Vida cristiana normal de la iglesia, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-0-87083-495-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Ya que hemos observado la diferencia entre la obra y las iglesias, entre los apóstoles y los ancianos, entre la base de una iglesia bíblica y las sectas, ahora podemos proseguir a ver cómo se organiza una iglesia local.
De acuerdo con la concepción actual, tres cosas se consideran indispensables para la existencia de una iglesia, además del grupo de cristianos que son los miembros. Estas tres son: un “ministro”, un edificio, y “servicios eclesiásticos”. El mundo cristiano dudaría de la existencia de una iglesia si aun uno de estos tres faltase.
¿Qué pensaría uno hoy en día de una iglesia sin “ministro”? Llámelo pastor o llámelo como quiera, pero sin falta se debe tener a tal hombre. Por regla general, él está especialmente adiestrado para el trabajo eclesiástico, pero puede ser un hombre local o un obrero transferido de algún otro lugar. Cualesquiera que sean su trasfondo y sus títulos, él se dedica exclusivamente a los asuntos de la iglesia. Así, los que están en las iglesias están divididos en dos clases: los clérigos, quienes se ocupan de los asuntos espirituales, y los laicos, quienes se dedican a las cosas seculares. Además, por supuesto, debe haber servicios de la iglesia por los cuales el ministro es responsable, y el más importante de éstos es la reunión del domingo en la mañana. Ustedes pueden llamarle culto o reunión o lo que escojan, pero tal reunión debe tenerse por lo menos cada domingo, cuando los miembros de la iglesia se sientan en sus bancas y escuchan el sermón que su ministro ha preparado. Y naturalmente debe haber un templo. Uno puede nombrarlo local, lugar de reunión, capilla, o iglesia; pero debe disponerse de tal lugar, llámese como se llame. De otro modo, ¿cómo podría uno “ir a la iglesia” los domingos? Pero lo que se considera indispensable para una iglesia hoy en día, era considerado totalmente innecesario en los primeros días de la historia de la Iglesia. Veamos lo que la Palabra de Dios tiene que decir sobre este asunto.
“Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1). Ni siquiera en una sola iglesia bíblica encontramos mención alguna de un “ministro” que controlara los asuntos de ella; tal posición está ocupada siempre por un grupo de ancianos locales. Y en ninguna otra parte tenemos una presentación más clara o más comprensible del personal de una iglesia, que en el versículo que acabamos de citar de la carta a los filipenses. La iglesia está constituida de todos los santos los obispos y los diáconos. Los diáconos son los hombres designados para servir a las mesas (Hch. 6:2-6), es decir, aquellos que cuidan exclusivamente el aspecto práctico de las cosas. Los obispos son los ancianos, quienes se encargan del cuidado de todos los asuntos de la iglesia (Hechos 20:17, 28, y Tito 1:5, 7 ponen este asunto bien en claro). Y además de los obispos y diáconos están todos los santos. Estas tres clases constituyen la iglesia entera, y ninguna otra clase de persona puede ser introducida en ninguna iglesia sin hacerla una organización no bíblica.
Antes de considerar los ancianos miremos someramente los diáconos por un momento. Ellos no ocupan un puesto tan importante como los ancianos, los cuales gobiernan la iglesia; ellos son escogidos por la iglesia para servirla. Son los que ejecutan las decisiones del Espíritu Santo a través de los ancianos y la iglesia. Puesto que los diáconos tienen en realidad más que ver con la vida de la asamblea que con la obra del ministro, pensamos que es suficiente hacer sólo esta breve mención de ellos.
Hay dos puntos en relación los ancianos que merecen una atención especial. En primer lugar, ellos son escogidos de entre los hermanos comunes y corrientes. Ellos no son obreros que tienen un llamamiento especial de Dios para dedicarse exclusivamente a la obra espiritual. Como regla general ellos tienen sus familias y sus obligaciones en sus trabajos y son sólo creyentes ordinarios de buena reputación. En segundo lugar, los ancianos son escogidos de entre los hermanos locales. Ellos no son transferidos de otros lugares, sino que sencillamente son apartados en el lugar en que viven, y no son llamados a abandonar sus ocupaciones ordinarias, sino simplemente a dedicar su tiempo libre a las responsabilidades de la iglesia. Los miembros de la iglesia son hombres locales, y puesto que los ancianos son tomados de entre los demás miembros, se deduce que son también hombres locales (Hch. 14:23; Tit. 1:5).
