemos reunirnos conforme a nuestros acuerdos doctrinales ni según ciertas prácticas. No debemos reunirnos porque todos gritamos en las reuniones, porque todos oramos-leemos ni porque todos invocamos el nombre del Señor. En vez de ello, debemos reunirnos en nuestro espíritu. Hoy nuestro espíritu es el único lugar donde podemos guardar la unidad. Debemos considerar qué clase de cristianos somos. No somos bautistas ni presbiterianos; tampoco somos cristianos que oran-leen ni cristianos que invocan; más bien, somos cristianos que están en el espíritu (Ap. 1:10). Nos reunimos en el espíritu. Debido a que estamos en el espíritu, somos uno. No me preocupa qué tan largo es el cabello o las faldas de las hermanas. Tampoco me preocupa si las hermanas se cubren la cabeza. No me importa ninguna de estas cosas. No nos reunimos en torno a la práctica de cubrirse la cabeza; nos reunimos en nuestro espíritu.
Algunos queridos hermanos nuevos entre nosotros que no están acostumbrados a que los hermanos y hermanas griten: “¡Amén! ¡Aleluya!”, quizás se pregunten: “¿Amén a qué? ¿Por qué tantos amenes?”. Hace muchos años algunas denominaciones tenían en su capilla un rincón llamado el rincón de los amenes. Esa época ha terminado. Ahora no sólo tenemos un rincón de los amenes, sino todo un salón lleno de amenes, pues todos dicen amén. Algunos de los hermanos nuevos pueden pensar que esto es una locura y prefieran estar callados. No debemos dejarnos perturbar por los que están callados. Ellos son santos muy preciosos; el que estén callados no tiene nada de malo. Todos sencillamente necesitamos venir a nuestro espíritu. Tengo plena certeza de que si estamos en el espíritu por dos semanas, los que están callados también dirán amén. Yo he visto esto. Si un hermano silencioso viene a su espíritu y permanece en su espíritu por dos semanas, vendrá a ser el que más grita: “¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya! ¡Yo he sido liberado de mi manera de ser callada!”. El lugar donde podemos ser uno, el cual es tipificado por Jerusalén, es nuestro espíritu. Mientras estemos en el espíritu, seremos uno en el lugar que Dios escogió como Su morada. La morada de Dios es simplemente el espíritu humano en el cual mora el Espíritu Santo (Ro. 8:16). Por lo tanto, debemos guardar la unidad del Espíritu (Ef. 4:3). La unidad es del Espíritu y es guardada en nuestro espíritu.
Tal vez usted pregunte: “¿Qué de la Biblia entonces?”. La Biblia es simplemente nuestro alimento; no simplemente la tenemos para entenderla, sino para que la comamos. Cuando acudamos a la Palabra, no debe preocuparnos obtener un entendimiento doctrinal; nuestra principal preocupación debe ser comer. Podemos comer la Palabra al orar-leer cualquier versículo. Al orar-leer la Palabra, seremos alimentados y nutridos. No necesitamos preguntar qué significa algún versículo, frase o palabra de la Biblia. No importa si sabemos o no el significado de cada palabra, la Biblia es buena para comer. El Señor Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4), y el profeta Jeremías dijo: “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí” (Jer. 15:16a).
Nuestra unidad no se basa en nuestro entendimiento de la Biblia, sino en nuestro espíritu. Aunque otro hermano y yo tengamos interpretaciones diferentes de un mismo versículo, puesto que ambos somos salvos y amamos al Señor, somos hermanos y debemos reunirnos en nuestro espíritu. El espíritu es el lugar donde nos reunimos; es donde el Señor ha hecho habitar Su nombre, donde está Su morada, donde podemos ser uno y donde podemos ser liberados y rescatados de todos nuestros conceptos divergentes. Si nos reunimos para discutir sobre doctrinas, pelearemos unos con otros. Sin embargo, en nuestro espíritu somos uno. Pelear nos conduce a la división, no a la unidad del Espíritu. Es en nuestro espíritu que tenemos la unidad del Espíritu. Cuando estamos en nuestro espíritu, no necesitamos tratar de guardar la unidad del Espíritu, sino que espontáneamente tenemos la unidad del Espíritu. Cuando estamos en nuestro espíritu, todos somos uno. La unidad se halla en nuestro espíritu.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.