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Cristo como la realidadpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3063-3
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CAPÍTULO OCHO

EL SUMINISTRO ILIMITADO
DE LA HUMANIDAD DE JESÚS

Lectura bíblica: Gn. 3:15; 22:18a; Gá. 3:16; Ro. 5:15b, 19; 1 Co. 15:21; 1 Ti. 2:5; He. 2:9, 14-18; Ap. 1:13; Jn. 19:5

DOS EXTREMOS

En el cristianismo hay dos perspectivas extremistas acerca de la Persona de Jesús. Los modernistas hablan mucho de Jesús como hombre. Ellos dicen que Jesús era solamente un judío, niegan Su divinidad y no admiten que Él es el Dios encarnado que se hizo hombre. En otras palabras, ellos no reconocen la encarnación. Por supuesto que ésta no sólo es una enseñanza extremista, sino también la herejía más grande de la tierra y del universo. La mayor herejía es no reconocer que Jesús es Dios quien se encarnó para ser un hombre.

Posiblemente debido a la herejía de los modernistas, los cristianos fundamentalistas se han ido al otro extremo. Ellos predican y enseñan demasiado acerca de Cristo el Hijo de Dios, y esto no es incorrecto, pero pasan por alto la humanidad de Cristo. Ellos enfatizan la divinidad de Cristo, pero enseñan y predican muy poco acerca de Su humanidad. Ésta es la sutileza escondida del enemigo. Por un lado él no permite que la gente crea que el Señor Jesús es el Hijo de Dios, y por otro lado permite que les prediquemos sobre la divinidad del Señor siempre y cuando Su humanidad sea desatendida. Debemos darnos cuenta de que, aunque Cristo es el Hijo de Dios, todo lo que Él hizo y todo lo que Él es hoy en día depende no sólo de Su divinidad, sino aún más de Su humanidad.

Hemos mencionado que la estructura básica del Arca y del tabernáculo no era el oro, sino la madera. Esto significa que lo que Cristo es y lo que ha hecho, no depende tanto de la naturaleza divina como de la humana. La humanidad de Cristo es la estructura principal. Si bien Él es Dios, todo lo que Él hizo y todo lo que Él es requiere de Su humanidad.

UNA FUENTE DISTINTA

Sin embargo, debemos estar claros que la humanidad de Jesús no procede de la misma fuente que la nuestra. La razón es que nosotros nacimos de hombres, y Él nació de una mujer. Nosotros descendemos del varón, pero Él fue la simiente de la mujer. Tanto Él como nosotros somos humanos, pero las fuentes son distintas. Él es un hombre, pero de distinta categoría. Sin embargo, es significativo y maravilloso que estas dos fuentes se relacionan mucho la una con la otra. Sólo el Espíritu Santo puede hacer que entendamos este asunto. La mujer también descendía de nuestra misma fuente, pero Jesús no vino de esa fuente. Jesús vino de la mujer, pero de otra fuente. Esta otra fuente tiene algo que ver con la nuestra; sin embargo, las dos son diferentes.

Él se vistió a Sí mismo de la humanidad, y esta humanidad es la estructura principal mediante la cual Él pudo derrotar a la serpiente, el enemigo de Dios. Es mediante esta estructura, esta humanidad, que Dios podía traer la bendición a todas las naciones de la tierra. “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón” (Gn. 3:15). “En tu simiente [la de Abraham] serán benditas todas las naciones de la tierra” (22:18a). “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su descendencia. No dice: Y a los descendientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: ‘Y a tu descendencia’, la cual es Cristo” (Gá. 3:16). Satanás, la serpiente, fue herido y destruido por esta humanidad, y la bendición de Dios vino a todas las naciones de la tierra por medio de esta humanidad. Aun la gracia con todos sus dones abundó por medio de esta humanidad: “Porque si por el delito de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia de Dios y el gratuito don en gracia de un solo hombre, Jesucristo” (Ro. 5:15b).

SOMOS CONSTITUIDOS JUSTOS

También por este hombre fuimos constituidos justos. “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, los muchos serán constituidos justos” (Ro. 5:19). Por medio de un hombre, Adán, todos fuimos constituidos pecadores, pero por medio de otro hombre, Jesús, todos fuimos constituidos justos. Simplemente por este único hombre todos fuimos hechos justos.

Apreciamos la obra y las enseñanzas de Martín Lutero. Él fue un pionero en el recobro de Dios al recobrar la enseñanza de la justificación por la fe. En este asunto él peleó la batalla contra la Iglesia Católica diciendo que si el hombre ha de ser justificado por Dios, no será justificado por las obras, sino por la fe. Aunque esto es correcto, hoy en día debemos decirle a la gente que la justificación es Cristo. En la actualidad algunos pastores luteranos enseñan la justificación por la fe, pero ellos mismos nunca han sido justificados. Ellos tienen la doctrina, pero no están en Cristo. Quizás haya una persona que no sabe nada acerca de la justificación por la fe y, sin embargo, cree en Cristo y dice: “¡Aleluya, Jesús es mío, y yo soy de Él!”. ¿No creen que esta persona ya fue justificada? Aun si usted ha leído en un diccionario importante una definición de la justificación por la fe, si usted nunca ha disfrutado la Persona de Cristo mismo, nunca podrá ser justificado. La justificación no es un asunto de enseñanza, sino que es una Persona. Somos constituidos justos no por una enseñanza, sino por una Persona. ¡Aleluya! Cristo es nuestra justificación. Al recibirle a Él, nosotros somos constituidos justos.


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