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Cristo como la realidadpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3063-3
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EL FRUTO DEL ESPÍRITU

En Gálatas 5:22-23 Pablo habla del fruto del Espíritu. El Espíritu aquí se refiere al Espíritu de la humanidad de Jesús. Pablo no está hablando del fruto del Espíritu de Dios o el fruto del Espíritu Santo, sino del Espíritu de Jesús, puesto que todos los puntos mencionados son virtudes humanas. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley”. Las cosas que se mencionan en estos versículos no son poderes divinos o milagrosos, sino que son características propias de la humanidad, mas no de la nuestra. Estas cosas provienen únicamente de la humanidad de Jesús.

Supongamos que tenemos a dos hermanos ante nosotros. Uno de ellos tiene un don maravilloso de sanidad, mientras que el otro toma la humanidad de Jesús a fin de ser apacible, manso, gozoso y rebosar de dominio propio y longanimidad. ¿Cuál de estos dos hermanos preferiría usted? Me temo que muchos cristianos prestarían poca atención al hermano cuya humanidad es apropiada. Todos admiraríamos al que tiene el don de sanidad, y hasta le haríamos propaganda en los periódicos. Nunca he visto un anuncio en el periódico diciendo que un hermano exhibe una humanidad apropiada.

Pablo no dijo que el fruto del Espíritu es sanidad divina. La sanidad es algo que se efectúa externamente, pero ser apacible, manso y tener dominio propio son parte de uno mismo, parte de nuestro ser. Nuestro ser es mucho más importante que nuestro hacer. Hudson Taylor, el fundador de la Misión al Interior de China, dijo una vez que Dios presta más atención a lo que somos que a lo que hacemos. Pero muchos cristianos prestan mucha más atención a lo que la gente hace, y no a lo que son.

Creo firmemente que hoy en la vida de iglesia el Señor va a recobrar Su humanidad. Nosotros no sólo necesitamos Su poder; necesitamos Su humanidad. No sólo necesitamos lo que Él puede hacer; necesitamos lo que Él es. No puedo creer que los dones milagrosos sean el remedio que necesita la generación actual. Pero la humanidad apropiada que resplandece a través de los hermanos y hermanas jóvenes, sí será un fuerte testimonio y un remedio potente para esta era presente. Y esta humanidad también hará que nuestra vida de iglesia sea más fuerte que nunca. El fruto del Espíritu es simplemente la expresión de la humanidad de Jesús.

LA SAL DE LA TIERRA
Y LA LUZ DEL MUNDO

El Señor Jesús nos dijo en Mateo 5 que somos la sal de la tierra y la luz del mundo. La función de la sal es matar los elementos que corrompen las cosas a fin de preservarlas. En el mundo actual hay mucha corrupción; dondequiera que uno vaya hay gérmenes de corrupción. ¡Cuánto necesitamos la sal! Y el elemento básico de la sal no es otra cosa que la humanidad de Jesús. La humanidad de Jesús manifestada en nuestro andar cotidiano es la sal celestial. Mientras más vivamos por la humanidad de Jesús, más salados seremos. Esta humanidad tiene el poder para matar todos los gérmenes de corrupción. Cuanto más apliquemos la humanidad de Jesús y cuanto más la experimentemos y vivamos por ella, más seremos la sal para esta generación corrupta y que corrompe. Con esto podemos ver la responsabilidad que tenemos. No basta con gritar: “¡Jesús es el Señor!”, sino que debemos ser la sal con el poder de salar. Todos necesitamos una verdadera transformación, la cual experimentamos al aplicar la humanidad de Jesús a nuestra vida cotidiana.

Más aún, el problema actual no sólo tiene que ver con la corrupción, sino también con las tinieblas. ¡Cuántas tinieblas hay hoy en día! Yo no me atrevo a leer los periódicos. Toda la situación está en tinieblas. Pero ¡aleluya que la iglesia es un candelero y que nosotros estamos en la luz! Sin embargo, podemos estar en la luz sólo si tomamos la humanidad de Jesús.

Ahora es evidente la importancia que tiene la ofrenda de harina en el libro de Levítico. Allí vemos que las tres últimas ofrendas se basan en las primeras dos. El holocausto y la ofrenda de harina son las ofrendas básicas, y todas las demás ofrendas se edifican sobre ellas. Pero de todas las ofrendas, la ofrenda de harina es la más importante; es aún más básica que el holocausto.

En todos los asuntos espirituales la humanidad de Jesús es la estructura básica. Ya hemos visto nueve o diez asuntos que produce la humanidad del Señor. Si el tabernáculo no tuviese las tablas derechas, estaría en desorden. La estructura básica de todos los asuntos espirituales es la humanidad de Jesús. Esta humanidad es la sal celestial y la luz divina. Sin esta humanidad, la sal pierde su sabor. Quiera el Señor ser misericordioso con nosotros, a fin de que Su humanidad sea forjada en nuestro andar cristiano y nuestra vida cotidiana.


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