Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vidapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7126-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Todos sabemos que en este universo la meta central de Dios es la vida y que Dios mismo viene para ser nuestra vida. Dios viene para ser nuestra vida, no para ser nuestro poder, porque Su deseo es mezclarse con nosotros. Dios viene a ser nuestra vida a fin de mezclarse con nosotros; no hay otra manera más práctica que ésta.
Es cierto que Dios es vida, pero Él también ha venido a nosotros para ser nuestra vida. Pablo dice: “Cristo, nuestra vida” (Col. 3:4). Cristo, quien es vida, está ahora en nosotros como nuestra vida. Esta vida es Cristo mismo; es sólo al entrar en nosotros para ser nuestra vida que Cristo puede mezclarse con nosotros de manera práctica.
A fin de que un cordero o una vaca se mezclen con nosotros, tenemos que comerlos. Es sólo al comerlos, digerirlos y asimilarlos que pueden entrar en nosotros y mezclarse con nosotros. Comer es un asunto relacionado con la vida. Es por ello que el Señor dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo [...] el pan que Yo daré es Mi carne, la cual Yo daré por la vida del mundo” (Jn. 6:51). Luego dijo a continuación: “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros” (v. 53). Esto significa que debemos comerle y beberle; cuando le comemos y bebemos, tenemos vida en nosotros. Aquí vemos que sólo existe una manera, un método, para que Dios se mezcle con nosotros; dicha manera, dicho método, es la vida. Si Dios no fuera nuestra vida, le sería imposible mezclarse con nosotros.
En la Biblia el pensamiento de que Dios llegue a ser nuestra vida cuando le comemos y le bebemos es profundo y significativo. Pero entre los cristianos no se da tanta importancia a este pensamiento o ni siquiera se admite. Nunca se nos ha ocurrido que la manera en que Dios viene a ser nuestra vida es semejante a la manera en que una vaca o un cordero llegan a ser nuestra vida al ser inmolados y al ser ingeridos; sin embargo, ése es el pensamiento hallado en la Biblia. En Juan 6:27 el Señor Jesús dijo: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece”. Este versículo habla de dos clases de comida: una es la comida que perece, y la otra es la que a vida eterna permanece. La vida eterna de Dios es Dios mismo. Por lo tanto, la comida que a vida eterna permanece es también Dios mismo. Dios mismo es nuestra comida. Esto no es simplemente una cuestión de disfrute, sino también de constitución. Cuando ingerimos el alimento y éste llega a ser nuestro disfrute, es digerido en nosotros para llegar a ser parte de nuestro ser y, finalmente, se forja en nuestra constitución intrínseca y se mezcla con nosotros.
Ciertamente es un placer y un disfrute ingerir alimentos tales como la carne de res, el cordero, el pan, las verduras y los huevos; no obstante, el resultado final de ello es que el alimento que digerimos llega a ser nuestra sangre, nuestra carne y nuestros elementos constitutivos vitales. Todos los lectores de la Biblia entienden que comer y beber son símbolos. El hecho de que necesitemos comer alimento y beber agua nos habla de nuestra necesidad de comer y beber a Dios, es decir, de recibir a Dios en nosotros al comerle y beberle. Quizás nos parezca un tanto salvaje hablar de esta manera, pero en realidad es bastante significativo y práctico. En Juan 6 el Señor nos dijo que trabajáramos por la comida que a vida eterna permanece, no por la comida que perece. El resultado de esta clase de trabajo es que ganamos a Dios mismo. Dado que los judíos no entendieron lo que el Señor les decía, más tarde les dijo que Él era el pan de vida que descendió del cielo, que Él era comida, y que aquel que le comiera tendría vida eterna. La vida eterna es Dios mismo.
Si estudiamos Juan 6 detenidamente, veremos que el Señor vino a la tierra con un solo propósito: entrar en el hombre y ser su vida. Él puede entrar en nosotros y llegar a ser nuestra vida cuando le tomamos como nuestro alimento. Los predicadores suelen decirles a las personas que sin Dios, el hombre está vacío e insatisfecho, pero con Dios, el hombre está satisfecho. Podemos comparar esto al hecho de que sin alimento, nuestro estómago está vacío; pero con el alimento, nuestro estómago está lleno. Éste es un ejemplo muy sencillo. El alimento no sólo satisface al hombre y es el disfrute de éste, sino que también es recibido, digerido y asimilado por el hombre al grado en que se mezcla con el hombre y llega a ser su elemento. Esta mezcla es muy práctica y subjetiva. Después de ingerido, el alimento no sólo se mezcla con nosotros, sino que además llega a ser nuestro elemento, nuestra sangre y nuestra carne. Esto nos muestra que Dios desea darse a nosotros como alimento no sólo a fin de satisfacernos y ser nuestro disfrute, sino también a fin de ser digerido en nosotros y ser nuestro elemento. Si Dios no viniera a ser nuestra vida de esta manera, le sería imposible mezclarse con nosotros y forjarse en nosotros.
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