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Mensajes de la verdadpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6894-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 11 Sección 2 de 4

SANTIFICADOS POR LA VERDAD

No podemos santificarnos a nosotros mismos. Cuanto más nos esforzamos por santificarnos, más nos enredamos con cosas que son comunes. Pero cuando la Palabra mezclada con la esencia del Dios Triuno se imparte a nuestro ser como verdad, esta verdad nos santifica. Todos hemos tenido esta experiencia. Al entrar en contacto con la Palabra escrita que está mezclada con la Palabra viviente, algo se transfunde a nuestro ser y opera en nosotros durante el día.

Supongamos que los jóvenes tienen contacto con la Palabra y el Espíritu durante su vigilia matutina y luego se van a la escuela. Durante el día en la escuela, esta palabra de verdad operará en ellos para apartarlos y hacerlos personas diferentes de sus compañeros de clase en la manera en que se conducen, en sus acciones, en sus obras, en sus pensamientos y en sus sentimientos. Algo operará dentro de ellos para santificarlos, para hacerlos santos.

Al ingerir de este modo la Palabra, adquirimos la clara convicción de que algo del Señor se ha forjado en nuestro ser. Esto no es mero conocimiento bíblico ni cosas relacionadas con el Señor, sino la realidad del Dios Triuno que constantemente vive, se mueve y opera en nosotros separándonos de todo lo demás. Esto nos hace diferentes de las personas del mundo. Al ver las caras de los jóvenes yo me doy cuenta de que han recibido la gracia de la presencia del Señor. ¡Qué bendición es esto! Cada mañana podemos acudir a la Palabra viviente y permitir que la realidad divina se infunda en nuestro ser. De este modo, el Dios Triuno se transfunde a nuestro ser.

Esta transfusión del elemento de Dios nos libera de cosas negativas tales como nuestro mal genio, nuestros celos, nuestro odio y nuestro orgullo. Nos libera de todo lo que es falso. Ésta es una verdadera liberación, es una verdadera libertad. A medida que somos liberados, también somos santificados, somos apartados para Dios mismo y hechos santos delante de Él, no solamente con respecto a nuestra posición, sino también en nuestra manera de ser. Llegamos a ser uno con Dios debido a que Su propia esencia se forja constantemente en nuestro ser. Esto es lo que significa ser santificados por la Palabra de verdad.

ACUDIR DIARIAMENTE A LA PALABRA

Es menester que nuestra práctica diaria sea acudir a la Palabra de esta manera. Esto es como respirar; no es algo que hacemos una vez para siempre, sino que debe ser una práctica continua. Tenemos que ser santificados continuamente, cada minuto del día. Éste es el motivo por el cual tenemos que acudir a la Palabra cada mañana y, si es posible, en otros momentos también. Cuando la Palabra se mezcla con el Espíritu viviente en nuestro espíritu, somos santificados con la esencia misma de Dios.

En todos estos años que he estado en este país, mi carga no ha sido enseñarles lo que deben hacer o evitar hacer. No confío en las enseñanzas porque, conforme a mi experiencia, no son muy eficaces. Nuestra necesidad más crucial es que el Dios Triuno se infunda en nuestro ser por medio de la Palabra. Mediante esta infusión somos santificados y transformados. Ingerir la Palabra de este modo no es una práctica religiosa ni una ordenanza religiosa; más bien, es experimentar al Dios Triuno viviente —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, quien se forja en nuestro ser mediante la Palabra viva. Al entrar en contacto con la Palabra, Dios mismo se añade a nosotros día a día. Como resultado de ello, somos empapados de Dios y hechos uno con Él.

LA SANTIFICACIÓN REDUNDA EN UNIDAD AL ACABAR
CON LOS FACTORES QUE CAUSAN DIVISIÓN

La santificación lograda por medio de la palabra de la verdad da por resultado la unidad. La palabra santificadora, el Espíritu santificador, la vida santificadora y el Dios santificador son todos uno solo. Por lo tanto, si somos santificados, no podremos evitar ser uno. Seremos uno espontáneamente porque todos los factores de división habrán sido erradicados.

La mundanalidad

El primero de estos factores es la mundanalidad. Siempre y cuando usted ame alguna sección del mundo, esa parte llegará a ser una causa de división, porque lo separará de los hermanos y hermanas. Cualquiera que sea mundano no participará en la unidad. La mundanalidad es semejante a un lobo.

La ambición

Otra causa de la división es la ambición. La ambición es como un topo que opera debajo de la tierra de manera escondida para causar daño. La ambición nos socava por dentro. Todos tenemos que reconocer que tenemos ambición. Entonces, ¿qué puede matar nuestra ambición? Reprender a las personas no sirve de mucho. De hecho, cuanto más usted reprende a alguien, más despierta su ambición. Sin embargo, yo puedo testificar por experiencia que cada vez que tenemos contacto con el Señor por medio de Su palabra y le permitimos que se infunda a Sí mismo en nosotros, esta verdad que ha sido impartida en nuestro ser aniquila nuestra ambición. No existe otra manera de desarraigar la ambición de nuestro ser. Día a día, la verdad que nos santifica aniquila el elemento de ambición presente en nosotros. Los gérmenes de la ambición están en nuestra sangre, y es necesario que la verdad santificadora opere como un “antibiótico” para exterminarlos. Si nuestra ambición no es exterminada, no podremos experimentar la unidad genuina.

Doy gracias al Señor porque los hermanos somos uno, no porque tengamos el mismo temperamento ni porque nos hayamos puesto de acuerdo; antes bien, somos uno porque nuestra ambición está siendo exterminada. El “topo” escondido de la ambición necesita ser exterminado por la palabra que santifica. Si deseamos experimentar la unidad genuina en la vida de iglesia, necesitamos que la verdad santificadora acabe con nuestra ambición.

En Juan 17:17-23 vemos que la santificación redunda en la unidad genuina porque esta santificación nos guarda en el Dios Triuno. El versículo 21 dice: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”. A fin de ser uno necesitamos estar en el “Nosotros”, es decir, en el Dios Triuno. La única manera de estar en el Dios Triuno es que la verdad santificadora elimine todos los factores que causan división. Al ser guardados en el Dios Triuno, somos uno. Pero cada vez que nos encontramos fuera del Dios Triuno, inmediatamente nos dividimos.


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