Información del libro

Vasos útiles para el Señorpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4462-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 12 Sección 2 de 8

LA IMPORTANCIA DE LOS HIMNOS

Es imprescindible que algunos de entre nosotros no solamente conozcan la verdad, sino que también puedan componer himnos y cantarlos. Si deseamos laborar para el Señor, tenemos que estudiar Su palabra y saber exponerla. A fin de hablar por Dios, primero tenemos que conocer la Palabra del Señor, es decir, debemos conocer bien la verdad. Además, debemos tener un espíritu fuerte, un espíritu que ora, y debemos tener el hábito de orar sin cesar. Tercero, debemos desarrollar nuestra capacidad de hablar; y cuarto, también debemos saber cómo cantar. Tanto Efesios 5 como Colosenses 3 dicen que no sólo debemos hablar la Palabra de Dios, sino que también debemos cantarla unos a otros (Ef. 5:19; Col. 3:16). En el pasado, nuestro cantar ha sido nuestra área más débil. Espero que de ahora en adelante nuestra práctica de cantar himnos llegue a ser más prevaleciente tanto en los grupos pequeños como en las reuniones grandes.

Por supuesto, hay algunos que por nacimiento no tienen talento para cantar. No obstante, al cantar no debemos centrar nuestra atención en cuán preciosa es la música, sino en la liberación de nuestro espíritu. Muchos de nosotros sabemos cantar bien, porque fuimos adiestrados en música. Sin embargo, cuando cantamos en las reuniones, no debemos prestarle demasiada atención a la música y al sonido de las voces de los demás; más bien, debemos poner nuestra atención en la vida y el espíritu. Debemos entonar los himnos rebosando de vida y espíritu. Si al disfrutar del Señor tocamos la vida y el espíritu, espontáneamente estaremos llenos de cánticos. A veces durante la reunión un santo selecciona un himno de nuestro himnario y sugiere a los demás que lo canten simplemente por “matar el tiempo”; como resultado, cantamos de forma mecánica y formal. En lugar de ello, debiéramos disfrutar al Señor de tal manera que los cánticos fluyan espontáneamente. Es probable que fue de esta manera espontánea que los santos de los primeros días solían cantar en las reuniones. Sin embargo, hoy en día no sucede lo mismo entre nosotros.

Esta práctica de entonar himnos fue iniciada por los santos desde los tiempos de David en el Antiguo Testamento. Las melodías de esos himnos se transmitieron desde los días de David a la Iglesia Católica y de ésta a las iglesias protestantes. Aquellos que han estudiado música saben que estas “melodías sagradas” se distinguen por cierto estilo con aire de gravedad y solemnidad. Después de la Segunda Guerra Mundial, los americanos, a quienes les gustan las cosas nuevas, llamaron a estas melodías sagradas, “melodías de antaño”, y dejaron de usarlas y compusieron muchas nuevas melodías. Sin embargo, la mayoría de estas nuevas melodías no pudieron pasar la prueba del tiempo porque no expresaban la suficiente solemnidad; por tanto, fueron consideradas de poco valor. No obstante, seleccionamos algunas de esas nuevas melodías que retienen cierto valor y significado y las hemos incorporado en nuestro himnario. El himno titulado “En el huerto” es una de éstas melodías. El contenido de este himno describe cómo María Magdalena encontró al Señor Jesús en el huerto, en la mañana de Su resurrección, y cómo los dos conversaron y tuvieron comunión. Cuando oí la melodía de este himno hace más de veinte años, la adopté para componer Himnos, #215, que comienza diciendo: “Oh Cristo, mi buen Salvador”. Fue usada también en la composición de este himno nuevo evangélico. Ésta es una melodía sagrada de carácter solemne. Otro himno basado en una de estas nuevas melodías es Himnos, #287, que comienza diciendo: “¡Qué gran misterio es el Dios Triuno!”. La melodía de este himno también inspira suma dignidad. Todos los buenos himnos suelen ir acompañados de una melodía solemne.

Para esta campaña evangélica también seleccionamos Hymns, #987 de nuestro himnario en inglés, un excelente himno evangélico escrito por el evangelista americano J. Wilbur Chapman. En los días de Chapman la teología más prevaleciente era enseñada por los modernistas, los cuales afirmaban que el Señor Jesús no era Dios, que Él no murió para efectuar la redención y que tampoco resucitó. Por esta causa, Chapman escribió deliberadamente este himno compuesto de cinco estrofas. La primera menciona el nacimiento del Señor Jesús; la segunda habla de Su muerte; la tercera, de Su sepultura; la cuarta, de Su resurrección; y la última, de Su regreso. No sólo la melodía de este himno reviste gran solemnidad, sino que también el coro está particularmente bien escrito, ya que subraya el tema de cada una de las cinco estrofas. El coro lee así: “Cuando vivió me amó; al morir me salvó; / Al ser sepultado, mis pecados quitó; / Resucitando, gratuitamente y para siempre me justificó. / Él regresará un día: ¡Oh, día glorioso!”. El contenido de este himno es muy apropiado y rico, y su melodía es solemne.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top