Verdad, la vida, la iglesia y el evangelio las cuatro grandes columnas del recobro del Señor, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3645-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Puedo testificarles que tengo corderitos en todo lugar. Es por eso que me siento tan contento. Adondequiera que voy, hay rebaños de corderos que reciben el alimento que les doy. Cuando los alimento, mi corazón se siente lleno de gozo y gloria. Espero que todos ustedes respondan al llamado del Señor, se olviden de todo lo demás y no se preocupen por la situación actual de las reuniones, sino que simplemente vayan y lleven fruto, trayendo corderitos a la vida de iglesia.
No es mi intención incitar a nadie; sólo quiero mostrarles a todos cuál es el camino propio de la vida divina. La razón por la cual no tenemos mucho crecimiento en vida es porque somos estériles. Por consiguiente, debemos olvidarnos de todo lo demás y sencillamente ir y llevar fruto. Una vez que llevemos fruto, todas nuestras enfermedades serán espontáneamente sanadas. Los que son débiles se volverán fuertes, y que los que son espiritualmente enfermizos vendrán a ser normales y saludables.
Todo el que es padre ha experimentado esto: algunas veces están muy ocupados y cansados y hasta enfermos, pero una vez que ven a sus hijos, sus enfermedades se van y les vuelve toda su fuerza. Cuando una persona está enferma, tal vez pueda pedir permiso para no ir al trabajo, pero no podrá pedirles permiso a sus hijos para que lo dejen descansar. Una vez que vea a sus hijos, todas sus enfermedades desaparecerán. De igual manera, cuando vemos a nuestros “corderitos”, a aquellos que hemos conducido a la salvación, todos nuestros problemas se irán y todas nuestras enfermedades, sean físicas o espirituales, desaparecerán.
Ayer, a la hora del almuerzo, por haber comido mucho, no me sentía bien y me enfermé; y anoche, después de dar el mensaje de la noche, me tomé la temperatura en casa y me di cuenta de que tenía fiebre. Posiblemente la fiebre me empezó mientras daba el mensaje, pero por alimentar a mis corderos no cuidé de mí mismo. Sólo después de que había alimentado a mis corderitos me di cuenta de que me había subido la temperatura. Después que tomé una medicina, la fiebre se fue. Cuando me levanté al día siguiente, tenía mucha hambre pero no tenía energías. Al principio, había pensado quedarme en casa descansando ese día, pero luego me acordé que tenía que alimentar a mis corderos y vine a la reunión. Tan pronto como abrí la boca para hablar, me sentí lleno de fuerzas. Es por eso que tengo la profunda convicción de que cuando vayamos a llevar fruto y a pastorear a los corderos, todas nuestras enfermedades se irán y todas nuestras debilidades desaparecerán. Además, sin duda alguna, creceremos en la vida espiritual.
La manera en que Juan escribió el Evangelio de Juan fue muy especial. Él mencionó primero en el capítulo 15 que debíamos ir y llevar fruto. Esto está relacionado con la vida vegetal. Pero luego, en el capítulo 21, dijo que debíamos alimentar a los corderos (vs. 15-17). Esto significa que la vida vegetal se convierte en la vida animal, lo cual significa que todo fruto que producimos llega a ser un cordero. Es relativamente fácil llevar fruto, pero no es igual de fácil cuidar de los corderos y alimentarlos. Todos los padres saben que dar a luz un hijo conlleva mucha labor, pero aun así, esto es en cierta medida algo fácil. Sin embargo, después de que un hijo nace, no es nada fácil criarlo y educarlo hasta que llegue a ser un adulto. En las palabras de Juan, conducir a alguien a la salvación es llevar fruto. Inicialmente, el fruto que producimos es como una uva; sin embargo, después de que la persona se salva, es bautizada y regenerada, y llega a ser un hijo de Dios, se convierte en un cordero que requiere mucha alimentación para poder crecer en vida. Esto, sin duda alguna, es una tarea muy ardua.
Hoy en día todos queremos conducir las personas a la salvación, pero una vez que algunos se bautizan, lo que solemos hacer es entregarlos a los ancianos de la iglesia para que ellos los cuiden. Sin embargo, una iglesia tiene a lo más unos cuantos ancianos. Aun si todos ellos fueran “madres” experimentadas, no podrían cuidar de tantos niños. Como resultado de ello, muchos de estos niños morirán prematuramente o se los llevarán otras personas. Así que, aunque podamos ganar cien personas, al final sólo cinco permanecen en la iglesia. Una y otra vez muchas personas han sido regeneradas en las reuniones de bautizo de la iglesia, pero, después de que son bautizadas, parece que no ha habido quién las cuide. Esto se debe a que sólo nos interesaba dar a luz a bebés, pero no hacíamos nada para criarlos. En el pasado la iglesia en Taipei también experimentó el mismo problema.
La iglesia de ese lugar condujo a muchas personas a la salvación y en muchas ocasiones llegó a bautizar hasta noventa personas a la vez. Sin embargo, cuantas más personas bautizaban, más personas eran descuidadas porque nadie se hacía responsable por cuidar de ellas. De ahora en adelante, todo santo en la iglesia tiene que aprender a ser un padre responsable y cambiar la situación presente de entregar a otros las personas nuevas que traen. Después de dar a luz a un bebé, usted no debe entregárselo a otros para que lo cuiden; en vez de ello, usted mismo tiene que cuidarlo y alimentarlo. Si usted trae a alguien nuevo, debe hacerse responsable de pastorearlo. Ya que es su bebé, usted tiene que cuidarlo y alimentarlo. Ésta es la única manera en que los nuevos creyentes se quedarán y vendrán a ser fruto que permanece. Si únicamente conducimos a las personas a la salvación, pero no asumimos la responsabilidad de pastorearlos, más tarde aún tendremos que rendirle cuentas al Señor. Las palabras que el Señor dijo a Pedro claramente revelan que debemos pastorear a los pocos corderos que el Señor nos ha encomendado.
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