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Cristo que mora en nosotros seqún se ve en el canon el Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4916-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 17 Sección 1 de 2

EL VERDADERO REPOSO

Después que Él fue crucificado, el Señor fue puesto en el sepulcro. Ese día fue un verdadero día de Sábado. Él descansó porque había terminado toda Su obra. Los judíos habían discutido con Él con respecto al mandamiento de guardar el Sábado. Lo criticaron porque Él no había guardado el Sábado conforme a sus ordenanzas. Pero Él les dijo que trabajaba porque el Padre hasta ese momento trabajaba (Jn. 5:16-17). En aquel tiempo la obra aún no había sido acabada. Sin embargo, cuando estuvo en la cruz, Él dijo: “Consumado es”. Eso significa que Él terminó la obra que el Padre le había mandado hacer. Así que, cuando ellos lo pusieron en la tumba, Él realmente pudo descansar. La obra fue acabada. Aquello fue guardar el Sábado de una manera verdadera. Por supuesto, aquello también fue una especie de muerte. Pero la muerte no pudo retener la vida de resurrección (Hch. 2:24). La vida se levantó de los muertos.

LA SEMILLA DE LA RESURRECCIÓN

La resurrección es un asunto bastante extraño y misterioso. Entre los así llamados cristianos modernistas hay muchos que argumentan en contra de la resurrección. Pero Pablo lo deja todo muy claro en 1 Corintios 15: “Dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de algún otro grano; pero Dios le da el cuerpo como Él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo” (vs. 35-38).

Para Pablo, todo el que argumenta en contra de la resurrección es un necio. A todos los científicos, estudiosos y teólogos modernistas, Pablo les diría: “Necios”. Simplemente miren a su alrededor. Todos los días la resurrección está delante de sus ojos. Una pequeña semilla de tomate es una demostración de la resurrección. Se ve tan amarilla y seca; no parece ser nada. Pero cuando la siembran en la tierra, muere. Sin embargo, eso no es el fin, pues la vida se abre paso y finalmente produce muchos tomates deliciosos de un rojo vivo. En la semilla, no vemos ningún jugo ni ningún tomate. Pero después de que la sembramos en la tierra obtenemos mucho jugo y muchos tomates. Esto es resurrección. Cómo se atrevería alguien a argumentar en contra del hecho de que mediante la muerte y la resurrección de Cristo, Él llegó a ser algo más. Observen la semilla de tomate. Si la siembran, muere, y luego crece. Además, cuando crece llega a ser otra cosa. Pero no deja de ser tomate. La semilla de tomate no tenía ninguna forma, sabor ni belleza; pero en la resurrección, la forma, el sabor y la belleza, todo ello, se hace manifiesto.

Jesús era un hombre común. Él era como esa pequeña semilla sembrada en la tierra. Él murió allí, pero luego se levantó con otra forma. Todavía tenía un cuerpo, pero ahora este cuerpo es espiritual (1 Co. 15:44). Es igual que una semilla de tomate, que tiene un cuerpo antes de ser sembrada en la tierra. Pero cuando crece, cambia a otro cuerpo y hay una gran diferencia. Cuando Jesús murió en la cruz y fue sepultado, Él tenía un cuerpo. Pero cuando resucitó, Su cuerpo era muy diferente. Hoy en día Jesús ya no es como aquella semilla de tomate. Él es como el tomate, que es de un color rojo vivo, rico, delicioso y muy nutritivo. ¡Aleluya! Esto es la resurrección.

EL ESPÍRITU VIVIFICANTE

Alabado sea el Señor porque hoy Jesús ya no es simplemente una semilla. Al igual que la semilla que cae en la tierra, Él fue sembrado en la muerte (Jn. 12:24). Luego, por medio de la muerte, brotó y llegó a ser algo más; Él llegó a ser el Espíritu vivificante. Es por ello que Pablo nos dice en 1 Corintios 15:44-45: “Se siembra cuerpo anímico, resucitará cuerpo espiritual. Puesto que hay cuerpo anímico, hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente’; el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Por medio de la resurrección, Cristo fue hecho el Espíritu vivificante. Por lo tanto, ahora Él “es el Espíritu” (2 Co. 3:17).

En el principio, Cristo era Dios. Luego Él se hizo carne como una semilla para ser sembrado en la muerte. Después, por medio de la resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante. Todos debemos ver este punto. En el cristianismo de hoy, no muchos han visto que Cristo fue hecho Espíritu vivificante. Cristo como la corporificación de Dios primero fue hecho carne, y luego fue hecho Espíritu vivificante. Al principio, Él era Dios. Pero como Dios, Él se hizo carne a fin de redimirnos. Después de esto, fue hecho Espíritu vivificante a fin de impartirnos la vida divina y morar en nosotros. Él se hizo carne para redimirnos, y luego fue hecho Espíritu vivificante para ser nuestra vida.

Debido a nuestro nacimiento natural en Adán, no teníamos otra cosa que pecado, y en lugar de vida, teníamos muerte. Pero ¡alabado sea el Señor! Cristo se hizo carne para quitar nuestro pecado. Después de esto, Él fue hecho el Espíritu vivificante para impartirnos Su vida. Ahora sabemos que nuestro Cristo no es solamente Dios que se hizo carne, sino también carne que llegó a ser el Espíritu vivificante. Él era Dios, luego se hizo carne, y después en Su condición de carne llegó a ser el Espíritu vivificante. Cuando era Dios, Él era nuestro Creador. Cuando se hizo carne, Él llegó a ser nuestro Redentor. Y ahora como el Espíritu vivificante, Él es nuestra vida y nuestro contenido.

Todos debemos tener muy claro que Cristo es ahora el Espíritu vivificante. Tenemos algunos versículos enfáticos que confirman este punto muy claramente. En 1 Corintios 15:45 dice que el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante. Basándonos en los versículos anteriores de este capítulo podemos ver que ello fue fruto de Su muerte y Su resurrección. Ya vimos que la semilla que fue sembrada en la tierra y que crece con otra forma es un cuadro de cómo Cristo estaba en la carne y cómo Él mediante la muerte y la resurrección llegó a ser algo más. Éste algo más hoy es el Espíritu vivificante. ¡Aleluya! Es por ello que Pablo dice en 2 Corintios 3:6: “La letra mata, mas el Espíritu vivifica”. Luego añade en el versículo 17: “Y el Señor es el Espíritu”, el Espíritu vivificante. El Espíritu es el que da vida, y ahora el Señor es ese Espíritu. Es por este Espíritu vivificante que diariamente somos transformados en Su imagen de gloria en gloria. “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu” (2 Co. 3:18).

Por consiguiente, todos debemos entender que hoy en día nuestro Cristo es el Cristo, quien es Dios-Redentor-Espíritu vivificante. En un sentido, los judíos tienen a Dios, pero no tienen a Cristo. Asimismo muchos cristianos tienen al Cristo Dios-Redentor, pero no conocen al Cristo, quien es Dios-Redentor-Espíritu vivificante. Pero ¡alabado sea el Señor porque nosotros hoy tenemos a este Cristo! Nuestro Cristo se hizo carne para ser nuestro Redentor, y luego fue hecho el Espíritu vivificante para impartirnos Su vida. Éste es el Cristo que tenemos hoy.


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