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Experiencia que tienen los creyentes de la transformación, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7157-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 7 Sección 4 de 4

DOS CONDICIONES DE LA MENTE

En Efesios 4 se usan dos expresiones para describir la mente. El versículo 17 habla de la vanidad de la mente, y el versículo 23 habla del espíritu de la mente. Estos dos versículos describen dos condiciones en la cuales puede hallarse nuestra mente. Podemos tener o la vanidad de nuestra mente o el espíritu de nuestra mente. ¿Cuál es la condición de su mente, vanidad o espíritu? En la mente de las personas del mundo no hay nada más que vanidad. La vanidad ocupa la mente de la gente del mundo; sus mentes pueden incluso caracterizarse por la vanidad. Si la vanidad de este mundo ocupa nuestra mente, ésta permanecerá vieja y nunca será renovada. Además, si nuestra mente está llena de vanidad, será absolutamente imposible que podamos crecer en vida, ni siquiera en el más mínimo grado. No obstante, cuando nuestra mente es ocupada por el espíritu, el cual, como ya hemos visto, se extiende a nuestra mente, tendremos el espíritu de nuestra mente. Cuando nuestro espíritu se extiende a nuestra mente, ésta ya no se ocupará de la vanidad sino del espíritu.

Consideremos el pasaje de las Escrituras que trata sobre las dos condiciones de la mente, Efesios 4:17-24. Por favor pongan atención al hecho de que este pasaje está dividido en dos partes. La primera parte, que consta de los versículos del 17 al 19, trata con la vanidad de la mente. La segunda parte, que comienza con la palabra mas en el versículo 20, trata con el espíritu de la mente.

“Esto, pues, digo y testifico en el Señor: que ya no andéis como los gentiles, que todavía andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos a la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y en Él habéis sido enseñados, conforme a la realidad que está en Jesús, que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño, y os renovéis en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”.

Cuando la vanidad ocupa la mente de una persona, su entendimiento es entenebrecido, su corazón es endurecido, la persona misma es ajena a la vida de Dios, pierde toda sensibilidad (lo que significa que rechaza todo sentir de su conciencia) y se entrega a toda clase de cosas pecaminosas. Sin embargo, cuando nuestro espíritu se extiende a nuestra mente, ella es renovada. Con la renovación de la mente viene la realidad de despojarse del viejo hombre y de vestirse del nuevo hombre. Al ser renovados, somos transformados a la imagen del Señor (Ro. 12:2). Si hay vanidad en su mente, es posible que usted cometa cualquier clase de pecado. Por otra parte, si usted tiene el espíritu en su mente, usted será renovado, transformado, a la imagen del Señor.

Espero que el Espíritu Santo nos muestre las dos maneras de conducirnos en nuestra vida diaria. La primera consiste en ser controlados y dirigidos por la vanidad de la mente, esto es, por la mente de vanidad. La segunda consiste en vivir y andar en el espíritu de nuestra mente, esto es, en una mente que es del espíritu. Si tomamos la manera de ser renovados en el espíritu de nuestra mente, seremos llevados al punto donde seremos muy semejantes al Señor —seremos transformados en Su misma imagen. Esta hermosa y maravillosa transformación toma lugar al ser renovados en el espíritu de nuestra mente. Nuestra mente necesita ser renovada de modo que la mente que está llena de vanidad sea una mente que esté llena del espíritu. Entonces seremos liberados de toda pecaminosidad, transferidos al reino de la luz admirable del Señor (1 P. 2:9) y transformados a la imagen del Señor.


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