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Estudio-vida de 1 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1445-9
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SER HECHOS JUSTOS

La justicia, la santificación y la redención constituyen los materiales con los que se construye la autopista de nuestra vida cristiana. ¿Se había dado cuenta de que la sabiduría es nuestro camino, nuestra autopista, y que la justicia, la santificación y la redención son los materiales que se usan para construirla? Esto concuerda con nuestra experiencia cristiana. Cuando disfrutamos a Cristo, el primer aspecto de la virtud o bondad divina que experimentamos es a Dios como nuestra justicia. Siempre que disfrutamos a Cristo y le experimentamos, lo primero que obtenemos es a Dios como justicia. Esto significa que cuando ejercitamos nuestro espíritu e invocamos el nombre del Señor Jesús, somos hechos justos. Cuanto más invocamos, más justos llegamos a ser.

Refirámonos una vez más al ejemplo de la vida matrimonial. Ciertamente es incorrecto que un marido llegue a su casa a deshoras de la noche. Pero por otro lado, es posible que la mujer no sea justa en la manera de tratar a su marido con relación a este problema, y lo condena y le echa toda la culpa injustamente. Ella nunca se condena a sí misma ni cree tener culpa alguna. La actitud de ella también es errónea, y al discutir con su marido demuestra que no es justa. Aunque el marido esté equivocado un diez por ciento, la mujer le condena como si lo estuviera el cien por ciento. Así que, su actitud y su comportamiento hacia su marido son noventa por ciento injustos.

Siempre que dos cónyuges cruzan palabras, ambos partidos son injustos. El marido afirmará estar bien y que su mujer está completamente equivocada, y la mujer insistirá que su marido es el que está totalmente equivocado y que sólo ella está bien. Como resultado, tanto el uno como el otro llegan a ser injustos. Si la mujer comienza a ejercitar su espíritu y a invocar el nombre del Señor Jesús, comprenderá que ha sido injusta con relación a su marido. Entonces se dirá a sí misma: “Mi marido está mal hasta cierto punto, pero yo lo culpé demasiado. Además, yo fallé al discutir con él y condenarlo. Ahora veo que él tiene sólo un pequeño grado de culpa, pero yo actué mucho más mal que él. Por lo menos soy dos veces más injusta que mi marido”. Cuando la hermana se da cuenta de su situación al invocar el nombre del Señor, ella espontáneamente llega a ser justa, pues Cristo le es hecho justicia.

Cada vez que sucede un conflicto o discusión entre las personas, ninguno de los partidos involucrados es justo. Por ejemplo, supongamos que un anciano y un hermano de la iglesia discuten, y el anciano, en lugar de ejercitar su espíritu para invocar el nombre del Señor, se defiende. En tal caso, él no es justo. Además, digamos que él dice a los otros ancianos: “El hermano fulano de tal siempre trae muerte a las reuniones”. Más tarde, cuando dicho anciano ejercita su espíritu e invoca el nombre del Señor, se da cuenta que él es injusto. Es posible que también comprenda que el hermano en realidad casi nunca esparce muerte en las reuniones. Sin embargo, él había dicho que siempre lo hace. Al darse cuenta el anciano de que no es justo, confesará su falta a los otros ancianos y dirá: “Hermanos, pido que me perdonen por lo que dije acerca de este hermano. Ya le confesé mi falta al Señor, y El me ha perdonado. Ahora, les hago la misma confesión a ustedes. Si mal no recuerdo, este hermano trajo muerte a las reuniones sólo en una ocasión. Pero yo dije que siempre lo hacía. No actué bien, ni fui justo”.

Cuando invocamos el nombre del Señor ejercitando nuestro espíritu, llegamos a ser justos. Al llegar a ser justos de esta manera, poco a poco llegaremos a serlo en la manera de dirigirnos a nuestro cónyuge. Supongamos que una hermana es justa para con su marido. Con el tiempo, su justicia lo convencerá a él y lo subyugará a tal grado que se dirá a sí mismo: “Anteriormente mi mujer no era así. Cada vez que yo erraba, me condenaba bastante. Reconozco que yo estaba equivocado, pero ella estaba más equivocada que yo al condenarme de esa manera”. Anteriormente ella condenaba a su marido, le ofendía y hacía que él reaccionara de modo negativo. Pero ahora, debido a que ejercita su espíritu para invocar el nombre del Señor, ella es justa para con él. De esta manera, el Señor le es hecho justicia.

Cada vez que llegamos a ser justos al invocar al Señor, nos serenamos. La justicia nos apacigua. La razón por la cual el marido y la mujer discuten y cruzan palabras se debe a que ninguno es justo. Pero si uno de los dos llega a ser justo, esta justicia hará que el otro partido se serene. Supongamos que la mujer se vuelve al Señor, le invoca y llega a ser justa en su relación con su marido. El inmediatamente comprenderá que ella ha cambiado y que ahora es justa en su relación con él.

Lo que les he descrito acerca de la justicia es lo que he aprendido en mi experiencia, y no de los libros. Nuestra experiencia muestra que ser justos equivale a ser sabios. Tener a Cristo como nuestra justicia es tenerle como nuestra sabiduría. De esta manera, Cristo nos es hecho de parte de Dios sabiduría.


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