Ley del avivamiento, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7399-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-7399-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
Para hacer un pastel, se coloca la pasta en el molde ejerciendo presión. Entonces la pasta tomará la misma forma del molde. La muerte del Señor Jesús es un molde, y nuestra persona y nuestro vivir son la pasta. Dios nos coloca en toda clase de entornos para “moldearnos” hasta que seamos configurados a la muerte del Señor. Tomar la forma de la muerte del Señor significa que todo lo del hombre, incluyendo lo que es malo así como lo que es bueno, tiene que morir. Cuando el Señor Jesús se hizo hombre, Él se vistió de la humanidad que Dios creó. Su humanidad no era mala. No obstante, tenía que ser puesta a muerte. Mediante Su muerte todas las cosas del hombre fueron crucificadas y las cosas de Dios fueron generadas. Por consiguiente, la muerte aniquila algunas cosas, pero hay otras que emergerán de la muerte. El molde de la muerte del Señor Jesús abarca estos dos aspectos.
Nuestra experiencia de la muerte del Señor también tiene estos dos aspectos. Como descendientes de Adán, poseemos tanto su humanidad, la cual Dios creó, como su elemento humano caído y pecaminoso. Sin embargo, también tenemos el elemento de Dios porque somos regenerados. Por Su misericordia debemos experimentar muchos avivamientos, tener muchos nuevos comienzos, ya que todavía estamos llenos de mixtura. Así que, es necesario que el Señor remueva las cosas impropias e inmundas de Adán, y también dé muerte a las cosas buenas y apropiadas de nuestra humanidad creada por Dios.
Una persona no puede experimentar esta muerte solamente al disfrutar el amor del Señor y Su abundancia, o Su dulzura, es decir, al conocerle a Aquel que es “un manojito de mirra” y “un racimo de flores de alheña”, o al tomarle como un “manzano”. Al contrario, cuanto más una persona experimente el amor del Señor y disfrute Su dulzura de esta manera, más estará presente el elemento del yo. Por consiguiente, el Señor debe cambiar el entorno y colocarnos en pruebas, en “cárceles”, tales como problemas de salud, problemas en la familia, problemas del trabajo, cambios en lo dispuesto entre los colaboradores o disturbios en la iglesia. Inicialmente, los creyentes en Asia acogieron a Pablo, pero a la postre todos le volvieron la espalda (2 Ti. 1:15). Tal abandono fue más severo que la cárcel romana; pero tenía la finalidad de que Pablo experimentara el quebrantamiento y así conociera la resurrección de Cristo.
Nuestras experiencias espirituales no se conforman a nuestro deseo. Es difícil encontrar una persona que ame al Señor en edad temprana, y que tenga buena salud y destreza mental, que avance rápidamente en todo aspecto y que luego se case con un cónyuge muy espiritual y tenga hijos como Samuel o Timoteo, los cuales son obedientes, inteligentes, procuran ser espirituales, tienen avivamiento matutino a los siete años de edad, leen la Biblia con entendimiento a la edad de ocho y saben cómo tener comunión con el Señor a la edad de nueve. Tener un hijo así sería ideal, perfecto. Sin embargo, todo esto son sólo ilusiones. De igual manera, no debemos esperar que nuestra obra siempre sea eficaz, que nuestros colaboradores siempre estén en unanimidad, o que la iglesia bajo nuestro cuidado siempre sea próspera. Esto es lo que deseamos, pero nunca se cumple.
En nuestra experiencia siempre somos quebrantados. Posiblemente nos enfermemos sin razón alguna, y nuestra salud no mejore. Podemos también descubrir que nuestra espiritual esposa no es espiritual. Además descubrimos que nuestro hijo es insensato cuando esperamos que sea inteligente, es travieso cuando esperamos que sea obediente, y no ama al Señor cuando esperamos que sea espiritual. Quizás experimentemos muchas situaciones en la obra, con nuestros colaboradores, con los santos y en la iglesia, las cuales son como aguijones que nos pinchan y nos hieren. A lo largo de la jornada de nuestra vida, la experiencia que tenemos es la de ser quebrantados. Probablemente algunos digan que esto es muy malo, pero debemos recordar que éste es un proceso necesario; ésta es la senda que debe seguir todo aquel que busca al Señor.
Aunque hemos gustado la dulzura del amor del Señor y experimentado Sus riquezas, estas experiencias son más bien superficiales y se hallan en la etapa inicial, la cual se halla en los primeros dos capítulos de El Cantar de los Cantares. Si permanecemos en esta etapa, un día el Señor nos llevará a percatarnos de que estamos confinados por un muro y no podemos movernos, y que Él es el Cristo que salta sobre los montes y brinca sobre los collados. Nosotros estamos inmóviles y sin vida, pero Él está en resurrección. Él no nos engañará. Nos muestra que hay montes y collados en la senda que nos ha asignado, pero éstos no son ningún problema para quienes están en resurrección, porque les es fácil saltar y brincar sobre los montes y collados. Si permanecemos en nuestros sentimientos, vendremos a ser como una débil doncella carente de espíritu y vida, que está confinada en una habitación. Por consiguiente, Él viene a llamarnos a salir de nuestro yo, a ir y andar con Él, lo cual es entrar en Su resurrección. Según nuestro sentir, todo es muerte, pero según Su sentir, el invierno ya ha pasado, la lluvia ha cesado y se fue, las flores están floreciendo y las aves están cantando. No es tiempo de estar acostados en la casa, sino de salir y movilizarnos.