Y dado que todos los ancianos bíblicos son hermanos locales, si transferimos de algún otro lugar a un hombre para que controle una iglesia, estamos desviándonos de la base bíblica. Aquí vemos la diferencia entre las iglesias y la obra. Un hermano puede ser trasladado a otro lugar para encargarse de la obra allí, pero ningún hermano puede ser enviado fuera de su propia localidad para asumir las cargas de la iglesia en otro lugar. Todas las iglesias de Dios son gobernadas por ancianos, y todos los ancianos son escogidos de entre los hermanos locales.
Si en cierto lugar un grupo de hombres son salvos, y un obrero se queda encargado de ellos, entonces es inexacto referirse a ese grupo como una iglesia. Si los asuntos aún están en manos del obrero y no han pasado a manos de los hermanos locales, entonces todavía es la obra de él; no es una iglesia. Hagamos clara esta distinción: la obra siempre está en manos de los obreros, y la iglesia está siempre en manos de los hermanos locales. Cuando un obrero tiene el control de los asuntos, entonces es cuestión de obra, no de una iglesia.
Ha sido señalado antes que en la Palabra de Dios hay ancianos locales pero no apóstoles locales. Cuando Pablo dejó a Tito en Creta, no era su objeto que Tito manejara los asuntos de la iglesia allí, sino que él nombrara ancianos en cada lugar para que ellos, a su vez, pudieran encargarse de los asuntos. La ocupación del obrero es fundar iglesias y nombrar ancianos, jamás tomar responsabilidad directa en las iglesias. Si en algún lugar un apóstol se responsabiliza de los asuntos de la iglesia local, él cambia la naturaleza de su oficio o la naturaleza de la iglesia. Ningún apóstol que viene de otro lugar está capacitado para el oficio de anciano local; el cargo sólo puede ser ocupado por hombres locales.
Quienes hemos sido llamados por Dios a la obra, debemos entender claramente este punto, que nosotros nunca fuimos llamados a quedarnos para ser pastores en ningún lugar. Podemos volver a visitar las iglesias que hemos establecido y ayudar a los creyentes que en tiempos pasados llevamos al Señor, pero nunca podemos convertirnos en “ministro” de ellos y asumir las responsabilidades de sus asuntos espirituales en su lugar. Ellos deben estar conformes con los ancianos nombrados por los apóstoles y aprender a honrarlos y obedecerlos. Obviamente, someterse a otros de su propio número y rango requiere más gracia de parte de los creyentes que ceder al control de un hombre que viene de otro lugar y tiene capacidades especiales para la obra espiritual. Pero Dios lo ha ordenado así, y nosotros nos postramos ante Su sabiduría.
La relación entre la obra y la iglesia es realmente muy sencilla. Un obrero predica el evangelio, las almas se salvan, y después de un corto lapso de tiempo unos cuantos de los comparativamente más avanzados son escogidos de entre ellos para responsabilizarse de los asuntos locales. ¡Así se establece una iglesia! El apóstol entonces sigue la dirección del Espíritu a otro lugar, y la historia se repite allí. Así que la vida espiritual y la actividad de la iglesia local se desarrollan porque los creyentes se encargan de su propia responsabilidad; y la obra se extiende continuamente porque los apóstoles tienen la libertad de moverse de lugar en lugar predicando el evangelio y fundando iglesias nuevas.
La primera pregunta que se hace generalmente en cuanto a una iglesia es: “¿Quién es el ministro?” El que pregunta está pensando: “¿Quién es el hombre responsable de ministrar y administrar las cosas espirituales en esta iglesia?” El sistema clerical de manejar la iglesia es extremadamente popular, pero el concepto en sí es ajeno a las Escrituras, donde encontramos la responsabilidad encomendada a los ancianos, no a los “ministros” como tales. Y los ancianos solamente vigilan la obra de la iglesia, ellos no la ejecutan en lugar de los hermanos. Si en una compañía de creyentes el ministro es activo y todos los miembros de la iglesia son pasivos, entonces ese grupo es una misión, no una iglesia. En una iglesia todos los miembros son activos. La diferencia entre los ancianos y los demás miembros es que éstos trabajan, mientras que aquéllos trabajan y también supervisan el trabajo de los demás. Puesto que hemos tratado con la cuestión de ancianos en otro lugar no haremos más referencia a ella aquí.
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