Ésta fue la experiencia de Pablo cuando estuvo en prisión. Aunque su cuerpo estuviera confinado en la cárcel, él mismo estaba saltando sobre los montes y brincando sobre los collados. La cárcel no pudo oprimir a Pablo. Los libros de Efesios, Filipenses, Colosenses y 2 Timoteo revelan que él estaba saltando y brincando. Él no estaba oprimido ni abatido, diciendo: “Antes podía ir a Corinto y Asia, pero ahora no puedo moverme libremente. En el pasado yo era bien recibido y acogido, pero ahora todos me han vuelto la espalda”. Si Pablo hubiera tenido esta actitud, ciertamente habría estado en una cárcel y habría sido sepultado allí. Sin embargo, Pablo no estaba encarcelado; estaba en resurrección. Su espíritu no estaba atado a una prisión. Por esta razón, en Filipenses él pudo decir: “Asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo” (2:18). Fue capaz de escribir Efesios, Filipenses, Colosenses y 2 Timoteo, porque él no estaba en una “cárcel”.
Además, en la cárcel Pablo tuvo una búsqueda más profunda del Señor. Pablo dijo que él anhelaba “conocerle [a Cristo], y el poder de Su resurrección, y la comunión de Sus padecimientos, configurándome a Su muerte” (Fil. 3:10). Esto significa que Pablo permitió que su elemento humano fuese puesto a muerte para que el elemento de Dios pudiera ser generado mediante la muerte. Las epístolas que escribió mientras estuvo en prisión indican que el elemento de Pablo había sido puesto a muerte y que Cristo se expresaba por medio de Pablo. Por esto, en Filipenses 1:20-21 Pablo dijo: “Será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo”. Pablo pudo decir esto porque tenía una visión, una revelación, de la resurrección, no porque disfrutó la dulzura de Cristo como un manojito de mirra, un racimo de flores de alheña o un manzano. Estos versículos no tienen que ver con el disfrute, sino con el hecho de haber visto una visión. Pablo vio y conoció la resurrección de Cristo, y en esta resurrección él pudo soportar los sufrimientos que otros no podrían soportar. La cárcel no lo confinó; solamente aniquiló el elemento natural de Pablo y produjo en su interior el elemento de Cristo. Por lo tanto, cuanto más Pablo permanecía en la cárcel, tanto más era configurado a la muerte de Cristo, llevando en su cuerpo la muerte de Cristo.
Este mismo principio se aplica a nuestra experiencia personal y también a la iglesia. Las iglesias en todas las localidades no pueden esquivar este principio. Después de cierto período de tiempo vendrá un avivamiento, y luego después de otro período de tiempo vendrá una prueba. El Señor usa este ciclo a fin de llevarnos a una condición más elevada y más profunda, de modo que podamos conocerle y experimentarle más. Por la gracia del Señor, un día llegaremos a una etapa cuando otros dirán que nos estamos hundiendo, pero nosotros diremos: “No, sino que nos estamos levantando”, y otros dirán que es invierno, pero nosotros diremos: “No, ya pasó el invierno, las flores están floreciendo y las aves están cantando”. Esto indica que conocemos la resurrección. Esto no consiste meramente en disfrutar la dulzura del Señor, sino que, más aún, consiste en conocer Su resurrección. Cuando conocemos Su resurrección, seremos frescos, vivientes, fuertes y poderosos, y experimentaremos el poder de la resurrección de manera práctica.
Debemos experimentar la muerte y resurrección del Señor un día a la vez, y tener una sola experiencia a la vez. Nuestras experiencias espirituales no han sido dispuestas para que permanezcamos intactos. Éstas tienen como fin que seamos quebrantados y que nuestro elemento humano sea puesto a muerte, de modo que podamos tener un conocimiento más profundo de la muerte de Cristo y Su resurrección. Es así como somos liberados de nuestro elemento humano y permitimos que el elemento de Dios crezca en nosotros. Por consiguiente, en nuestra jornada espiritual no hay lugar para tener ilusiones. Sucederán muchas cosas contrarias a nuestro deseo que nos causarán dolor y nos dejarán desconsolados. Ésta es nuestra senda; es aquí donde crecemos, y también es aquí donde la Nueva Jerusalén es producida. La Nueva Jerusalén está construida con piedras preciosas. Las piedras preciosas son producidas por medio del calor intenso y la gran presión. Necesitamos calor y presión para que podamos ser transformados. Si estamos conscientes de esto, estaremos en paz y nos regocijaremos en medio de una experiencia dolorosa en vez de desconsolarnos. Al igual que el apóstol Pablo, seremos capaces de decir: “A fin de conocer a Cristo, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte”.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.